05 febrero 2015

Grandes definiciones, a los 7 años


Jugar es cuando estás solo, te encuentras a un amigo y te pones a jugar.

Una mamá es una mujer que te cuida, te quiere y es muy bonita.

Un papá es un hombre que te quiere, te cuida y es medio bonito, y no es tan estricto.

Un niño es cuando creces y creces, puedes jugar, puedes hablar, puedes caminar, pero tu mamá ya no te puede cargar.

Un bebé es el que sale de la barriga de su mamá. Al principio eres una semilla, luego te sale la cabeza, creces en la barriga, te sacan, no puedes hablar ni caminar y tu mamá te tiene que cargar.

Una familia es cuando nace un bebé y hay un montón de personas emocionadas viéndolo cuando él hace da-da-da. Y lo quieren.

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La ilustración es de Niamh Sharkey, autora del libro I’m a Happy Hugglewug, el cual inspiró la serie de TV Henry Hugglemonster. 

11 diciembre 2014

Amor (en esta vida y más allá)


–Mama, ¿tú te quieres morir?

–No, Pablo, ahora no quisiera morir.

–¿Y después?

–Quizás cuando sea viejita, esté muy cansada y tenga ganas de descansar. Quién sabe...

–Yo no me quiero morir... ¿Cuando muramos iremos a otro mundo?

–No lo sé. Como te he contado, hay personas que creen que después de morir iremos a un lugar bonito, a un mundo mejor. Pero yo no lo sé, nunca he ido, aunque me gustaría que fuese cierto.

-Bueno, cuando yo me muera, ya tú estarás muerta y me podrás mostrar ese mundo, ¡allí nos vamos a encontrar! ¡Y yo podría transformarme en ángel!

–Eso sería muy hermoso, Pablo, encontrarnos en ese mundo.

–¿Después de morir uno vuelve a nacer?

–Mmmm... Pues también hay personas que dicen que sí, que cuando morimos volvemos a nacer. Es como si la energía que tenemos dentro quedara flotando en algún lugar y, luego, entrara otra vez en algún cuerpo y vuelves a nace. Eso también sería bonito, aunque tampoco sé si sea cierto.

–Yo quiero volver a nacer cuando me muera.

–Si nacieras de nuevo, sería en otra vida, otro cuerpo, seguramente, no te llamarías Pablo. Pero también podría ser una vida feliz.

–No, mami. Yo quiero volver a nacer de ti en mi otra vida, que tú volvieras a nacer y yo vuelva a ser tu hijo, y así nos podemos seguir queriendo.

–Qué bonito eso que dices, Pal. Ojalá y pueda ser así.


Esta conversación la transcribí apenas ocurrió. Creo que es lo más hermoso que me han dicho en mi vida. A veces, me lo recuerda otra vez: "Ya sabes, mami. Cuando te mueras, tienes que volver a nacer para yo volver a nacer de ti y seguir juntos".

Me encantaría decirle que sí, prometerle que sí nos vamos a reencontrar y poder cumplir mi palabra.


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El dibujo es del calendario que pintó Pablo como sorpresa de Navidad. Se llama Mundo de corazones y es un motivo recurrente

09 septiembre 2014

Resolución de conflictos (¿infantiles?)


Cuando tú hijo es el nuevo del salón hay varios asuntos que inquietan, como si el colegio cumplirá con las expectativas y, especialmente, si el niño será feliz allí. Pablo siempre nos sorprende y en ese caso también lo hizo: asumió el cambio de colegio con normalidad y alegría y en la primera reunión que tuvimos con la maestra, nos dijo que se había integrado perfectamente a su grupo, el de tercer nivel de preescolar.

Meses después Pablo empezó a quejarse de un niño de su salón, llamémosle Luis. Le decía a otros niños que no le prestaran sus juguetes o que no jugaran con él o le decía feo o le metía el pie cuando iba distraído leyendo. Pablo le había dicho a la maestra y le habían llamado la atención; otra veces, la cosa pasaba por broma, una broma de Luis.

"¿Por qué me dice feo, mamá? No entiendo", me dijo una día, preocupado. Hijo, hay personas a quienes les gusta molestar a otras y decirles cosas desagradables, y a esas personas siempre te las vas a encontrar en tu vida, siempre, incluso cuando seas grande. Lo más importante es saber que no tienen razón, que lo dicen por molestarte y, si ven que te pones triste, más te lo van a decir. Fíjate, a mí me decían que era muy fea, de las más feas del salón. Yo me sentía muy triste y pensaba que era horrorosa, pero, con el tiempo, me di cuenta de que no era así, ellos no tenían la razón. ¿A ti te parece que soy espantosa? "No, mami, tu eres muy bonita". ¿Ves?

Siguieron pasando cosas. Una vez, jugando fútbol, Pablo era el portero y llegó el otro con actitud sobrada y le dijo que ahora sería él arquero, que se quitara -eso pude verlo yo misma-. También les decía a mi hijo y a sus tres amigos que parecían hermanos porque siempre andaban juntos, en tono burlón. Llegué a conversar con la maestra, pero todo lo que pasaba era demasiado "sutil" como para generar alarma. En casa estábamos preocupados, no es fácil manejar situaciones así; yo seguía apostando al diálogo.

"¿Qué hago? ¿Le pego", me preguntó Pablo un día. No, no le pegues. Si te hace algo que te moleste, dile que no te gusta, que te deje en paz, con voz fuerte, firme. Si sigue molestándote, habla con la maestra y explícale lo que ocurre. Y siempre cuéntame cualquier cosa que pase, así sea mala.

En otro momento, me dijo "es que Luis es un niño pequeño". ¿Cómo es eso? "Es menor que yo porque es más bajo y no sabe leer, debe ser como de 4 años". No, hijo, ustedes tienen casi la misma edad, los dos cumplen 6 este año, pero tú eres más alto y aprendiste a leer antes. "¿Entonces somos del mismo tamaño?", dijo algo extrañado. Pues, sí. Se quedó un rato en silencio, pensando. "Ya entiendo".

"¿Sabes mamá? Ya resolví mi problema con Luis", me dijo una tarde mientras mirábamos televisión. ¿Ah, sí?, cuéntame. "Le dije: Luisito, vamos a ser amigos –con voz dulcísima–. Al principio él no quería, mamá, entonces le dije: Anda Luisito, vamos a jugar –con voz igual de melosa–. Y se puso a jugar conmigo. También le dije que jugara con mis amigos y ellos jugaron con él. Lo metí en mi grupo. Viste mamá, ¡yo gané!".

