08 octubre 2008

La ansiedad del 8° mes

Digamos que ya teníamos todo relativamente bajo control: comía bien, hacía la siesta, jugaba, dormía la noche entera, se despertaba tranquilo… ¡pero un día se transformó! Ahora su sueño es ligero, se despierta con frecuencia y lloroso, cree que nuestro cuarto es el suyo, odia su cuna, no soporta estar solo y tiene una “mamitis” extrema.

Apenas tuvimos consulta, le hablé al pediatra sobre el “nuevo” Pablo. Su respuesta: paciencia. Me explicó que a esta edad los bebés se vuelven un poco irritables porque están más concientes de su entorno, que es en este momento cuando empiezan a experimentar sus manipulaciones y que de la firmeza de sus padres depende que se frenen o se conviertan en pequeños tiranos.

Aun preocupada por el comportamiento del nuevo Pablo, eché mano a mi querido Larousse del bebé a ver si encontraba algo interesante, y ahí estaba: La ansiedad del 8° mes. Así, con nombre a lo "comezón del 7° año", en el libro explican que a esa edad no quieren separarse de sus padres a la hora de dormir, lloran porque no aceptan la soledad y recomiendan meter en la cuna algún objeto que les resulte familiar. ¡Todo correspondía exactamente a los síntomas de Pablito! (aunque a él le pegó un poco antes del 8°). Creo que el hecho de que hasta tuviera nombre me dejó más tranquila.

En fin, hemos pasado una temporada de levantadas de madrugada –como cuando era un recién nacido- para “consolarlo”, eso sí, sin sacarlo de la cuna. Le hicimos un “patiecito” para que tenga su propio lugar de juegos y se olvide de nuestra cama, y ahora duerme con su amigo Gusano, su compañero fiel desde que tenía un mes. Sin embargo, a pesar de su ansiedad ochomesina, Pablo está un momento increíble: gatea, da vueltas, “baila”, grita, “habla”, nos persigue para jugar “la saltadera”, disfruta su baño, adora la papilla de galletas, nos hace caricias salvajes (golpecitos, manotazos y rasguños), le gusta escuchar el tema de Backyardigans y ¡tiene dos dientes!

Aunque a veces se ponga difícil, sigo aprovechándolo al máximo por aquello de la brevedad de los momentos felices.

29 agosto 2008

Lo que no sabíamos

Tener la suerte –que pocas madres tienen- de estar al lado de mi bebé todos los días, todo el día, es experimentar una aventura inesperada, agotadora, divertida y llena de descubrimientos. Sí, para Pablo cada amanecer trae algo nuevo, y cada una de esas novedades las disfruta al máximo. Como la mañana que notó que había algo dentro de su boca que podía sacar, mover y que, asombrosamente, las personas que lo rodean también tienen una; y desde ese momento no deja de sacar su lengua.

También descubrió que con su encantadora sonrisa y su mirada picarona es capaz de convencer a cualquiera de que lo cargue y juegue con él hasta el cansancio, que al final de sus piernas hay dos cositas suaves y gorditas y que no puede resistir las ganas de apretarlas y llevarlas a su boca, y que hay un sonido que sale de su propio cuerpo que mientras más agudo y alto es –y más parecido a una guacharaca loca-, mas le gusta. ¡Ah! Muy importante, que si pega su mano contra las cosas salen ruidos y mientras más duras son esas cosas, más divertidos son esos ruidos.

Pablo tampoco sabía que si mueve sus piernitas cuando está boca abajo puede desplazarse a su antojo por toda la cama de sus padres, pero ahora es el rey del “arrastre”. Y quizás uno de sus más grandes descubrimientos es que en esa caja rectangular que está en el cuarto de mamá y papá –y que mami sólo le deja ver de vez en cuando- vive un perrito llamado Doki y que es tan chévere que cuando aparece, vale la pena dejar todo lo que está haciendo para contemplarlo embelesado.

Por otro lado, la mamá de Pablo no sabía que era experta haciendo juguitos, que le quedan en el punto ideal –ni muy espeso, ni muy aguado- y que los prepara rapidito, incluso los de aquellas frutas que jamás había tocado. Que también es experta en idioma bebé, tanto que hasta le descubre las mentiritas al pequeño. Que es capaz de levantarse temprano los domingos, que tiene una paciencia inagotable, que increíblemente puede trabajar, cuidarlo y lucir bien al final del día cuando llega papi; y que, aunque pase las 24 horas del día al lado de su bebé -y a veces quiera salir corriendo-, con sólo dejarlo de ver una hora, ya lo extraña.

Y pensar que ahora es que nos quedan cosas por saber…
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Imagen: Motherhood, Ting Shao Kuang

04 agosto 2008

Primeras vacaciones

La maleta más grande y llena que he hecho en mi vida fue la que llevé a estas primeras vacaciones de Pablito. Sí, de verdad era grande, pesada y muy llena, pero, con todo y eso, no bastó; al maletón deben sumarse dos bolsos igual de repletos y pesados. Lo más interesante del asunto es que mis pertenencias ocupaban un mínimo porcentaje del súper equipaje –algo así como cuatro trapos-, el resto era de la pequeña criatura.

