01 noviembre 2013

Un descubrimiento: La muerte


"Mamá, cuando yo sea grande, ¿tú vas a ser una viejita?", pregunta, sin previo aviso. Le digo que sí, que algún día seré una viejita. "¡No! ¿Por qué? Si tú eres mi mamá bonita".

"¿Papá va a ser un viejito cuando yo crezca?", me suelta, luego de una paseo con JJ. Le respondo y su semblante se hace triste, muy triste. Pero Pablo, seguro van a poder seguir haciendo muchas cosas juntos cuando seas grande, agrego en un intento por animarlo. La desilusión sigue en su mirada.

Pasan unos días; yo estoy trabajando en mi escritorio y él jugando en algún lugar de la casa. Se acerca, tranquilo, silencioso, "mamá, ¿yo también voy a ser un viejito y me voy a morir?". Sí, Pablo, también; todos vamos a envejecer y todos vamos a morir. "¿Y adónde nos vamos después?". Pues hay personas que dicen que, cuando mueres, vas a otro lugar que es muy bonito; yo no sé si sea cierto, pero me gusta pensar que sí. "¿Como otro planeta?". Sí, algo así puede ser. "Mamá, ¿hay algún país en donde no nos muramos?". No, Pablo, no lo hay.

"¿Y si se muere papá primero?", me espeta una tarde mientras cocinamos. Pues seguiríamos viviendo nosotros dos, sin él. "Y si te mueres tú primero, ¡¿qué vamos a hacer mi papá y yo?!". Sería igual, seguirían viviendo ustedes dos juntos, sin mí, y él te cuidaría. No te preocupes, no creo que eso pase todavía.

"¿Mamá, ¿a qué edad te vas a morir?". Aún no lo sé, nadie sabe a qué edad morirá, pero creo que será un poco más adelante. "Mamá, ¿y si subes y subes y no llegas a ningún lugar?". Pablo, estás preocupado por la muerte, ¿verdad? ¿Crees que te vas a quedar solo? "Sí, mami".

Pal, cuando seas grandes, tal vez tendrás también una familia, tal vez te cases y tengas hijos, y ellos te van a acompañar. Y si no es así, no te preocupes porque cuando vayas creciendo, seguro vas a ir conociendo personas que te querrán mucho y siempre te acompañarán. Esos son los amigos, y también son como una familia. Y estoy segura de que siempre podrás contar con ellos.

"Esta bien, mami".

...

La imagen es una grabado de José Guadalupe Posada

09 octubre 2013

Al agua, pececito

Hoy Pablo comienza a practicar natación y a mí la emoción no me cabe en el pecho. Esta es de esas sensaciones que oprimen y aceleran el corazón, que dificultan la respiración y causan ansiedad, alegría y hasta tristeza y nostalgia; todo a la vez. Tal vez habrá quien piense que exagero, muchísimos niños practican natación y sus padres, seguramente, deben estar orgullosos y felices, sin tanto drama. Pero es que el día de hoy significa un gran logro en nuestras vidas.

Pablo adora el agua, sea de mar o de piscina. Le enloquece darse "un chapuzón", chapotear, jugar al tiburón. Por supuesto, su sueño es aprender a nadar, "ser un gran nadador y estar en una competencia, mamá", pero la vida o el destino o quién sabe qué quisieron que lo tuviera que postergar durante un buen tiempo.

Primero, la salud no estuvo de su lado y pasó dos años sin poder, siquiera, acercarse al mar o a la piscina. Luego, su cuerpo tuvo que recuperarse, fortalecerse; entonces podía darse su querido chapuzón, mas no hacerlo de forma continua. Hace poco su médico ha dicho que sí, que todo está en orden y puede practicar el deporte, y la felicidad de Pablo es infinita -y la nuestra, también-.

Ir a comprar el uniforme, identificar cada pieza, memorizar las reglas de la piscina, preparar el bolso... Todo ha sido una gran emoción para Pablo, un acontecimiento importantísimo en su vida. Anoche, a las ocho, ya quería irse a la cama para descansar y estar listo para lo que vendría. 

A esta hora ya debe haber terminado la clase de natación. Y, mientras escribo, cada tanto miro el reloj esperando la hora de su llegada para que me cuente cómo estuvo el primer día de su sueño.

Los sueños, ¿sueños son?

26 septiembre 2013

Días grises


"Mamá, cuando el cielo está nublado no hay que preocuparse: es que las nubes vienen a trabajar y le piden al sol que se aleje para poder hacer su trabajo. ¿Ves?, ahora están trabajando. 

Cuando las maticas y las flores están tristes, les echan agua de lluvia para alegrarlas. Esa es su misión, la misión de las nubes.