Desde ese día, ciertamente, se hicieron amigos. Llegué a verlos un par de veces en el colegio y, para mi sorpresa, el niño trataba a mi hijo con dulzura y amabilidad. Ahora Pablo habla de él como uno más de su grupo y es uno de los amigos que tiene ganas de volver a ver, cuando comiencen las clases. Pablo tenía razón, lo que no sabe es que no solo ganó él: todos ganaron.

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La imagen es una ilustración de Jefferson Quintana que pertenece a Ratón y Vampiro, un libro sobre amistad y diferencias que en esta casa adoramos.

15 agosto 2014

Pablo y Draco, o esas cosas mágicas de la música (y de la vida)

Escuchar música es parte de la vida de Pablo. Desde que tenía unos 4 años empezó a poner discos en las tardes, al llegar del colegio, a pedir música en el carro y a curiosear videos musicales en YouTube. Por supuesto que nosotros hemos sido su fuente principal, pero, poco a poco, él ha ido definiendo sus propios gustos y hoy, a sus 6 años, tiene una lista de sonidos recurrentes en la que figuran Cerati, Calamaro, Cuarteto de nos, Zoé, Pearl Jam, Blur, Morrissey y Red Hot Chilli Peppers. También está Robi Draco Rosa, pero él no pertenece a esa lista, él es, simplemente, su "cantante favorito".

A Draco no sólo lo escucha a diario, también ha comenzado a "investigar" sobre su vida. Al principio sólo pedía el disco de "ese muchacho que canta en inglés y en español", pero ahora siempre me hace preguntas y él mismo busca los videos de sus canciones -en inglés, subtitulados en inglés, para aprender las letras-, revisa los conciertos y fue feliz viendo una entrevista que le hicieron en su estudio, "¡mira, tiene un micrófono como el mío!". Su video favorito es el de "Lie Without a Lover" -porque también aparece Robi "adolescente"-, no le gusta cuando hace dúos y durante un paseo vacacional le pidió a su guía que le pusiera en el autobús Mad Love, "por favor".

El 27 de junio le conté que ese día cumplía años Draco, "¡¿y no podemos ir a su casa a felicitarlo?!". Creo que no, Pablo, recuerda que él está en otro país. "Y si voy, seguro no me dejan entrar, mami, porque no estoy invitado a su fiesta". Quién sabe, tal vez si tocas a su puerta, te abre. "Mamá, ¿Robi Draco sabrá quién es McQueen (el Rayo)?". Tal vez sí, él tiene hijos varones. "Yo quisiera ir a visitarlo a su casa algún día para hablar con él".

Una noche, ya listo para dormir, me pregunto que si Robi seguía haciendo música. Supongo que sí, Pablo, creo que eso es lo que más le gusta hacer. "¿Dónde estará ahora". Pues debe estar en su casa, con su familia. "¿Y tú has ido a sus conciertos?". No, una vez él iba a venir a presentarse acá y yo iba a ir, pero cancelaron el concierto, hace como 3 años. "Yo quiero ir a su concierto". Vamos a hacer algo, cuando él empiece alguna gira, vamos a hacer todo lo posible para llevarte, y vamos a ir los tres, papá, tú y yo. "¡Sí!".

Hoy, mientras leía una entrevista a Draco que publicaron en el New York Times que me envió un amigo, llegó el joven fanático y se quedó mirando la fotografía. Estoy leyendo una entrevista, le dije, es de alguien que habló con él y escribió acá la conversación, como lo que yo hago en mi trabajo. "Mamá, si un día vas a entrevistar a Robi, dile que a mi me gusta mucho su música, que Mad Love es mi disco favorito y que aquí lo tengo". Seguro que se lo diré, hijo.

Nunca le he dicho a Pablo que Draco ha estado enfermo, tampoco que he dicho que la enfermedad que él tuvo es la misma de su querido cantante ni que ambos son sobrevivientes. Me encantaría poder contarle todo esto a Mr. Blake algún día y decirle: ¡Vamos, sigue adelante, sigue escribiendo, sigue cantando! Mira que tenemos una cita en algún teatro, y no puedes faltar.


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Imagen: Pablo, el micrófono y Mad Love. 

07 agosto 2014

Pablo crece

El cierre de ciclos o fin de etapas suele despertar muchas emociones, en parte, porque tienen que ver con metas alcanzadas -o no-. Sin embargo, creo que lo que realmente despierta esas emociones es que es en esos momentos cuando el paso del tiempo se hace tangible, al menos en mi caso. El tiempo pasa, se avivan los recuerdos, crece la nostalgia.

Acabamos de finalizar la etapa de preescolar y dijimos adiós a la franela roja. Ahora Pablo es un "niño mediano" de primer grado que está aprendiendo a jugar fútbol, ama Epic Mickey, es un fanático empedernido de Robi Draco, siempre está pendiente de los estrenos de cine y quiere ser millonario de libros. 

Y yo me acuerdo de cuando estaba en la barriga y empecé este blog, del bebé que no sabíamos ni cómo bañar, del gateador más rápido del mundo, de las tantísimas cosas que han pasado en estos años. Veo sus logros, lo veo feliz y, bueno, me da esa cosa que pega en el estómago y el corazón cuando miras atrás llamada nostalgia. 

Creo que ya toca hacer algunos ajustes al diseño de este espacio, más de niño, menos de bebé. En fin, Pablo crece -y yo soy feliz-.  


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La foto es de julio de este año, del último día que usó la franela roja.

05 agosto 2014

Cuento tecleado

Ya he dicho que por acá nos gustan mucho las historias, tanto que JJ y yo debemos tener una suerte de maestría como Cuentacuentos. Pablo vive las historias, le gusta leerlas solo, que se las leamos y que se las inventemos, narradas -esas le parecen fantásticas-.

A veces, me ha hecho que le escriba algunos cuentos, según sus instrucciones, claro -él dice el tema o el título y yo desarrollo-. Él también se ha animado a escribir un poco en un cuadernito.

En estos días, de visita en la oficina de su abuela, encontró la computadora encendida y dijo que iba a escribir un cuento. La actividad le pareció muy emocionante, le puso título y "fin" y, al final, quiso enviárselo por correo a su papá.

