26 noviembre 2007

Papá y bebé



El lazo mamá – bebé y su importancia es algo muy conocido por todos. Sean padres o no, la mayoría de las personas tiene una idea bastante clara de la fortaleza del nexo entre madre e hijo y de que éste comienza a formarse cuando el pequeño aun está en la barriga. Luego, al mirarlo desde el punto de vista materno lo notas más aun porque se hace tangible, en pocas palabras, lo vives. Pero estos meses de espera también he aprendido que el complemento de ese lazo lo da un tercer elemento: papá.

La relación entre papá y bebé también existe desde el mismo embarazo; los movimientos alborotados de Pablo al escuchar la voz de su papá independientemente de la hora que sea y sentir cómo se acurruca cuando siente su mano me lo confirman una y otra vez. Entre ellos también existe un lazo y ya hasta me imagino cómo será la relación entre ambos cuando la cría esté fuera de la panza –tomando en cuenta el sentido del humor de JJ y que serán dos varones contra una hembra-.

También pasa que el hecho de que exista este trío es algo que no sólo hace sentir feliz y seguro a Pablo, que cuenta con todo el cariño y atención de sus padres, sino a mi misma. Nada como tener a mi lado a alguien que esté pendiente de nosotros todo el tiempo, que se preocupa hasta por elegir una película que no sea tan fuerte para que no nos asustemos –Pablito y yo-, que pregunta si me tomé las vitaminas de la mañana o me “regaña” si no desayuno completo y que no deje pasar un día sin hablar con la barriga y hacerle sus respectivos cariños. Nada como saber que “él” está allí y que los tres viviremos juntos "el gran momento".




La semana pasada papá trajo El Globo, una lámpara que escogió para el cuarto de su bebé. No puedo disimular mi emoción cada vez que la veo.

19 noviembre 2007

Nostalgia


El fin de semana Katy, la gran tía-madrina, y yo nos dedicamos a visitar algunos sitios especializados en artículos para bebés y hacer las respectivas averiguaciones sobre listas para Baby Shower, pues pronto haremos el nuestro. Así que el domingo me levanté bien temprano, actualicé el inventario de cosas de Pablo -quien no ha nacido y ya tiene más ropa que yo- y, finalmente, hice su lista. Ahora sólo queda esperar el día de la reunión.

Aunque por un lado me siento feliz de haber salido de eso –ya tenía días dándole largas y confieso que estaba bastante perdida entre tantas cositas necesarias para el bebé- y porque todos andan súper pendientes del evento, por otro lado me siento medio nostálgica. El Baby Shower es la primera señal de que se acerca el fin del embarazo.

Sí, estoy loca por que nazca, por verlo, por tocarlo… pero también me da cierta tristeza pensar en que ya no estará en su barriga. Estos meses con Pablo viviendo y creciendo dentro de mí han sido de descubrimientos y emociones trascendentales. Es increíble cómo siendo un ser tan pequeñito y, a pesar de que no nos vemos ni hablamos directamente, aprendes a conocerlo y a comunicarte con él; no hay un día en que no lo acaricie o le hable, es mi compañerito inseparable.

Jose me dice que ahora va a ser mejor porque lo vamos a tener afuera con nosotros y que él seguirá estando conmigo todo el tiempo. Sé que es así, pero luego de tantos meses teniéndolo allí tan cerca, las 24 horas de cada día, es inevitable sentir nostalgia al pensar en que su “casita” quedará vacía. ¿Qué se le hace?
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Imagen: Motherhood de Justin Waterman

13 noviembre 2007

¿Cómo será?


Ésa ha sido la gran pregunta recurrente en lo que va de embarazo y, seguramente, durante lo que queda. Es muy grande la intriga por ver su rostro, su piel, su cabello, sus manitos y pies, su cuerpito... Cualquier momento es bueno para formularnos la interrogante, en el desayuno, mientras vemos televisión, antes de dormir... ¿Cómo será?

¿Tendrá tus ojos o los míos? ¿Tendrá pelos? Segurísimo, yo parecía un esquimal cuando nací. ¿Lo tendrá rizadito como el tuyo? ¿De qué color será? ¿Cómo tendrá la nariz? ¿Será antipático como yo? Ojalá sea cariñoso como tú. ¿A quién se parecerá? ¿Y si se parece a una de las abuelas? ¡No! Mejor a los abuelos. Si se parece a Henry va a ser un galán, y si es como tu papá se va a parecer un "mafiosito".

Así son las charlas usuales entre papá y mamá especulando sobre su bebé. Lo mejor es el día de la consulta mensual, cuando le hacen el súper-ultra definido eco, porque ahí sí que tenemos un acercamiento a la realidad (por mi me haría uno todas las semanas). Ayer tocaba la de noviembre y hasta madrugamos para ir a verlo en la pantallita mágica, todo un milagro tratándose de nosotros en una mañana lluviosa.

Cada vez que lo vemos, Pablo nos derrite más y más. Sus rasgos están muy bien definidos, tiene el perfil delicado y la típica "trompita" de bebé –el labio de arriba más gordito-, ¡y hasta abrió los ojos! Su cuerpo es perfecto, le encanta "enrollarse" -literalmente, se toca la cabeza con los pies- o estirarse y dejar sus “partes” en evidencia. Abre la boca, saca la lengua. Un muñequito de carne y hueso.

Su papá está convencido de que se parecerá a mí, asegura que tenemos la misma forma de la cara y el mismo perfil. Yo le veo la naricita como la de él y la carita redondeada, también de él. Quién sabe… Hasta ahora, lo único cierto es que es lo más hermoso que hemos hecho juntos.

03 noviembre 2007

Somnolencia


“El exceso de sueño dura todo el primer trimestre del embarazo”. Con esta frase me consolaba al principio, pues todos, todos coincidían, desde médico y libros hasta mamá, abuela y amigas. Sin embargo, como que todos se equivocaron porque el tiempo va pasando y mis ataques de sueño se mantienen como si estuviese en el primer mes.

Sí, hay días que son llevaderos y puedo manejarlo, pero hay otros en los que prácticamente quedo paralizada frente al monitor, incapaz de teclear, hacer una llamada o, peor aún, pensar. Lo único que pasa en esos momentos es la imagen de mi súper cama –que además es comodísima- y yo en ella soñando entre sábanas y almohadas. La hora fija para el “ataque” es la tardecita.

Una de las desventajas –aunque también es una ventaja- de trabajar en casa es que uno se vuelve sinvergüenza; no hay jefe ni compañeros de trabajo con los que te dé pena, y apenas llega la somnolencia puedes tomar la posición horizontal, sin remordimientos. En estos días de nubes y lluvias fuertes mi fuerza de voluntad terminó de desaparecer y si antes medio intentaba aguantar un poquito más despierta, ya no hay resistencia de mi parte.

Ciertamente esta situación es demasiado sabrosa, especialmente para alguien que disfruta tanto el dormir placenteramente, pero también tiene su lado medio malo. Si estoy en la calle y me llega “la hora” es duro aguantar, pero lo hago estoicamente, y si estoy en alguna reunión de trabajo, da un poco de vergüenza hablar con los demás en medio de bostezos.

Lo mejor de todo es que la somnolencia no limita mi sueño en las noches y ni los movimientos de Pablo en plena madrugada, ni los 800 despertadores de José Juan y su variedad de alarmas han podido con él. Bueno, sólo queda disfrutarlo mientras dure porque una vez que el pequeño esté entre nosotros la historia será otra.



Imagen: El sueño, Pablo Picasso.