Viajar con un bebé implica toda una logística en la que abunda el perolero. Bañerita, silla del carro, corral, esterilizador de teteros, ropita fresca para el calor, ropita abrigada por si hace frío, frutas para los juguitos, juguetes, bloqueador solar, medicinas -por si acaso-, cosméticos y como 100 cosas más incluía la lista que hice antes de partir y, contrario a lo que en algún momento pensé, todo fue necesario.

Lo del perolero habla por sí solo: estas vacaciones fueron radicalmente diferentes a cualquiera de las anteriores. Aquello de descansar, pasar el día echados comiendo chucherías, levantarnos tarde, salir a caminar cuando nos provocara o ver televisión si no había más nada qué hacer ¡se acabó! Ahora nos levantamos temprano para el desayuno de Pablo; más tarde, hacer el juguito; después, cambiarlo, jugar con él, acompañarlo en su siesta, esperar a que sol baje, echarle protector y repelente, ir a la playa con cautela, llenar su bañerita, subirlo porque llegó la plaga, bañarlo rapidito antes de que se haga de noche, dormir con él porque el aire está muy frío… en fin, dedicarle las 24 horas de cada día.

Aunque regresamos más cansados que cuando nos fuimos, el trajín valió la pena. Pablo enloqueció apenas llegamos y gritó y jugó hasta la medianoche –supongo que por ser un nuevo espacio-, mientras papá y mamá hacían un esfuerzo sobrehumano por no dormirse. Su encuentro con la playa fue algo especial: abría tanto los ojos que parecía querer capturar el mar en una mirada; también aprovechó para echar sus siestecitas con el sonido de las olas de fondo.

Sí, el tiempo va rápido y estos son momentos que se viven sólo una vez.

Imagen: José Juan y Pablo al atardecer

11 julio 2008

Espectáculo infantil

“Los bebés saben lo que hacen”. Esa frase la había escuchado muchas, muchísimas veces de boca de todo el mundo –fueran padres o no-. Yo no tenía mucha noción sobre el tema pues, como siempre digo, Pablo es el primer bebé con el que tengo contacto cercano, y, dado mi desconocimiento, no le había prestado mucha atención al asunto. Ahora, metida en el rol de madre, me doy cuenta de lo certero de la frase.

Pablo es todo un showbaby y tiene un performance para cada ocasión. A su tía Katy casi le baila rumba sonreído cuando la ve, él sabe que ella no aguanta dos pedidas para cargarlo, y con su “nana” ocurre el mismo fenómeno del bailecito; ésa es otra que se derrite con solo mirarlo y, acto seguido, lo pasea en brazos. Con la abuela el show es diferente, se hace más histriónico, y pone carita de “pobre niñito desvalido” al verla –táctica infalible para lograr el propósito anterior-, y a papi lo mira de forma tan lastimera cada mañana que lo hace dudar sobre si ir o no a trabajar.

Hasta con los juguetes cambia su comportamiento. Tiene un cangrejito con el que descarga su furia –a gritos y pellizcos-, unos marcianos que son sus grandes compañeros de juegos - abrazarlos y llenarlos de baba- y un gusano que es algo así como su hermano –lo mira y sus ojos se iluminan-.

Con mami tal vez la cosa es más difícil. Es a mí a quien toca ponerle carácter a la criatura y, de una u otra forma, lo logro, a pesar de sus “bailes”, shows y otras encantadoras artimañas. Lo que no puedo negar es que, más de una vez, por muy seria que trate de estar al llamarle la atención por alguna de sus locuras, cuando me mira con sus súper ojos y me pone la sonrisita esa, me desarma. Imposible cuestionar la “sabiduría” de los bebés.
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Imagen: Volo Goow y Fiuzz, amigos de Pablo. Foto tomada por su madre 4 días antes de su nacimiento.

02 julio 2008

La función de este blog


Entre cuidar a Pablo, trabajar y disfrutar el tiempo libre siempre me asalta el mismo pensamiento preocupado: “no he escrito nada en el blog de Pablito”. Podría pensarse que esto no es gran cosa, total, son sólo cuentos míos sobre cosas mías que leen amigos y familiares míos y uno que otro visitante fortuito. Pero no, esto va más allá de lo evidente.

Mi otro blog, Chácharas, es escrito totalmente a capricho; tampoco he podido dedicarle mucho desde que soy madre, y eso no me quita el sueño: ya habrá tiempo para seguir contando tonterías, cosas serias, experiencias gratas e ingratas o cualquier otra cosa que me proveque en el momento. En cambio, el blog de Pablo tiene una función vital: atrapar recuerdos.

Cuando vivo algo muy importante quisiera recordarlo para siempre, pero pasa que la intensidad de esos recuerdos pronto se debilita y se vuelven una suerte de ensueño: imágenes irreales que dan la sensación de no haber ocurrido nunca. Así me ha pasado con mis memorias viajeras, de conciertos y un sinfín de momentos especiales, a pesar de lo grato que han sido, cuando pienso en ellos hay una nebulosa, las imágenes pierden nitidez.

Siempre buscamos maneras de retener los recuerdos felices, y quizás la más común es la fotografía, por algo no falta una cámara en cumpleaños, matrimonios, viajes y cualquier otro momento importante en la vida de cada quien. Otra forma muy usual son las conversaciones, y con sólo un “te acuerdas de” podemos revivir cualquier situación. Para mí, las letras son una de esas maneras de capturar imágenes y hacerlas imperecederas; cuando leemos algo que escribimos, inmediatamente la mente viaja a ese momento y lo vive otra vez, y es más fácil aún si las palabras lo complementan.