Sí, la felicidad cabe en unas líneas tecleadas por Pablo.



31 julio 2014

Porque es normal tener miedo, así seamos valientes

Si sacara la cuenta de las veces que han pinchado a Pablo, seguramente sumaría más de 200, número altísimo para un niño de 6 años. Pese a los pinchazos y todo lo demás, él siempre ha llevado muy bien sus rutinas médicas, pero es natural que, en algún momento, se altere o sienta miedo.

Entre otros "asuntos", cada seis meses hay que evaluar cómo está su cabeza por dentro. Esta vez fue bastante complicado hacerlo -las razones ameritan una historia aparte- y tuvimos que ir a una clínica que no es la de siempre. Por tratarse de un examen más largo que una resonancia normal -cerca de una hora metido en una máquina que hace ruidos muy fuertes-, debe sedarse para que permanezca inmóvil todo el rato. 

La particularidad de este nuevo lugar es que no aplican sedación intravenosa, sino oral, que es mucho más suave. Y, aunque se acostó tarde, se tomó el sedante y tratamos de que estuviera todo en paz, Pablo se despertó en pleno examen muy nervioso y aterrorizado por el ruido de la máquina. Por supuesto, la prueba se suspendió, pero en algún momento había que hacerla. Comenzamos entonces a prepararnos para el próximo intento, que sería solo cuando él se sintiera con ánimos de hacerlo.

Siempre he creído en el poder de las palabras, del diálogo, de la verdad, de manera que he conversado con él sobre todo lo que ocurre o está por ocurrir, desde que nació. He tratado de explicar cualquier cosa que le inquiete y de decirle siempre la verdad, de una manera acorde a su edad. Por eso, al preguntarme, "¿Mami, por qué me tienen que examinar tanto la cabeza?", traté de ser lo más sincera posible, obviando palabras que ya habrá tiempo de decir: Pablo, cuando estabas pequeñito estuviste muy enfermo en tu cabeza y el doctor Pereira te curó, y ahora siempre revisamos que todo esté bien allí. "Entiendo", y cambió de tema.

Desde siempre he hecho especial énfasis en hacerle ver que el miedo es normal, que todos podemos sentirlo, así seamos valientes. Libros, películas y comiquitas han sido excelentes aliados, pues más de una vez sus protagonistas han tenido que enfrentar algún temor y eso le ha hecho ver que es algo natural, no cobardía, y que tiene solución. También ha ayudado el jamás burlarnos de nadie que tenga miedo y no ofrecerle algo a cambio de, es decir, nunca decirle: "si te dejas examinar, te daremos un regalo"; creo que eso puede generar presión, en lugar de facilitar el proceso. Eso sí, al final de sus logros, se vale darle alguna sorpresa.

Conversamos sobre el examen, los ruidos molestos de la máquina, las gotitas que te duermen e hicimos un plan para trasnocharnos los tres viendo películas, para que así tuviera mucho sueño al momento de entrar a la máquina. A Pablo lo de hacer un cine hasta tarde le encantó y, al final, me dijo: "Sí, mami, ¡vamos a hacer el examen de la cabeza! ¡Voy a ser valiente con esos ruidos horribles!".

Llegó el día. Metegol y Río 2 nos habían acompañado hasta la madrugada. Al llegar a la clínica tenía mucho sueño, le tomaron la vía con total tranquilidad, le dieron las gotitas y ya no pudo mantenerse despierto, pero como la vida viene sin garantías, dentro de la máquina, apenas comenzó el examen, se despertó. Como yo estaba allí -casi acostada con él dentro del resonador-, me llamó con un hilo de voz. Le dije que tratara de quedarse tranquilo, con los ojos cerrados, que pronto íbamos a terminar. Así pasamos casi una hora, soportando los ruidos horribles, hablando entre susurros y esperando ansiosos que todo terminara; él, observando el túnel donde estaba metido, yo, contorsionada a su lado para que pudiera verme sin moverse y tomando su mano.

Pensé que en cualquier momento se movería o que no podría contener las lágrimas porque tenía miedo y los minutos iban muy lentos, pero Pablo lo logró. Al llegar a casa, lo esperaba su abuela con El increible niño comelibros, un libro que quería desde hacía tiempo y, aunque todavía estaba mareado, su sonrisa fue increíble.

Debo agregar que los resultados del examen fueron excelentes y ahora las evaluaciones serán anuales. También debo decir que mi hijo es la persona que más admiro en este mundo y más allá.

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"Mamá, ¿el increíble niño comelibros existirá? Mira como vino el libro". La imagen es un pedacito de esa belleza escrita e ilustrada por Oliver Jeffers. 

10 junio 2014

Reflexiones sobre amistad


Sabes mami, Sebastián B me dijo que quería ser mi amigo. Antes no era muy amigo mío, pero ahora él no tiene amigos y me preguntó que si podíamos ser amigos.

¿Y qué le respondiste, Pablo?

Le dije que sí. Cuando yo llegué al colegio, no tenía amigos y le pregunté a Jaime si podía ser su amigo, y él me dijo que sí.

Y ahora son muy buenos amigos.

Sí. Sebastián B me preguntó eso, y yo le dije que sí. Ahora todos somos amigos: él, Jaime, yo y Sebastián H, que también es más amigo mío ahora.

Entonces son un grupo de cuatro amigos.

Sí, y jugamos y compartimos.

¡Qué bueno!

—También soy amigo de varias hembras, pero me gusta más andar con mis amigos varones.

—Claro. Te entiendo, Pablo.




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En la imagen aparecen el niño y el pingüino, dos grandes amigos que protagonizan una serie de libros escritos e ilustrados por Oliver Jeffers, uno de los autores favoritos de Pablo. 

25 febrero 2014

Respeto y diferencias en cinco lecturas para niños

Una de mis principales inquietudes, apenas supe que sería madre, ha sido cómo formar a un individuo con valores. Sé que no hay fórmulas ni garantías, uno simplemente hace su mejor esfuerzo según criterios y convicciones propias. En nuestro caso, la apuesta ha sido a la educación en casa, a motivarlo a través de ejemplos; creo que el colegio es solo un complemento del trabajo de los padres, no el responsable de la formación. En ese sentido, mi apuesta también ha sido a la lectura.