El sol no se ha ido, está por allá, luego vuelve. ¿Ves?".


...

La ilustración se llama Rainy Day y es de un artista indio, Anil Nene

12 septiembre 2013

¿¿Vacaciones??

Los últimos dos meses han significado un reto, y grande. La razón es sencilla, obvia: Pablo está de vacaciones... pero yo no. Eso se traduce en hacer que el tiempo me alcance para trabajar, cuidarlo, entretenerlo y atender mi vida personal. Todo este asunto es como obrar un milagro, no exagero.

Si me han leído antes, sabrán que trabajo desde mi casa desde años antes de que Pablo naciera. Una vez con él en nuestras vidas, mi situación laboral ha sido una ventaja única, pues he podido cuidar de él todos estos años sin necesidad de recurrir a guarderías o al servicio de un extraño. Aún más importante es que he podido pasar muchísimo tiempo con él, tiempo que he aprovechado y disfrutado tanto como he podido y eso, en esta época, es un privilegio.

Pero mi día a día no es coser y cantar con mi hijo. Disciplina y orden son los amigos que me ayudan a cumplir con todo, responsablemente y sin tener que dedicar mis noches y fines de semana al trabajo. Con el tiempo he aprendido que noches y fines de semana son para hacer lo que uno desee, sea compartir con la familia o quedarme inmóvil en cama con el control remoto adherido a mi mano derecha.

Durante los meses de las vacaciones escolares ese equilibrio casi perfecto que he logrado se tambalea. ¿Cómo termino de escribir una nota si, en el camino, debo levantarme a hacer el desayuno, ayudar a servir una bebida, correr a ver algo buenísimo que hay en la tele, conversar, leer un cuento o ayudarlo a vestirse? ¿Cómo escribir con coherencia, si es imposible la concentración? Por esos días tampoco puedo aceptar hacer entrevistas o trabajos que impliquen ir a algún lugar adonde no pueda llevármelo.

Esos y otros son los dilemas que enfrento a diario. Tal vez todo sería más fácil si dejo a Pablo pasar las horas con un "atrapaniño", es decir, pegado al wii, al teléfono móvil o algún otro dispositivo, pero eso no encaja en mi concepción de crianza. Los atrapaniños están bien un rato o en ciertas circunstancias -como en salas de espera médicas o en un restaurante lleno de adultos-, mas no creo que deban ser parte esencial de sus vidas, al menos no a los cinco años, cuando queda tanto por descubrir en el mundo real. Por eso, cada año, hacemos una suerte de "Plan vacacional casero".

A Pablo la idea de los planes vacacionales no le llama la atención -accedió a participar en el del Banco del libro porque solo duraba una semana y era por medio tiempo-, entonces toca inventar actividades en casa. Así, hemos pintado, leído no sé cuántos cuentos, jugado con plastilina y visto películas. Hemos hecho paseos, armado rompecabezas y escuchado música. También inventé recetas llamativas para enseñarlo a comer vegetales, cosa que lo entusiasmó tanto que se involucró en la preparación y se comió con gusto todas nuestras creaciones -que es lo más importante-. Y esto es solo un resumen.

Al final del día, mi columna parece torcerse como un pretzel, los parpados me pesan y, de casualidad, alcanzo a ver alguna serie antes de quedarme dormida; de libros ni hablar, agarro alguno y comienzo a bostezar. En las noches, a veces, fantaseo con tener 24 horas a solas, hasta me conformaría con una mañana en cama haciendo nada.

El lunes empiezan las clases y también un respiro para mí. Imagino esa primera mañana disfrutando del silencio de mi casa y disponiendo de mi tiempo. Pero mientras se va acercando más la fecha, también me van creciendo la nostalgia y las ganas de seguir disfrutando de mi hijo todo el día todos los días. El tiempo anda muy de prisa.


...

Estoy segura de que cualquier madre que mire la imagen de arriba la entiende sin necesidad de mayor explicación. La ilustración se llama Pausa y es de una artista que recién descubro: Katie m. Berggren. Ella ha dedicado su obra a la maternidad y sus momentos.

02 septiembre 2013

La vida a los cinco años


Pablo quiere hablar con los pájaros, decirles que no deben tener miedo que, si se acercan, las personas no les harán daño. Cuando lo haga, ellos se posarán en sus brazos y los podrá tocar y podrán jugar.

Le gusta cariñar. Si alguna vez me ve con cara de preocupación, se acerca a darme un beso o acariciarme para que me ponga bonita otra vez, "si das cariño eres más feliz".

Dice que los que gritan están locos, por eso es el Rey niño de los que no gritan.

También se declaró El dueño de las canciones y sus almuerzos deben ser musicalizados con temas en español.

