31 julio 2014

Porque es normal tener miedo, así seamos valientes

Si sacara la cuenta de las veces que han pinchado a Pablo, seguramente sumaría más de 200, número altísimo para un niño de 6 años. Pese a los pinchazos y todo lo demás, él siempre ha llevado muy bien sus rutinas médicas, pero es natural que, en algún momento, se altere o sienta miedo.

Entre otros "asuntos", cada seis meses hay que evaluar cómo está su cabeza por dentro. Esta vez fue bastante complicado hacerlo -las razones ameritan una historia aparte- y tuvimos que ir a una clínica que no es la de siempre. Por tratarse de un examen más largo que una resonancia normal -cerca de una hora metido en una máquina que hace ruidos muy fuertes-, debe sedarse para que permanezca inmóvil todo el rato. 

La particularidad de este nuevo lugar es que no aplican sedación intravenosa, sino oral, que es mucho más suave. Y, aunque se acostó tarde, se tomó el sedante y tratamos de que estuviera todo en paz, Pablo se despertó en pleno examen muy nervioso y aterrorizado por el ruido de la máquina. Por supuesto, la prueba se suspendió, pero en algún momento había que hacerla. Comenzamos entonces a prepararnos para el próximo intento, que sería solo cuando él se sintiera con ánimos de hacerlo.

Siempre he creído en el poder de las palabras, del diálogo, de la verdad, de manera que he conversado con él sobre todo lo que ocurre o está por ocurrir, desde que nació. He tratado de explicar cualquier cosa que le inquiete y de decirle siempre la verdad, de una manera acorde a su edad. Por eso, al preguntarme, "¿Mami, por qué me tienen que examinar tanto la cabeza?", traté de ser lo más sincera posible, obviando palabras que ya habrá tiempo de decir: Pablo, cuando estabas pequeñito estuviste muy enfermo en tu cabeza y el doctor Pereira te curó, y ahora siempre revisamos que todo esté bien allí. "Entiendo", y cambió de tema.

Desde siempre he hecho especial énfasis en hacerle ver que el miedo es normal, que todos podemos sentirlo, así seamos valientes. Libros, películas y comiquitas han sido excelentes aliados, pues más de una vez sus protagonistas han tenido que enfrentar algún temor y eso le ha hecho ver que es algo natural, no cobardía, y que tiene solución. También ha ayudado el jamás burlarnos de nadie que tenga miedo y no ofrecerle algo a cambio de, es decir, nunca decirle: "si te dejas examinar, te daremos un regalo"; creo que eso puede generar presión, en lugar de facilitar el proceso. Eso sí, al final de sus logros, se vale darle alguna sorpresa.

Conversamos sobre el examen, los ruidos molestos de la máquina, las gotitas que te duermen e hicimos un plan para trasnocharnos los tres viendo películas, para que así tuviera mucho sueño al momento de entrar a la máquina. A Pablo lo de hacer un cine hasta tarde le encantó y, al final, me dijo: "Sí, mami, ¡vamos a hacer el examen de la cabeza! ¡Voy a ser valiente con esos ruidos horribles!".

Llegó el día. Metegol y Río 2 nos habían acompañado hasta la madrugada. Al llegar a la clínica tenía mucho sueño, le tomaron la vía con total tranquilidad, le dieron las gotitas y ya no pudo mantenerse despierto, pero como la vida viene sin garantías, dentro de la máquina, apenas comenzó el examen, se despertó. Como yo estaba allí -casi acostada con él dentro del resonador-, me llamó con un hilo de voz. Le dije que tratara de quedarse tranquilo, con los ojos cerrados, que pronto íbamos a terminar. Así pasamos casi una hora, soportando los ruidos horribles, hablando entre susurros y esperando ansiosos que todo terminara; él, observando el túnel donde estaba metido, yo, contorsionada a su lado para que pudiera verme sin moverse y tomando su mano.

Pensé que en cualquier momento se movería o que no podría contener las lágrimas porque tenía miedo y los minutos iban muy lentos, pero Pablo lo logró. Al llegar a casa, lo esperaba su abuela con El increible niño comelibros, un libro que quería desde hacía tiempo y, aunque todavía estaba mareado, su sonrisa fue increíble.

Debo agregar que los resultados del examen fueron excelentes y ahora las evaluaciones serán anuales. También debo decir que mi hijo es la persona que más admiro en este mundo y más allá.

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"Mamá, ¿el increíble niño comelibros existirá? Mira como vino el libro". La imagen es un pedacito de esa belleza escrita e ilustrada por Oliver Jeffers.