Desde que Pablo era muy pequeñito, he propiciado su encuentro con los libros. Primero, curioseándolos; luego, leyéndoselos; ahora, leyéndolos él mismo con gusto. No creo que ser lector te convierte, automáticamente, en alguien inteligente, menos aún en buena persona, pero sí creo que la lectura es reveladora y que te permite ver cosas que jamás habrías descubierto si no leyeras, y eso es importante. 

Hay relatos simplemente divertidos, pero hay otros que van un poco más allá. En estos días he recordado algunos de esos libros que, de manera obvia o entre líneas, dan ese paso más allá: Historias que hablan de respeto, diferencias, críticas y diversidad, mensajes que, en mi opinión, son necesarios para los niños y también para sus padres. Algunos ya los he mencionado por aquí, pero bien valen una relectura.

Ratón y Vampiro
Ratón es disciplinado, organizado y tiene miedo a la oscuridad. Vampiro es desenfadado, arriesgado y no soporta la luz del día. Sin embargo, ambos logran una amistad auténtica, en la cual, las fortalezas de uno apoyan las debilidades del otro. Esta entrañable historia, que también fue llevada al teatro, es de factura venezolana: escrita por Yolanda Pantin, ilustrada por Jefferson Quintana y editada por Lugar Común.


Lolo. El autismo
Este libro pertenece a una serie llamada En el corazón de las diferencias -editada por Playco- y fue el que más le costó procesar a Pablo. Al principio sentía rechazo por la extraña conducta de Lolo, un niño de preescolar con autismo, y no quiso seguir leyendo. Unos días luego, quiso buscarlo de nuevo, me dijo que lo acompañara a leerlo y fuimos conversando sobre esas cosas que no comprendía. Al final, me dijo: "Mamá, si Lolo viniera para acá, le prestaría mis rompecabezas y jugaríamos. Si Lolo fuera mi amigo, le haríamos macarrones para almorzar, eso le gustaría". Texto e ilustraciones de Brigitte Marleau.

Lucas
Profesores y compañeros critican a Lucas porque no se adapta a las normales escolares; él, sabe muy bien lo que quiere. De esos casos en lo que alguien es juzgado por no ir con la corriente, pero, cuando ese alguien se destaca gracias a sus logros, los prejuicios cambian. Escribe Tony Bradman, ilustra Tony Ross, edita Oceáno Travesía.


La merienda del señor verde

Esta obra, escrita e ilustrada por Javier Sáez Castán, ganó un reconocimiento del Banco del Libro, y de verdad que lo merece. Valiéndose de una presentación visualmente impactante, el autor nos muestra cuán hermoso puede ser el mundo cuando hay diversidad. Forma parte del catálogo de Ediciones Ekaré. 

El trapito feliz
A primera vista esta es una historia simple, lúdica, sobre Lucy y Pablo, dos niños que tienen algo en común: una vieja frazada que los acompaña a todas partes. Sin embargo, acá hay mucho más. Los padres de Lucy se empeñan en quitarle el trapito, aunque con éste ella se siente más segura; los familiares de Pablo lo critican por hacer cosas de niño que ellos hacen siendo adultos. Pero Lucy y Pablo defienden su derecho a quedarse con el trapito feliz. Esta vez, el agudo Tony Ross ilustra y escribe la historia, editada por Fondo de Cultura Económica. 

07 febrero 2014

¡Ya son seis!

Antes de hablar de cualquier otro tema o anécdota, quiero hacer un alto para decir que el sábado 1 de febrero Pablo cumplió seis años. ¡Seis años! Y eso me hace inmensamente feliz. Uno de estos días haré una carta de agradecimiento para todos los que, de alguna manera, han hecho posibles estos seis años de VIDA. 

04 febrero 2014

Cuarón para niños

A Alfonso Cuarón lo conocí en 1998, cuando materializó a Pip y Estella en su versión de Grandes esperanzas, el libro de Dickens; desde entonces he seguido cada uno de sus largometrajes, siempre esperando el próximo con muchas expectativas. Al saber de Gravity, por supuesto que quería verla en el cine, pero, por primera vez, me tocó ver una de sus películas en DVD, y es que desde Children of Men un detalle cambió: Soy mamá y la sala de cine es un lugar al que ahora solo voy a ver cintas animadas.

Domingo en la noche, casa en penumbra, Pablo duerme en su cuarto, empieza la función. Al rato, el pequeño se viene a nuestro cuarto con alguna excusa que ahora no recuerdo y pide dormir con nosotros. Está bien, Pablo. Seguimos viendo la película, noto que Pablo no tiene "pose" de dormido. Me acerco sigilosa y lo veo atento a todo lo que hace Sandra Bullock en el espacio, con ojos abiertísimos. 

Vamos, a dormir. "Sí, mami, ya me duermo". Anda, Pablo, duérmete que es tarde. "Sí, mami, ya me estoy durmiendo". Pablo, ¿te gusta esa película? "Sí, me encanta el espacio. ¿Cómo se llama?". Se llama Gravity o Gravedad, en español. El chico seguía interesadísimo en todo lo que le ocurría a Sandra así que, para que se durmiera, tuvimos que apagar. Faltaban unos 15 minutos para el final.

Al día siguiente, al llegar del colegio, me saludó, soltó el bolso y "¿puedo ver Gravity, mami? Es que a mí me encanta el espacio". Primero a almorzar, Pablo, después vemos. Más tarde vino con un interrogatorio sobre la gravedad, la vida en el espacio y el aire para respirar en la Tierra. Como siempre, después me tocó inventar historias que contextualizaran el significado de gravedad, una y otra vez. 

"¿Puedo ver, Gravity, mami?". Está bien. Fuimos a la TV y le busqué una escena que le había gustado la noche anterior. Allí se quedó un rato, mientras yo terminaba algún trabajo. 

"¿Mamá, tú viste el final de Gravity?", me preguntó en la noche, cuando se acercaba la hora de dormir. No, recuerda que anoche la tuve que apagar y no he tenido tiempo de verla hoy. "Yo sí la vi. La muchacha dijo que ella era la mamá y quería verla. Arrancó la nave y viajó hasta la Tierra. Aterrizó en el agua y se estaba ahogando, pero nadó y nadó y salió y llegó. Lo logró". ¿La muchacha lo logró? "Sí, mami, lo logró". Ah, qué bueno... Gracias por contarme el final, Pablo. "De nada, mami, ¡tienes que verla!".