El ver crecer a un hijo es algo fantástico y, aunque es un proceso largo y pareciera que hay tiempo de sobra para disfrutarlo, todo ocurre muy aceleradamente, y si no que lo digan el montón de madres que una y otra vez suspiran “es que el tiempo pasó tan rápido” al ver a sus niños convertidos en adultos. En mi papel de madre recién estrenada ya he empezado a sentir esa velocidad y la consiguiente añoranza: Pablo tiene cinco meses -que fueron como cinco minutos- y no sé en qué momento pasaron. ¿Cuándo dejó de ser aquel bebé pequeñito y frágil y se transformó en este bebezote?

Y ahora quisiera perpetuar cada instante de su existencia en mi memoria, que no se escape un solo gesto, una sola mirada, una sola sonrisa, un solo sonido… Que no me traicionen los recuerdos, que no me hagan trampa y se queden allí donde pueda revisarlos cada vez que se me antoje. Es difícil, ya muchos forman parte de ese ensueño. Sólo me queda seguir escribiendo.
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14 junio 2008

¡Sopita!


Hoy comenzamos una nueva etapa: sopita de apio, juguito de lechoza, teterito con cereal de maiz. ¡Qué rápido va pasando todo!

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Imagen: Pablo prueba la sopita por primera vez, ¡y sin arrugar la cara! Capturado por el lente de su abuela.

29 mayo 2008

Al pie de la letra

Si hay una constante a lo largo de todo este proceso de tener y criar un hijo, ésa es el aprendizaje. Desde el momento mismo en que la doctora me dijo: “Mili estás embarazadísima” comenzó la absorción de información, sin proponérmelo, de diferentes fuentes: por un lado estaban mi familia, el curso prenatal y el entrañable Larousse del bebé y por otro, todas aquellas personas dispuestas a dar opiniones o hacer comentarios –algunos muy oportunos, otros descabellados-. Entonces uno lee, oye, averigua y se siente informado y seguro… cree que ha aprendido.

Pasados los nueve meses es que viene lo bueno, lo que he denominado “el shock de los primeros días”. Te dan de alta en la clínica, llegas a casa feliz con el “paquetico” y empiezas a poner en práctica todo lo que has aprendido, o por lo menos eso tratas. Pero no es tan sencillo, ésta es una etapa de desconciertos, el cansancio nubla los sentidos y todo parece más difícil de lo que realmente es.

Al principio seguía al pie de la letra todas las instrucciones. “Nunca deje al bebé solo”, entonces no quería ni que sonara el timbre para no tener que ir hasta el jardín. “La temperatura del agua del baño debe ser de 37°”, y me quedaba allí con mi termómetro esperando llegar al punto exacto. Y así sucesivamente…

Algo que me generaba mucha angustia en esos primeros días era pensar en salir sola con el bebé; sí, sólo pensarlo era agobiante, estresante, cómo si fuese a ocurrir algo catastrófico (cosa que aún no sé qué podría ser). Además, estaba el perolero: metía tantas cosas en la pañalera que resultaba pesadísima y si se me olvidaba era como si hubiese cometido el peor de los errores.

Recuerdo la primera vez que salí sola con Pablo, fue a una consulta con el pediatra (estaba por cumplir el mes) y desde el día anterior sabía que mi esposo no podría llevarme. Esa noche dormí mal, tenía demasiada ansiedad por mi gran primera salida. Llego el aterrador momento, iba con él en el coche rápido, muy rápido y como mirando a todos lados. Llegué al consultorio nerviosa y sudando frío, pero no había pasado nada malo.

También pasa que, todavía hoy, no soy experta con el cochecito, se me hace complicado, pesado, difícil de manipular, me enredo, como dicen, me vuelvo un ocho. La primera vez que mi hermana y yo decidimos llevar a Pablito a pasear a un centro comercial casi rodamos los tres por las escaleras mecánicas con coche y todo, por supuesto. Fue un susto tremendo.

Poco a poco los días pasan, el criterio se impone y te vas dando cuenta de cuál es la mejor manera de hacer o enfrentar cada cosa. Ahora sé que no hace falta meter hasta la cuna en la pañalera, que no necesariamente debo hacer todo al pie de la letra y que si salgo sola con él no ocurrirá un desastre.

Sé que vendrán nuevas inquietudes, temores e incertidumbres porque con un bebé cada día es una aventura diferente y nunca terminas de aprender a ser mamá, pero ahí vamos.



Imagen: Maternidad, Pablo Picasso

12 mayo 2008

Día de la madre - Nota breve


Ayer me tocó celebrar por primera vez el día de las madres desde el otro lado. Fue un domingo abundante en besos, abrazos, mensajes de fecicidades y detalles. Aprovechamos para visitar a la orgullosa bisabuela para quien fue imposible ocultar la emoción de tener en casa a su bisnieto y, por si fuera poco, Pablo -que estaba radiante y más hablador que nunca- compartió también con sus dos abuelas. Al final del día obsequió a su mami una tarjeta hermosa -con él y su papi e la portada- y dos regalitos igualitos a ella.

¡Qué buen gusto tiene Pablo!



