01 febrero 2010

Dos años después...


Embriagante aroma a vainilla
Apetecibles mejillas de durazno
Suave enredo de cabellos que atrapa mis dedos
Hipnótica mirada que acelera mi corazón

Aún me pregunto, ¿cómo llegó aquí tan hermosa criatura?
¿Será un ángel que alguien dejó olvidado?
¿Acaso un duende que olvidó el camino a casa?
¿O es que el duende al fin ha tomado forma?

No hay noticias suficientemente malas
No hay caminos intrincados, ni cielo muy gris
No existe tristeza que amilane, ni oscuridad desconcertante
Nada puede robarme la felicidad, porque de ti emana

¡Felices dos años Pablito amado!



“Cuando nos casemos y tengamos un bebé, quiero ese cuadro en la casa. ¡Es demasiado bello!”, le decía a JJ mientras contemplaba una de las pinturas que Gustav Klimt dedicó a la maternidad sin imaginar que años luego tendríamos a aquel pequeño de piel de porcelana, mejillas sonrosadas y cabellos enmarañados entre nuestros brazos. En 1905, el austríaco ya había conocido a Pablo.