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La ilustración pertenece al libro Cómo atrapar una estrella, de Oliver Jeffers, uno de los favoritos de esta casa

21 enero 2014

¿Por qué Darth Vader se volvió malo, mamá?


Desde que Pablo se enamoró de Darth Vader and Son, supuse que sería complicado cuando descubriera que ese señor que viste de negro no es un padre ejemplar. Gracias al libro de Jeffrey Brown, el chico juraba que Vader y Luke tenían una hermosa relación -como la de él y su papá- y nosotros no nos atrevíamos a desmentirlo. Sin embargo, aun sin haber visto las películas, el entorno comenzó a soplarle que estaba ante a un villano.

"¿Por qué Darth Vader se volvió malo, mamá", me espetó un día. Debo decir que esa es una de las preguntas más difíciles que me han hecho. ¿Cómo explicarle a un niño de 5 años los motivos que pueden llevar a un hombre al lado oscuro?


A veces, hay personas que tienen todo, pero quieren más, quieren ser más poderosos, entonces hacen cosas malas para lograrlo. A veces, las personas están muy furiosas por cosas que les han pasado, están molestos con los demás, y eso los llena de maldad. Creo que eso fue lo que le pasó a Vader. 

―¡Hazme una historia de volverse malo, de querer ser más poderoso! ―respondió. Es usual que cuando le hablo de nuevos significados, me pida que le invente unas cuantas historias para contextualizar la explicación.

―A ver, Pablo. Imagínate que un día en el parque un niño te dice que te va a regalar muchos caramelos y chocolates, todos los que quieras, pero tienes que lastimar a un animal. ¿Aceptarías?

―No, no quiero. Hazme otra historia.

―Imagina que conoces a un señor y te dice que él vive en una casa donde hay muchos niños y todos hacen lo que quieran, comen chucherías solamente, juegan wii todo el día y se acuestan tarde, y no hay mamás que los regañen. Pero para poder vivir allí tienes que acompañarlos cuando vayan a molestar a los viejitos y a maltratar a los perritos, y...

―¡Un momento! ¡Yo tengo a mi mamá y mi casa, y no me voy con usted! ―interrumpió, indignado.

―Ves, Pablo, en momentos así, hay personas que dirían que sí aceptarían, como Vader.

―Yo no, mamá. Yo no soy malo y no quiero ser más poderoso. Ahora quiero ver las películas, ¿sí?

―Sí, claro. Te prometo que pronto vamos a verlas ―le dije, mientras, para mis adentros, admiraba la firmeza de sus respuestas y convicciones.

01 noviembre 2013

Un descubrimiento: La muerte


"Mamá, cuando yo sea grande, ¿tú vas a ser una viejita?", pregunta, sin previo aviso. Le digo que sí, que algún día seré una viejita. "¡No! ¿Por qué? Si tú eres mi mamá bonita".

"¿Papá va a ser un viejito cuando yo crezca?", me suelta, luego de una paseo con JJ. Le respondo y su semblante se hace triste, muy triste. Pero Pablo, seguro van a poder seguir haciendo muchas cosas juntos cuando seas grande, agrego en un intento por animarlo. La desilusión sigue en su mirada.

Pasan unos días; yo estoy trabajando en mi escritorio y él jugando en algún lugar de la casa. Se acerca, tranquilo, silencioso, "mamá, ¿yo también voy a ser un viejito y me voy a morir?". Sí, Pablo, también; todos vamos a envejecer y todos vamos a morir. "¿Y adónde nos vamos después?". Pues hay personas que dicen que, cuando mueres, vas a otro lugar que es muy bonito; yo no sé si sea cierto, pero me gusta pensar que sí. "¿Como otro planeta?". Sí, algo así puede ser. "Mamá, ¿hay algún país en donde no nos muramos?". No, Pablo, no lo hay.

"¿Y si se muere papá primero?", me espeta una tarde mientras cocinamos. Pues seguiríamos viviendo nosotros dos, sin él. "Y si te mueres tú primero, ¡¿qué vamos a hacer mi papá y yo?!". Sería igual, seguirían viviendo ustedes dos juntos, sin mí, y él te cuidaría. No te preocupes, no creo que eso pase todavía.

"¿Mamá, ¿a qué edad te vas a morir?". Aún no lo sé, nadie sabe a qué edad morirá, pero creo que será un poco más adelante. "Mamá, ¿y si subes y subes y no llegas a ningún lugar?". Pablo, estás preocupado por la muerte, ¿verdad? ¿Crees que te vas a quedar solo? "Sí, mami".

Pal, cuando seas grandes, tal vez tendrás también una familia, tal vez te cases y tengas hijos, y ellos te van a acompañar. Y si no es así, no te preocupes porque cuando vayas creciendo, seguro vas a ir conociendo personas que te querrán mucho y siempre te acompañarán. Esos son los amigos, y también son como una familia. Y estoy segura de que siempre podrás contar con ellos.

"Esta bien, mami".

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La imagen es una grabado de José Guadalupe Posada

09 octubre 2013

Al agua, pececito

Hoy Pablo comienza a practicar natación y a mí la emoción no me cabe en el pecho. Esta es de esas sensaciones que oprimen y aceleran el corazón, que dificultan la respiración y causan ansiedad, alegría y hasta tristeza y nostalgia; todo a la vez. Tal vez habrá quien piense que exagero, muchísimos niños practican natación y sus padres, seguramente, deben estar orgullosos y felices, sin tanto drama. Pero es que el día de hoy significa un gran logro en nuestras vidas.

Pablo adora el agua, sea de mar o de piscina. Le enloquece darse "un chapuzón", chapotear, jugar al tiburón. Por supuesto, su sueño es aprender a nadar, "ser un gran nadador y estar en una competencia, mamá", pero la vida o el destino o quién sabe qué quisieron que lo tuviera que postergar durante un buen tiempo.

Primero, la salud no estuvo de su lado y pasó dos años sin poder, siquiera, acercarse al mar o a la piscina. Luego, su cuerpo tuvo que recuperarse, fortalecerse; entonces podía darse su querido chapuzón, mas no hacerlo de forma continua. Hace poco su médico ha dicho que sí, que todo está en orden y puede practicar el deporte, y la felicidad de Pablo es infinita -y la nuestra, también-.

