20 junio 2013

Elecciones

―Mamá, yo te elegí a ti.

―¿Me elegiste?

―Sí, yo te elegí a ti, mi mamá bonita. 

―¿Sí? ¿Qué bueno!

―¿Y tú me elegiste a mí?

―Claro, Pablo.

―¿Y le dijiste a la doctora y a todos que me iba a llamar Pablo cuando iba a nacer?

―Sí, yo le conté a todos que te llamarías Pablo.

―¡Cuéntame otra vez cómo fue cuando nací!

Y, una vez más, le conté cómo pasaron las cosas ese 1° de febrero.

La conversación empezó así, de la nada. Yo hablaba con JJ, él llegó, nos interrumpió y comenzó. Yo le creo. 


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Blue Moon, la pintura de arriba, es del nigeriano Chidi Okoye, autor recurrente en este blog.

13 junio 2013

Darth Vader, un padre ejemplar


Debo comenzar diciendo que fue Pablo quien descubrió este libro. Fue durante las vacaciones pasadas, en una Urban Outfitters. Mientras JJ y yo husmeábamos entre los accesorios de diseño, él se dedicó a revisar minuciosamente la pequeña sección de libros. "¡Papá, mira lo que encontré!", gritó con una sonrisa más grande que él, corriendo hacia nosotros. Traía en sus manos Darth Vader and Son.

Resulta que Jeffrey Brown, el autor del libro, es fanático de Star Wars y papá de un varón -algo conocida la historia-. Además, es ilustrador y, a partir de su paternidad, se le ocurrió recrear la historia de Vader y Luke, específicamente, en la época cuando el hijo era pequeño y el hombre de negro era un padre novato que aún no sabía cómo lidiar con ciertas cosas.

El libro relata, y retrata, diferentes situaciones de la cotidianidad entre un padre y su hijo de 4 años -la edad que tenía el hijo de Brown cuando lo escribió y la edad de Pablo cuando lo descubrió-. Luke es un pequeño que se aburre del desayuno, que aguanta las ganas de hacer pipí, que no tiene ganas de apurarse para ir al colegio, que admira a Yoda -y Vader no se atreve a contradecirlo-, que quiere salir a jugar con Han Solo -así le digan que no-, que dice imprudencias delante de los adultos o que sufre cuando se le cae su helado y su papá lo consuela regalándole el suyo. En fin, como dirían en publicidad, es una serie de insights que llegan profundamente. 

En casa es lectura recurrente y obligada. También es un momento de complicidad entre padre e hijo que disfrutan muchísimo, supongo, porque ambos se ven reflejados en cada página y en cada pasaje. Y como está escrito en inglés, es un buen ejercicio para practicar el idioma con el pequeño. 

Sólo hay un problema en toda esta historia: Ahora Pablo tiene la certeza de que Darth Vader es bueno y un gran padre. ¿Quién se atreve a decirle que lo contrario?


07 junio 2013

Un niño que lee

Ayer, 6 de junio de 2013, ocurrió un acontecimiento digno de mención y registro escrito: Pablo leyó su primer libro, él solo, sin ayuda, de la primera a la última página. Lo leyó despacio, con cuidado, voz suavecita y mucha emoción. ¡Eso me ha hecho tan feliz!

El afortunado fue Pocoyó y la oruga Valentina, un libro muy sencillo, de poco texto, ideal para esta etapa de lectura incipiente -a veces me provoca hacer un homenaje a Pocoyó, le debemos tanto-. Para variar, fue en la sala de espera de una consultorio médico, visita que, por cierto, resultó en muy buenas noticias sobre su salud.

Esa vocecita que repasa sílabas poco a poco, sin prisa, se ha transformado en la música de fondo de mis tardes y noches desde hace varias semanas. Es uno de los sonidos más hermosos que haya escuchado.  

05 junio 2013

Gustos literarios

Pablo comenzó a leer a través de mis ojos. Supongo que cuando nació y vio de qué se trataba el asunto de las palabras y las historias, le gustó, porque desde muy pequeñito ha disfrutado la pequeña biblioteca que le tenía preparada para cuando llegara. Siempre digo, sin disimular la satisfacción, que jamás ha maltratado un libro o una revista, ni siquiera en sus primeros meses.

Aquella pequeña biblioteca ha crecido considerablemente. Primero era yo quien le traía novedades y, poco tiempo después, él mismo se hizo cargo de la selección. No exagero cuando digo que prefiere visitar una librería a una juguetería, le emociona más, y no porque no le gusten los juguetes, sino porque los libros lo enloquecen.

El pequeño experto no sólo tiene ya sus espacios de lectura preferidos -Kalathos, Sopa de letras, Crea y comparte, la Ludoteca de Los Palos Grandes y hasta la Biblioteca Paul Harris-, también tiene autores favoritos, y eso se me hace muy curioso. Pablo, antes de decidirse por un título, revisa las historias, los dibujos, me hace leerle varios, varias veces y, al fin, elige el que quiere llevar. Quién lo escribió o lo dibujo para él es lo de menos, sin embargo, he descubierto que hay dos nombres que se han hecho recurrentes: Tony Ross y Oliver Jeffers.

A Ross (1938) lo conoció por Princesita, primero como serie de televisión, luego en papel; de alguna manera, No quiero ir al hospital y Lávate las manos (ambos de Ediciones SM) le sirvieron para entretenerse y aprender. Después vinieron Juan y el lobo (Océano Travesía), Gorilón (con textos de Jeanne Willis, editado por Ekaré) y una maravilla llamada El trapito feliz (FCE).

De Jeffers le encanta toda la serie editada por FCE protagonizada por el "niño", grande y empastada -le ofrecimos el estuche que trae varios títulos en pequeño formato y se ofendió-. Acá tenemos Perdido y encontrado y Cómo atrapar una estrella, este último fue uno de los regalos que pidió en navidad.

Los primeros día de mayo fuimos un par de veces a la Fería de Altamira, uno de los eventos que él más espera cada año; empezó a visitarlo siendo muy pequeño y hoy es costumbre. Como siempre, revisó cada stand donde había títulos infantiles, me hizo leer entre la gente que iba y venía todos los libros que le parecieron interesantes -y que fueron muchos-. Dio otra vuelta, volvió a revisar, volví a leer.

Al final de estos paseos siempre le digo que elija el libro que más le gustó, sólo uno. El primer día eligió a Lucas (Océano Travesía), la historia de un niño diferente, que hace cosas diferentes, pese a lo que piensen los demás; fue escrito por Tony Bradman con ilustraciones de Tony Ross. El segundo día, luego de hacerme leer unos quince libros en el stand de FCE, se decidió por Atrapados, una historia disparatada de Oliver Jeffers.

Ambos autores son diferentes entre sí, en el estilo de ilustrar y en las maneras de contar -hasta son de épocas distintas: Ross es del 38 y Jeffers del 77-. Lo cierto es que sus trazos y ocurrencias para mi hijo son lo máximo.