08 mayo 2008

Entre teclas y teteros

A propósito del artículo que escribí para la edición de las madres de la revista Eme de El Nacional que circuló hoy, sobre el dilema de las madres y el trabajo (el primero que escribo como "mami", además), hablo un poco sobre mi experiencia.

Cuando decidí trabajar desde casa fueron varias las razones que me impulsaron. La primera era la cuestión de la libertad: no pasarme no sé cuántas horas en una oficina gris, no tener que pedir permiso para hacer diligencias o ir al médico, en fin, no sentir que mi vida transcurría dentro de cuatro paredes. Mis ganas de ser dueña de mi tiempo, de salir a pasear a las 10:00 de la mañana si me provoca o quedarme escribiendo hasta el amanecer, también eran súper importantes.

Luego estaba el tema social: me desespera, me malhumora, me incomoda tener que compartir con gente -que no necesariamente me agrada- durante mucho tiempo. En algunos trabajos de oficina conseguí excelentes amistades que conservo hasta hoy, incluso conocí a mi esposo en una oficina, pero éstas son excepciones a la regla. Lo normal es que la gente sea escandalosa, hablen y rían alto –cosa que no soporto-, pongan música –que generalmente no me gusta-, etcétera, etcétera. Prefiero estar sola.

Y allá lejos, al final de la lista, estaba la vaga idea de “si algún día tengo un hijo puedo cuidarlo yo misma y no dejarlo con extraños”. Ya tengo dos años trabajando en casa, y ahora ésa que veía tan lejana es la prioridad: tener tiempo disponible para dedicárselo a Pablo, a sus cuidados, a sus juegos, a compartir con él.

Reconozco que soy algo mañosa y el sólo pensar en dejar a Pablito en una guardería me da de todo. Sé que hay sitios muy buenos, con personal capacitado, pero igual prefiero cuidarlo yo, y como tengo la facilidad para hacerlo, pues mucho mejor. Sin embargo, tampoco es fácil: es muy importante ser disciplinado para poder cumplir con todo eficientemente porque, a veces, jugandito y jugandito, se me puede pasar el tiempo, y las condiciones ya no están como para quedarme escribiendo hasta la madrugada –el agotamiento puede más-.

Para mi ésta ha sido la mejor de las soluciones: no me siento aburrida por no hacer nada profesionalmente y puedo seguir de cerca el crecimiento de mi bebé. Y con todo y eso, confieso que cada vez que tengo que hacer algún trabajo, en el fondo de mi alma, me da como flojera. Más divertido es jugar y reír con Pablo.

07 mayo 2008

Despedida


El nacimiento de mi bebé, sin duda, fue todo un estallido de emociones y alegría, pero también significó mucha nostalgia. Sí, es extraño y hasta contradictorio. Por un lado conoces a ese ser que has esperado e imaginado durante tantos meses, pero por otro, queda un vacío porque ya no está dentro de ti, porque ya mamá y bebé no forman un todo. Había leído sobre eso en mi querido Larousse del bebé, pero no es lo mismo cuando lo vives.

Ahora debes enfrentarte cara a cara con esa personita que llora sin saber muy bien qué quiere, mientras tú lo miras sin saber muy bien qué hacer. Más de una vez me sorprendí pensando, “era tan bueno cuando estaba en mi barriga, podía sentirlo siempre, andábamos juntos todo el tiempo y en todas partes y todo estaba bajo control”. Entonces me tocaba la panza y, aunque estaba aun voluminosa, no había nada, no se sentía nada ni se movía nada. Sonará loco, pero ¡cuánta tristeza me daba!

Una y otra vez recordaba los tantos momentos que me encantaron de esos nueve meses, como cuando se movió la primera vez, sus pataditas, el hipo nocturno, la noche que tomé café y se alborotó, sus reacciones cuando papi le hablaba, mis ganas de comer dulce, lo divertido de ir a comprar ropa especial para la barriga o las canciones que me gustaba escuchar. Y sufría y sufría porque, de golpe, me quedé sin todo eso.

El embarazo es un período encantador, maravilloso e inolvidable, y creo que todos lo disfrutamos al máximo –mamá, papá, Pablo y la familia entera-. Me alegra que mi esposo y yo lo hayamos documentado de principio a fin y que cada vez que me da la nostalgia pueda ver las fotos de la semana que quiera.

Han pasado más de tres meses y, aunque no tanto como al principio, me sigue dando “cosa” cuando pienso en la barriga. Supongo que poco a poco terminaré de superar esa etapa y me reiré cuando recuerde mi despecho.

El blog ya cambió de nombre y con esta entrada finalizo el tema del embarazo. Ahora sigo de lleno con el crecimiento, descubrimientos y aventuras de Pablito –y de sus padres-.
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Imagen: Mamá y Pablo frente al mar a las 34 semanas. Como siempre tomada por JJ.

06 mayo 2008

La cesárea esa

Dos textos más antes de cerrar la etapa sobre el embarazo. He aquí el primero.



Cuando andaba cerca del octavo mes hablaba de mi deseo de tener a mi bebé de forma natural en una entrada que llamé Parto/Cesárea , en la cual, además, prometía escribir sobre el verdadero desenlace una vez que Pablo naciera. Luego también conté que, muy a mi pesar, tuvieron que hacerme la cesárea por motivos de fuerza mayor –disminución del líquido amniótico-. Ahora, un breve relato sobre mi experiencia.