Ir a comprar el uniforme, identificar cada pieza, memorizar las reglas de la piscina, preparar el bolso... Todo ha sido una gran emoción para Pablo, un acontecimiento importantísimo en su vida. Anoche, a las ocho, ya quería irse a la cama para descansar y estar listo para lo que vendría. 

A esta hora ya debe haber terminado la clase de natación. Y, mientras escribo, cada tanto miro el reloj esperando la hora de su llegada para que me cuente cómo estuvo el primer día de su sueño.

Los sueños, ¿sueños son?

26 septiembre 2013

Días grises


"Mamá, cuando el cielo está nublado no hay que preocuparse: es que las nubes vienen a trabajar y le piden al sol que se aleje para poder hacer su trabajo. ¿Ves?, ahora están trabajando. 

Cuando las maticas y las flores están tristes, les echan agua de lluvia para alegrarlas. Esa es su misión, la misión de las nubes.

El sol no se ha ido, está por allá, luego vuelve. ¿Ves?".


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La ilustración se llama Rainy Day y es de un artista indio, Anil Nene

12 septiembre 2013

¿¿Vacaciones??

Los últimos dos meses han significado un reto, y grande. La razón es sencilla, obvia: Pablo está de vacaciones... pero yo no. Eso se traduce en hacer que el tiempo me alcance para trabajar, cuidarlo, entretenerlo y atender mi vida personal. Todo este asunto es como obrar un milagro, no exagero.

Si me han leído antes, sabrán que trabajo desde mi casa desde años antes de que Pablo naciera. Una vez con él en nuestras vidas, mi situación laboral ha sido una ventaja única, pues he podido cuidar de él todos estos años sin necesidad de recurrir a guarderías o al servicio de un extraño. Aún más importante es que he podido pasar muchísimo tiempo con él, tiempo que he aprovechado y disfrutado tanto como he podido y eso, en esta época, es un privilegio.

Pero mi día a día no es coser y cantar con mi hijo. Disciplina y orden son los amigos que me ayudan a cumplir con todo, responsablemente y sin tener que dedicar mis noches y fines de semana al trabajo. Con el tiempo he aprendido que noches y fines de semana son para hacer lo que uno desee, sea compartir con la familia o quedarme inmóvil en cama con el control remoto adherido a mi mano derecha.

Durante los meses de las vacaciones escolares ese equilibrio casi perfecto que he logrado se tambalea. ¿Cómo termino de escribir una nota si, en el camino, debo levantarme a hacer el desayuno, ayudar a servir una bebida, correr a ver algo buenísimo que hay en la tele, conversar, leer un cuento o ayudarlo a vestirse? ¿Cómo escribir con coherencia, si es imposible la concentración? Por esos días tampoco puedo aceptar hacer entrevistas o trabajos que impliquen ir a algún lugar adonde no pueda llevármelo.

Esos y otros son los dilemas que enfrento a diario. Tal vez todo sería más fácil si dejo a Pablo pasar las horas con un "atrapaniño", es decir, pegado al wii, al teléfono móvil o algún otro dispositivo, pero eso no encaja en mi concepción de crianza. Los atrapaniños están bien un rato o en ciertas circunstancias -como en salas de espera médicas o en un restaurante lleno de adultos-, mas no creo que deban ser parte esencial de sus vidas, al menos no a los cinco años, cuando queda tanto por descubrir en el mundo real. Por eso, cada año, hacemos una suerte de "Plan vacacional casero".

A Pablo la idea de los planes vacacionales no le llama la atención -accedió a participar en el del Banco del libro porque solo duraba una semana y era por medio tiempo-, entonces toca inventar actividades en casa. Así, hemos pintado, leído no sé cuántos cuentos, jugado con plastilina y visto películas. Hemos hecho paseos, armado rompecabezas y escuchado música. También inventé recetas llamativas para enseñarlo a comer vegetales, cosa que lo entusiasmó tanto que se involucró en la preparación y se comió con gusto todas nuestras creaciones -que es lo más importante-. Y esto es solo un resumen.

Al final del día, mi columna parece torcerse como un pretzel, los parpados me pesan y, de casualidad, alcanzo a ver alguna serie antes de quedarme dormida; de libros ni hablar, agarro alguno y comienzo a bostezar. En las noches, a veces, fantaseo con tener 24 horas a solas, hasta me conformaría con una mañana en cama haciendo nada.

El lunes empiezan las clases y también un respiro para mí. Imagino esa primera mañana disfrutando del silencio de mi casa y disponiendo de mi tiempo. Pero mientras se va acercando más la fecha, también me van creciendo la nostalgia y las ganas de seguir disfrutando de mi hijo todo el día todos los días. El tiempo anda muy de prisa.


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Estoy segura de que cualquier madre que mire la imagen de arriba la entiende sin necesidad de mayor explicación. La ilustración se llama Pausa y es de una artista que recién descubro: Katie m. Berggren. Ella ha dedicado su obra a la maternidad y sus momentos.

02 septiembre 2013

La vida a los cinco años


Pablo quiere hablar con los pájaros, decirles que no deben tener miedo que, si se acercan, las personas no les harán daño. Cuando lo haga, ellos se posarán en sus brazos y los podrá tocar y podrán jugar.

Le gusta cariñar. Si alguna vez me ve con cara de preocupación, se acerca a darme un beso o acariciarme para que me ponga bonita otra vez, "si das cariño eres más feliz".

Dice que los que gritan están locos, por eso es el Rey niño de los que no gritan.

También se declaró El dueño de las canciones y sus almuerzos deben ser musicalizados con temas en español.

No acepta gusanos ni cosas verdes en sus comidas ni que le diga que todos deben comer vegetales. "Hay personas a las que le gusta la ensalada y hay personas a las que no, mami".

Si se le olvida llevar un libro a sus paseos no hay problema: "Tu mano es un libro, mamá, y tu cabeza también. Allí puedes leer historias. Yo leo en mi cabeza".

Dice que un niño es alguien color carne con pelos cuyo cuerpo todavía no ha crecido, que duerme a las nueve y sueña a las once

Dice que una mamá es una muchacha bonita que trabaja en su computadora, escribe, hace actividades, pinta, lo cuida y lo quiere.

Está seguro de que él y Princesita serían buenos amigos.

Cuando sea grande tomará café. "La gente toma café, excepto los niños".

Cuando sea grande también quiere comprar flores para regalárselas a alguien, y luego casarse.

Le preocupa que sus padres se pongan viejitos cuando crezca. Tampoco quiere irse a vivir a otro lugar cuando sea un hombre. "Yo me quiero quedar contigo para siempre, mamá. Yo te voy a acompañar siempre". 

07 agosto 2013

A su aire


En estos 5 años -mi tiempo como mamá- he aprendido muchas cosas sencillas, insospechadas y hasta obvias; comprender el verdadero sentido de la palabra individuo y de lo individual, es una de ellas. Sí, hay etapas que deben ir ocurriendo de acuerdo a tiempos establecidos que nos indican si el niño se está desarrollando bien, pero dentro de esos mismo tiempos también hay flexibilidad: No debemos desesperarnos si no han ocurrido justo en el momento esperado.

En el mundo de padres e hijos siempre habrá otro a quien le haya ido "mejor" que a uno, como la mujer que no sintió molestia alguna durante el parto, la que quedó esbeltísima al mes de haber nacido su bebé, la que amantó día y noche con total soltura y mil casos más por el estilo. Ante estas rarezas siempre me decía mí misma: yo soy yo. 

Las peculiaridades también ocurren con los pequeños. Hace un tiempo conocí a una bebé que, según su madre, caminó a los nueve meses porque sabía que a ella le dolía la espalda y no la podía cargar. También sé de niños que leen perfectamente a los cuatro años, que manejaron la bicicleta sin rueditas antes que nadie, que son "súper pilas", que revientan las piñatas porque son muy fuertes o que los adelantaron a primer grado sin tener la edad adecuada -y también sé de padres que luchan por esa promoción antes de tiempo-. Y bueno, bien por ellos, pero creo que estos casos no deben ser punto de comparación: Pablo es Pablo (así como Sapo).

A Pablo lo hemos dejado a su aire, desde siempre. Hay cosas que hace rápido, otras, luego, y algunas, nunca -sí, claro, siempre estoy atenta a cualquier síntoma o señal que indique que algo no va bien-. Presionarlos para que logren eso que todavía no ocurre o insistirles para que se interesen por algo que, en teoría, les gusta a todos los niños de su edad puede ser un gran error que traerá ansiedad y frustraciones, de lado y lado.

A veces le pregunto a Pablo sobre cosas que, a mi parecer, deberían gustarle por ser niño y no siempre le interesan o le interesan cuando él quiere, como jugar con plastilina en casa. Cuando le preguntaba si quería que le compráramos algunas de las que traen moldecitos para crear figuras, como las Play-Doh, simplemente decía "no", y yo no insistía. Un día llegó entusiasmadísimo hablando de la plastilina y de las cosas que quería hacer con ella, entonces, le compramos un juego y le encantó.

Así pasa con otras cosas, de mayor o menor importancia, o con actividades que aún no domina: Lo ayudamos si es necesario y respetamos sus momentos. Al fin y al cabo, es un individuo.

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Imagen: Los muñequitos de plastilina los hice yo a petición suya. Según él, son Gru y Lucy, es decir, él y yo.

08 julio 2013

Causas, efectos y afectos

Cuando los niños comienzan a hablar, comienza también una serie ilimitada de preguntas que, con el correr del tiempo, se van haciendo más sofisticadas. Al principio, ¿qué eso? ¿dónde está?; luego, ¿por qué? ¿para qué?; ahora, ¿de donde viene? ¿qué tiene adentro? ¿y más adentro? ¿qué quiere decir?. Supongo que así seguiremos durante un buen tiempo.

A la par de las interrogantes, hay opiniones y comentarios. Pablo es un niño curioso, interesado en saber y conocer y con muchas ganas de ser parte de todo; no le hace falta invitación para sumarse a cualquier cosa que esté ocurriendo en casa, sea cocinar o ver una película en familia, ni para dar su opinión. Y ahí es cuando se convierte en un proceso mutuo. Como somos grandes conversadores, pues todo fluye muy bien.

Cada una de sus intervenciones espontáneas vienen seguidas de un "por qué" mío. Así como la vida despierta su curiosidad, sus ideas e interpretaciones despiertan la mía y mis ganas de comprender más su pequeño cerebro. Cada vez que "declara" algo que traspasa la línea de la normalidad intento entender la razón, su razón, y eso ocurre a diario. 

En estos días estoy participando en una actividad llamada #30DíasDibujando. Es una idea de Psiquearte que consiste en dibujar el "reto" que plantean cada noche, durante un mes. No estoy segura de si es esa su finalidad, pero es muy divertido y relajante. 

El reto #4 fue dibujar Mis vacaciones en otro planeta, el dibujo de arriba. Lo terminé y fui a enseñárselo a JJ; Pablo estaba allí. "¿Estás en el espacio, mamá?". Sí. "¡Ese dibujo es feo!". Lo miré, nos miramos todos. ¿Por qué, Pablo? "¡Porque no estamos papá y yo!". Ah, pero si ese es solo un pedacito del planeta, más allá están ustedes. "Bueno, tienes que dibujarnos".

El día anterior pasó algo similar. El reto #3 era hacer "un dibujo que sana". ¿Qué mejor para mis heridas que el mismo Pablo? Llegó cuando lo estaba dibujando. "¿Y tú dónde estás? Te tienes que hacer". Le dije que lo estaba haciendo así porque era para una actividad y le prometí que luego me haría; se quedó tranquilo y quiso escribirle algo para ayudarme.

Estos son episodios sencillos en apariencia, pero  hablan mucho de sus sentimientos, intereses, necesidades y afectos. Aún no he hecho ninguno de los dibujos, pero de esta semana no pasa. Su memoria es infalible.

20 junio 2013

Elecciones

―Mamá, yo te elegí a ti.

―¿Me elegiste?

―Sí, yo te elegí a ti, mi mamá bonita. 

―¿Sí? ¿Qué bueno!

―¿Y tú me elegiste a mí?

―Claro, Pablo.

―¿Y le dijiste a la doctora y a todos que me iba a llamar Pablo cuando iba a nacer?

―Sí, yo le conté a todos que te llamarías Pablo.

―¡Cuéntame otra vez cómo fue cuando nací!

Y, una vez más, le conté cómo pasaron las cosas ese 1° de febrero.