“La cesárea esa”. Así me expresé más de una vez de la operación. La odié, la rechacé, la detesté; no lograba entender cómo tantas mujeres la pedían sin titubeos, y una y otra vez me preguntaba que “por qué a mí”, como si hubiese caído en desgracia; todo era culpa de "la cesárea esa". Y eran varias las razones de mis pesares.

Me sentía inútil. Pasa que siempre he sido de esas personas que disfrutan haciéndose sus cosas, es decir, para mi es mortal –hasta deprimente- tener que depender de otros, así sepa que para esos otros ayudarte no significa molestia alguna, todo lo contrario. Recuerdo claramente cada mañana cuando me despertaba y no podía moverme ni hacer nada por el dolor; estaba como frustrada porque no podía atender al bebé como quería.

Yo sí podía. Esa misma semana me hicieron la pelvimetría y no sólo podía pasar Pablito cómodamente, también sobraba espacio. A diferencia de otras mujeres cuyas pelvis se hacen pequeñas para sus bebés, la mía era óptima para el parto. El hecho de saber que no había un impedimento de ese tipo también me desanimó, siempre pensaba: “si hubiese tenido mi parto no me sentiría tan mal”.

No me mentalicé. Cuando la doctora me informó que la cesárea era inevitable, también me dijo que la recuperación dependía mucho de la actitud del paciente, y que si no lo veía de forma positiva todo sería más pesado. Y así fue. Reconozco que yo misma tuve que ver en eso de sentirme “desgraciada”. Ciertamente nunca me planteé ese escenario y, quizás, en el fondo de mi corazón, no quería que me vieran como una de esas mujeres miedosas que le huyen al parto.

Los días pasaron, el dolor desapareció, comencé a caminar derecha y la cicatriz prácticamente ya no existe; sólo una leve falta de sensibilidad en la zona me recuerda a la cesárea esa. En fin, mis penas fueron causa de un montón de cosas que al final eran sólo tonterías. Tal vez el parto también hubiese sido una experiencia no tan grata; quién sabe.

02 mayo 2008

Los tres primeros


Ayer llegamos al primer trimestre. Pareciera que no se notara porque estoy con Pablo todo el día, todos los días, pero cuando me detengo a pensar, recordar y recapitular me doy cuenta de cuánto ha cambiado. Al nacer todos nos decían que cuando tuviese 3 o 4 meses sería mucho mejor porque estaría más despierto, grande y “durito”, y yo lo veía tan lejano… ¡Qué rápido ha pasado el tiempo!

Ahora Pablo reconoce personas y lugares, ríe y sonríe, grita, habla –es experto en idioma bebé-, juega con sus muñecos y los medio agarra. También ha aprendido bien el arte de la manipulación –de la cual a uno tanto le advierten- y cada vez que desea quedarse en brazos de sus papis llora y arruga la trompita.

Ahora reconozco qué quiere, cómo se siente y hasta domino el idioma bebé –Pablo es un gran conversador-. También conozco el significado de sus gestos y muecas, sé que no le gusta el calor, que los muñequitos de Discovery Kids le atraen muchísimo, que sus amigos favoritos son Winnie, Tigger e Igor, que se desespera cuando no puede agarrar algo y que le encanta “contarle” a su papi todo lo que hizo durante el día cada noche cuando llega del trabajo.

Ahora también sé que, quizás por herencia, uno de sus más grandes placeres es dormir –lo hace la noche entera-, que siempre está de buen humor, que el cambiador es uno de sus sitios favoritos y que adora la cama de sus papis -¡qué peligro!-. Y lo más importante, sé que es un bebé feliz y nos lo hace saber cada mañana cuando nos da los buenos días con su encantadora sonrisa.



Pablo duerme luego de comer. Momento capturado por su papi.

17 marzo 2008

La criatura

El 1 de febrero a las 5:30 de la tarde nació nuestro querido Pablo. Pesó 3,550 Kg. y midió 50 cm. Como dije anteriormente, aunque quería parto normal al final fue por cesárea, y puedo asegurar que, aunque no lo “viví”, la experiencia es igual de emocionante.

No podía ver nada ni mover las manos, pero cuando escuché a la doctora decir que “ya” estaba allí, seguido de un maullido suavecito, sentí algo indescriptible e inevitablemente las mejillas se me humedecieron. ¿Está bien? ¿Cómo es? Busqué a JJ con la mirada para preguntarle, pero, por supuesto, estaba allá adelante para no perderse ni un detalle (me asombró que no se impresionara, hasta grabó la operación).

El “gatito” dejó de maullar y comenzó a llorar. El feliz padre se acercó y me dijo que todo estaba bien y que se parecía a mí cuando era bebé. Al fin una enfermera lo trajo y acercó su carita a la mía. Recuerdo que era tibiecito y moradito; verlo después de tantos meses imaginándolo fue algo mágico.

El nacimiento de Pablo causó un revuelo total en ambas familias: mi papá y Katy parecían paparazzis en el retén, la bisabuela estaba más echona que nunca, los abuelos Sanguinetti vinieron corriendo desde Barinas, su primo Guillermo no dejaba de verlo todo emocionado… Además, amigos y amigas también se manifestaron en la clínica para conocer a la criatura.

Ya Pablo tiene un mes y medio. Estos días han sido súper agotadores, especialmente las primeras 4 semanas: trasnochos, cambiar no sé cuántos pañales al día, “embarrarme”, lavar y cambiar la ropita a cada rato y un largo etcétera. Sin embargo, al verlo tan lindo, sano, comiendo como un tigrito y cada vez más grande siento que todos esos “sacrificios” valen la pena.

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Imágenes: Pedacitos de los recuerditos de su nacimiento.

11 marzo 2008

La última consulta


Antes de hablar de Pablo y todo lo maravilloso que ha significado su llegada para nosotros, debo hacer un pequeño salto en el tiempo para recordar la última cita del control prenatal. La fijamos para un viernes bien temprano; en la consulta anterior nos dijeron que la cantidad de líquido amniótico había bajado considerablemente y, de seguir así, el bebé debía nacer inmediatamente.

Cuando iba a hacer el eco correspondiente, la doctora nos dio una charla sobre todo lo que podía implicar entrar en trabajo de parto con tan poca cantidad de líquido: desde falta de oxígeno porque la placenta había envejecido hasta que se pisara el cordón umbilical –luego supe que esto se llama hipoxia prenatal y puede traer graves consecuencias, desde parálisis hasta problemas de atención-. Me dio la impresión que todo eso no era más que el preámbulo a una noticia no muy grata, y así fue.

Al hacer el eco la falta de líquido era evidente; teníamos que tomar una decisión lo más pronto posible: el bebé corría riesgos. Aunque la doctora nos dijo que lo pensáramos y que podíamos hacer la cesárea al día siguiente -en parte porque conocía bien mi deseo de tener un parto normal-, para José Juan y para mí estaba claro lo que debíamos hacer.

Esa tarde nació Pablo.

27 enero 2008

Sueños


Estoy plenamente convencida de que los sueños no son sólo simples situaciones fantásticas, absurdas, divertidas o locas, vividas con conocidos o extraños, que se proyectan en nuestro subconsciente mientras dormimos. No, a veces pueden ser reflejo de nuestros anhelos y miedos, o también una muestra de algo que vendrá. Sé que esto último puede sonar medio esotérico o ilógico, y no es que tenga un “Libro de los sueños” como guía de vida, pero he comprobado que a veces sí es así.

Supongo que toda embarazada sueña con su bebé y es normal, dada la ansiedad y temores que pueden surgir durante este período, o sencillamente por las ganas enormes de ver a la criatura. En todos estos meses he soñado con Pablo, pero llegó a convertirse en un tema recurrente, de hecho, sólo recuerdo que haya ocurrido cinco veces –imagino que otros se habrán quedado rezagados en mi mente-.

El primer sueño ocurrió recién comenzando el embarazo, cuando ni siquiera se notaba y mucho menos sabíamos qué sexo era. Fue algo breve: cargaba a un bebé muy lindo que me miraba sonreído con sus ojos oscuros y penetrantes; me gusta creer así es Pablo y que ese día nos conocimos. También tuve sueños “tipo normal”, que si nació pero estaba en su cuarto y José Juan y yo en el nuestro y lo escuchábamos con el monitor o, más recientemente, que lo teníamos en brazos y le buscábamos algún parecido con nuestros rostros.

Hace un mes tuve uno medio inquietante. Soñé que llegó “la hora” pero perdí el conocimiento y cuando desperté JJ me contaba que había estado en coma, que me hicieron una transfusión de sangre y que habían nacido cuatro bebés varones. Entonces me llevaba a conocerlos –eran como diminutos-, yo entraba en una especie de shock y los dos nos quedábamos pensando en lo difícil que iba a resultar nuestra nueva vida con cuatro hijos.

Cuando tenía cuatro o cinco meses ocurrió el más bizarro de todos. El bebé nació y no me caía bien, había algo en él que no me gustaba. Una vez en casa, fui a amamantarlo y, para mi sorpresa –y susto- tenía dientes. Casi lo arrojé, me quería morder. Para completar el cuadro de terror, comenzó a hablarme con voz de hombre, era como hubiese tenido a Bebé Herman. Entonces empezamos a averiguar y descubrimos que ése no era Pablo; nos lo habían cambiado en la clínica porque éramos parte de un experimento.


En pocos días conoceremos "el verdadero" rostro de Pablo. Sigo pensando que será el de aquel bebé de mi primer sueño.

25 enero 2008

Bebé en fuga


Pablito se quiere escapar. El pequeño considera que ya es un bebé grande y necesita su propio espacio, de manera que preparó todo para su fuga (nada de seguir viviendo con mamá). El detalle es que aún le falta una semana para estar listo, así que lo tenemos “aguantado” por unos días.

Cuando comencé a tener ciertas “sensaciones” el fin de semana pasado, le dije a mi esposo que Pablo iba a salir muy pronto –sí, se siente como que “algo” cambió-. Aunque faltaban dos semanas aun, sí estaba –o estoy- en la recta final; mi instinto no me engañó. Ciertamente él está ansioso por salir y las condiciones están dadas, pero necesitamos unos días más para evitar la incubadora. Gracias a las bondades de la medicina es posible prolongar un poco la espera.

La semana que viene, el escenario será distinto y Pablo tendrá su ansiada libertad.

¡Imposible ocultar la emoción!