La conversación empezó así, de la nada. Yo hablaba con JJ, él llegó, nos interrumpió y comenzó. Yo le creo. 


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Blue Moon, la pintura de arriba, es del nigeriano Chidi Okoye, autor recurrente en este blog.

13 junio 2013

Darth Vader, un padre ejemplar


Debo comenzar diciendo que fue Pablo quien descubrió este libro. Fue durante las vacaciones pasadas, en una Urban Outfitters. Mientras JJ y yo husmeábamos entre los accesorios de diseño, él se dedicó a revisar minuciosamente la pequeña sección de libros. "¡Papá, mira lo que encontré!", gritó con una sonrisa más grande que él, corriendo hacia nosotros. Traía en sus manos Darth Vader and Son.

Resulta que Jeffrey Brown, el autor del libro, es fanático de Star Wars y papá de un varón -algo conocida la historia-. Además, es ilustrador y, a partir de su paternidad, se le ocurrió recrear la historia de Vader y Luke, específicamente, en la época cuando el hijo era pequeño y el hombre de negro era un padre novato que aún no sabía cómo lidiar con ciertas cosas.

El libro relata, y retrata, diferentes situaciones de la cotidianidad entre un padre y su hijo de 4 años -la edad que tenía el hijo de Brown cuando lo escribió y la edad de Pablo cuando lo descubrió-. Luke es un pequeño que se aburre del desayuno, que aguanta las ganas de hacer pipí, que no tiene ganas de apurarse para ir al colegio, que admira a Yoda -y Vader no se atreve a contradecirlo-, que quiere salir a jugar con Han Solo -así le digan que no-, que dice imprudencias delante de los adultos o que sufre cuando se le cae su helado y su papá lo consuela regalándole el suyo. En fin, como dirían en publicidad, es una serie de insights que llegan profundamente. 

En casa es lectura recurrente y obligada. También es un momento de complicidad entre padre e hijo que disfrutan muchísimo, supongo, porque ambos se ven reflejados en cada página y en cada pasaje. Y como está escrito en inglés, es un buen ejercicio para practicar el idioma con el pequeño. 

Sólo hay un problema en toda esta historia: Ahora Pablo tiene la certeza de que Darth Vader es bueno y un gran padre. ¿Quién se atreve a decirle que lo contrario?


07 junio 2013

Un niño que lee

Ayer, 6 de junio de 2013, ocurrió un acontecimiento digno de mención y registro escrito: Pablo leyó su primer libro, él solo, sin ayuda, de la primera a la última página. Lo leyó despacio, con cuidado, voz suavecita y mucha emoción. ¡Eso me ha hecho tan feliz!

El afortunado fue Pocoyó y la oruga Valentina, un libro muy sencillo, de poco texto, ideal para esta etapa de lectura incipiente -a veces me provoca hacer un homenaje a Pocoyó, le debemos tanto-. Para variar, fue en la sala de espera de una consultorio médico, visita que, por cierto, resultó en muy buenas noticias sobre su salud.

Esa vocecita que repasa sílabas poco a poco, sin prisa, se ha transformado en la música de fondo de mis tardes y noches desde hace varias semanas. Es uno de los sonidos más hermosos que haya escuchado.  

05 junio 2013

Gustos literarios

Pablo comenzó a leer a través de mis ojos. Supongo que cuando nació y vio de qué se trataba el asunto de las palabras y las historias, le gustó, porque desde muy pequeñito ha disfrutado la pequeña biblioteca que le tenía preparada para cuando llegara. Siempre digo, sin disimular la satisfacción, que jamás ha maltratado un libro o una revista, ni siquiera en sus primeros meses.

Aquella pequeña biblioteca ha crecido considerablemente. Primero era yo quien le traía novedades y, poco tiempo después, él mismo se hizo cargo de la selección. No exagero cuando digo que prefiere visitar una librería a una juguetería, le emociona más, y no porque no le gusten los juguetes, sino porque los libros lo enloquecen.

El pequeño experto no sólo tiene ya sus espacios de lectura preferidos -Kalathos, Sopa de letras, Crea y comparte, la Ludoteca de Los Palos Grandes y hasta la Biblioteca Paul Harris-, también tiene autores favoritos, y eso se me hace muy curioso. Pablo, antes de decidirse por un título, revisa las historias, los dibujos, me hace leerle varios, varias veces y, al fin, elige el que quiere llevar. Quién lo escribió o lo dibujo para él es lo de menos, sin embargo, he descubierto que hay dos nombres que se han hecho recurrentes: Tony Ross y Oliver Jeffers.

A Ross (1938) lo conoció por Princesita, primero como serie de televisión, luego en papel; de alguna manera, No quiero ir al hospital y Lávate las manos (ambos de Ediciones SM) le sirvieron para entretenerse y aprender. Después vinieron Juan y el lobo (Océano Travesía), Gorilón (con textos de Jeanne Willis, editado por Ekaré) y una maravilla llamada El trapito feliz (FCE).

De Jeffers le encanta toda la serie editada por FCE protagonizada por el "niño", grande y empastada -le ofrecimos el estuche que trae varios títulos en pequeño formato y se ofendió-. Acá tenemos Perdido y encontrado y Cómo atrapar una estrella, este último fue uno de los regalos que pidió en navidad.

Los primeros día de mayo fuimos un par de veces a la Fería de Altamira, uno de los eventos que él más espera cada año; empezó a visitarlo siendo muy pequeño y hoy es costumbre. Como siempre, revisó cada stand donde había títulos infantiles, me hizo leer entre la gente que iba y venía todos los libros que le parecieron interesantes -y que fueron muchos-. Dio otra vuelta, volvió a revisar, volví a leer.

Al final de estos paseos siempre le digo que elija el libro que más le gustó, sólo uno. El primer día eligió a Lucas (Océano Travesía), la historia de un niño diferente, que hace cosas diferentes, pese a lo que piensen los demás; fue escrito por Tony Bradman con ilustraciones de Tony Ross. El segundo día, luego de hacerme leer unos quince libros en el stand de FCE, se decidió por Atrapados, una historia disparatada de Oliver Jeffers.

Ambos autores son diferentes entre sí, en el estilo de ilustrar y en las maneras de contar -hasta son de épocas distintas: Ross es del 38 y Jeffers del 77-. Lo cierto es que sus trazos y ocurrencias para mi hijo son lo máximo.