22 enero 2008

En la recta final…


Mientras más se acerca “el gran día” más síntomas nuevos aparecen. Aquellas “contraccioncitas” ahora son fuertes, la barriga –que parece haberse duplicado y está bastante baja- se pone como de piedra y Pablo se “engrincha”. A veces se vuelve como loco y se mueve mucho y con energía; hasta ahora he podido calmarlo con caricias o dejando correr agua tibia sobre la barriga mientras me ducho –el mejor complemento al baño tibio es un gel relajante que me regaló Adriana que lo deja rendido-.

Mis pies, que son bastante menudos, más de una vez se han transformado en “paticas de oso” gorditas y molestan un poco; lo mejor es alternar las posiciones –un ratico sentada, otro acostada- y para dormir colocarlos sobre una almohada para que estén un poquito más arriba que el resto del cuerpo. También se han endurecido las piernas de arriba abajo y cuando pasa es necesario sentarse o echarse.

Ahora también noto una extraña presión en las caderas, ráfagas de calor cuando los demás tienen frío, pérdida del aliento al hacer el mínimo esfuerzo, puntadas en el vientre si levanto peso y como si la fuerza de gravedad es mayor y me atrae sin piedad alguna. Como de a poquito porque la panza presiona el estómago y me lleno muy rápido. Duermo bien, pero no hay una vez en la que cambie de posición y no me suene un hueso.

En resumen: soy un mamífero hembra a punto de dar a luz.

14 enero 2008

Cositas de bebé


Esto de preparar todo para el nacimiento del primer bebé pareciera no tener fin: Cuna, muñecos y accesorios para decorar la habitación, sabanitas, cobijitas, almohaditas normales, almohadita medio-lado, almohadita para amamantar, gotero, pañales, pañalera, bañito cambiador, toallas, batica de baño, ropita delicada para el primer día, ropita para la casa, ropita para salir, medias, baberos, juguetitos…

Aunque me he limitado a lo absoluta y verdaderamente necesario, por una u otra razón, no logro terminar con los pendientes: La señora que hace los protectores de la cuna está de vacaciones, no se consigue el mosquitero, la esponja anti-resbalante se agotó, la base de la cunita pequeña vino coja y el almacén donde está el repuesto está cerrado todavía, no encuentro una lamparita acorde a la decoración espacial… Mi abuela se ríe cada vez que hablamos y compara todo con los preparativos de su época.

Pensar en ir nuevamente a B.B.citos, Prenatal o Beco me da de todo, y pensar que antes era el pasatiempo que más disfrutaba. A estas alturas lo único que deseo es salir de todo esto y echarme a esperar, leer el Larousse, escuchar In Rainbows, ver películas, cambiar de posición los muñequitos del cuarto, terminar los recuerditos del nacimiento… cualquier cosa que no sea revisar una lista de pendientes.

Además de todas las cosas del pequeño que debo recolectar, están los “detallitos” para a la clínica que aun no he definido, como dónde llevar los sobrecitos con la ropita: no me gustan las canastillas -odio las cestas-, pero según los entendidos, ahí “se ven bellas las cositas”. ¡Ah! Y está la polémica elección de la pijama, que según los mismos entendidos, no sólo debe ser cómoda, también debe reflejar “la ternura de la mujer que acaba de tener un bebé”, es decir, no debo elegir los colores que suelo usar porque no son “tiernos” –se prefiere un rosa pastel-.

Seguiré tratando de convencer a los “entendidos” -mi mamá y mi hermana, por supuesto- de que el tierno es el bebé y no yo, mientras cruzo los dedos para salir de lo que me falta esta semana. ¡Paciencia!

12 enero 2008

Epidemia de embarazos


No podía dejar de mencionar la cantidad de embarazos que han ocurrido durante los últimos meses, tantos que resulta asombroso. Y no me refiero sólo a los “famosos”, que son tantos que parece como si cada vez que ojeo el periódico anuncian uno nuevo, la cosa va más allá. Entre los simples mortales que conozco también hay unos cuantos bebés en camino.

Hay gente que nos ha dicho que siempre ha habido esa cantidad de embarazos y de embarazadas, pero que antes uno no le prestaba atención pero que ahora, como estamos en esa situación, sí nos damos cuenta. En mi caso particular, las únicas embarazadas que había conocido fueron un par de chicas de la oficina, en la época en la que trabajaba en A&E –hace varios años ya- y que prácticamente no trataba. Hasta allí llegaba mi experiencia con embarazadas, pero desde que empezó la “epidemia”, todo es muy diferente.

Ahora sé de personas cercanas que están esperando; la mayoría de los casos me han causado mucha alegría, pero no niego que otros me han generado desconcierto –no creo en eso de alegrarse por el simple hecho de-. Haciendo memoria, creo que la epidemia empezó a principios del año pasado con una chica de OD que es diseñadora –confieso que me pareció súper tierno cuando me enteré- y su mejor amiga; luego vino el mejor amigo de mi hermana y al poco tiempo hasta yo me había contagiado.

De allí en adelante fue como el copo de nieve que corre por la montaña y se transforma en avalancha. Las cuñadas de Charito –que son cuatro-, dos compañeros de trabajo de Katy, Massiel, una ex profesora de la universidad, unos amigos de Mata y muchas conocidas. ¡A todo el mundo le dio por reproducirse! Y ni hablar de los embarazos de las “celebridades”.

Normalmente somos bombardeados con todo tipo de chismes sobre los famosos –no hace falta que los busques, te llegan solos-, de manera que siempre estamos al tanto de la vida ajena. Estoy segura, segurísima, que desde hace algunos meses la cantidad de “celebridades” que están en la dulce espera o que acaban de tener a sus críos aumentó: Thalía, Nicole Richie, Halle Berry, Jennifer López, Avril Lavigne, Jessica Alba, Christina Aguilera, Milla Jovovich, Nicole Kidman, la hermana de Britney… todas están teniendo descendencia o próximas a. ¡Hasta Dennis Quaid y sus gemelos!

¿Habrá alguna razón específica? ¿Será simple casualidad? ¿Alguna misteriosa sustancia en el ambiente? Quién sabe.

Hasta aquí la cháchara de hoy. Pablo es fiel a sus hábitos y ya comenzó su show nocturno, hipo incluido. Es hora de ir a la cama.

09 enero 2008

Libros y embarazo


Una de las primeras cosas que hice al enterarme de que estaba embarazada, en vista de mi total ignorancia sobre el tema, fue correr a comprar un libro, pero éste no podía ser cualquier libro, tenía que cumplir con ciertos requisitos necesarios, por lo menos para mí. Quienes me conocen saben que soy totalmente pragmática, lógica, práctica y no me gustan lo dramático, lo esotérico ni lo tierno a juro. A partir de allí, y tras escuchar algunas sugerencias de mi querida y siempre acertada Adriana –la única de mis amigas que tiene un hijo-, comencé a revisar librerías buscando algo que fuese serio, informativo y completo.

Delante de mis ojos desfilaron toda clase de títulos: Ya somos tres, Qué esperar cuando se está esperando, Todo lo que una madre debe saber sobre su bebé, Ser padres, La Biblia del embarazo, El misterio de la vida, Embarazo para Dummies, El bebé, El primer año del bebé, El diario del bebé, Los nombres del bebé, La agenda del bebé, El álbum del bebé, los bebés pavosos de Anne Geddes… había de todo y para todos los gustos, algunos bastante serios, otros realmente cursis. La decisión no estaba fácil.

Al final me compré el Larousse del bebé; quizás la seriedad que me inspira la palabra Larousse me influenció, pero fue una buena decisión. El contenido es tal cual lo deseaba: concreto, completo e informativo, además trae ilustraciones y capítulos sobre todo lo que puede interesarte, preocuparte o hacerte dudar durante la gestación y más allá, pues el libro no sólo abarca el período del embarazo, también trae información importante sobre el parto y el primer año de vida del pequeño, como su alimentación, cuidados e higiene –punto éste que me resulta perturbador, aún no me imagino bañando a Pablito y limpiando sus “partecitas”-.

Hay un parte dedicada al desarrollo del bebé semana a semana que leía religiosamente el día antes de la consulta mensual y puedo decir que siempre coincidía el texto con los cambios que íbamos observando -por eso no me alarmé al ver a Pablo con los ojos abiertos, el Larousse decía que eso pasaba justo en esa semana-. Ahora estoy centrada en la parte de nacimiento y me parece que la información también es bastante completa.

Quizás otras mujeres necesiten publicaciones que den más apoyo emocional o más emotivas, para mí ésta está perfecta y, si alguien me pregunta, no dudaría en recomendárselo.

08 enero 2008

Gripe, Alvin, playa…


Siguiendo las tradiciones de fin de año y continuando los preparativos para recibir a nuestro bebé, hicimos –y seguimos haciendo- algunos arreglos en casa; lamentablemente, gracias a la pintura de las puertas, agarré una gripe terrible con una tos peor aún y pasé unos cuantos días en cama. Confieso que estaba bastante preocupada, Pablo estaba muy inquieto por los ataques de tos y pensaba que el tomar medicinas podía afectar su crecimiento; la buena noticia fue que al ir a la consulta reglamentaria nos dijeron que está muy bien y tiene el peso justo para su edad –¡ya son más de 2 kilos y medios!-.

Ya recuperándome de mis males, pude salir con Katy luego de 10 días de encierro. Es tradición que mi hermana y yo vayamos al cine cada primero de enero, y este año no fue la excepción; lo extraño fue la película que elegimos: Alvin y las ardillas. Sí, había otras opciones mucho más atractivas; pienso que nos dejamos llevar por este acercamiento al mundo infantil que estamos viviendo. Una vez sentada en la sala, al darme cuenta que más de la mitad de los asistentes me llegaban a la cintura, me dio como miedo, “¿y para qué estoy sometiéndome a esta tortura antes de tiempo?”. Sin embargo, la película no estuvo mal –es para niñitos pero no como para salir corriendo- y “el público” se comportó muy bien, a pesar de que en todo momento manifestaron sus emociones con risas y comentarios insólitos –“¡yo soy Alvin!”-. Buen ensayo para lo que me viene.

Para terminar de sacarme el monstruo de la gripe, decidimos irnos al apartamento de la playa unos días. Al principio no estábamos muy seguros por lo avanzado del embarazo, pero preguntamos al médico y nos dijo que no había problema, sólo había que tener cuidado en la vía y no correr mucho –nada del otro mundo para el precavido JJ-. Así pasé varias tardes leyendo y dormitando a la orilla del mar –siempre en la sombra para evitar manchas en la piel- y contándole a Pablo que ése era el sonido de un montón de agua que pronto conocerá.

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Imagen: Pablo en las manos de su mamá visto desde la óptica de su padre.