No acepta gusanos ni cosas verdes en sus comidas ni que le diga que todos deben comer vegetales. "Hay personas a las que le gusta la ensalada y hay personas a las que no, mami".

Si se le olvida llevar un libro a sus paseos no hay problema: "Tu mano es un libro, mamá, y tu cabeza también. Allí puedes leer historias. Yo leo en mi cabeza".

Dice que un niño es alguien color carne con pelos cuyo cuerpo todavía no ha crecido, que duerme a las nueve y sueña a las once

Dice que una mamá es una muchacha bonita que trabaja en su computadora, escribe, hace actividades, pinta, lo cuida y lo quiere.

Está seguro de que él y Princesita serían buenos amigos.

Cuando sea grande tomará café. "La gente toma café, excepto los niños".

Cuando sea grande también quiere comprar flores para regalárselas a alguien, y luego casarse.

Le preocupa que sus padres se pongan viejitos cuando crezca. Tampoco quiere irse a vivir a otro lugar cuando sea un hombre. "Yo me quiero quedar contigo para siempre, mamá. Yo te voy a acompañar siempre". 

07 agosto 2013

A su aire


En estos 5 años -mi tiempo como mamá- he aprendido muchas cosas sencillas, insospechadas y hasta obvias; comprender el verdadero sentido de la palabra individuo y de lo individual, es una de ellas. Sí, hay etapas que deben ir ocurriendo de acuerdo a tiempos establecidos que nos indican si el niño se está desarrollando bien, pero dentro de esos mismo tiempos también hay flexibilidad: No debemos desesperarnos si no han ocurrido justo en el momento esperado.

En el mundo de padres e hijos siempre habrá otro a quien le haya ido "mejor" que a uno, como la mujer que no sintió molestia alguna durante el parto, la que quedó esbeltísima al mes de haber nacido su bebé, la que amantó día y noche con total soltura y mil casos más por el estilo. Ante estas rarezas siempre me decía mí misma: yo soy yo. 

Las peculiaridades también ocurren con los pequeños. Hace un tiempo conocí a una bebé que, según su madre, caminó a los nueve meses porque sabía que a ella le dolía la espalda y no la podía cargar. También sé de niños que leen perfectamente a los cuatro años, que manejaron la bicicleta sin rueditas antes que nadie, que son "súper pilas", que revientan las piñatas porque son muy fuertes o que los adelantaron a primer grado sin tener la edad adecuada -y también sé de padres que luchan por esa promoción antes de tiempo-. Y bueno, bien por ellos, pero creo que estos casos no deben ser punto de comparación: Pablo es Pablo (así como Sapo).

A Pablo lo hemos dejado a su aire, desde siempre. Hay cosas que hace rápido, otras, luego, y algunas, nunca -sí, claro, siempre estoy atenta a cualquier síntoma o señal que indique que algo no va bien-. Presionarlos para que logren eso que todavía no ocurre o insistirles para que se interesen por algo que, en teoría, les gusta a todos los niños de su edad puede ser un gran error que traerá ansiedad y frustraciones, de lado y lado.

A veces le pregunto a Pablo sobre cosas que, a mi parecer, deberían gustarle por ser niño y no siempre le interesan o le interesan cuando él quiere, como jugar con plastilina en casa. Cuando le preguntaba si quería que le compráramos algunas de las que traen moldecitos para crear figuras, como las Play-Doh, simplemente decía "no", y yo no insistía. Un día llegó entusiasmadísimo hablando de la plastilina y de las cosas que quería hacer con ella, entonces, le compramos un juego y le encantó.

Así pasa con otras cosas, de mayor o menor importancia, o con actividades que aún no domina: Lo ayudamos si es necesario y respetamos sus momentos. Al fin y al cabo, es un individuo.

...

Imagen: Los muñequitos de plastilina los hice yo a petición suya. Según él, son Gru y Lucy, es decir, él y yo.

08 julio 2013

Causas, efectos y afectos

Cuando los niños comienzan a hablar, comienza también una serie ilimitada de preguntas que, con el correr del tiempo, se van haciendo más sofisticadas. Al principio, ¿qué eso? ¿dónde está?; luego, ¿por qué? ¿para qué?; ahora, ¿de donde viene? ¿qué tiene adentro? ¿y más adentro? ¿qué quiere decir?. Supongo que así seguiremos durante un buen tiempo.

A la par de las interrogantes, hay opiniones y comentarios. Pablo es un niño curioso, interesado en saber y conocer y con muchas ganas de ser parte de todo; no le hace falta invitación para sumarse a cualquier cosa que esté ocurriendo en casa, sea cocinar o ver una película en familia, ni para dar su opinión. Y ahí es cuando se convierte en un proceso mutuo. Como somos grandes conversadores, pues todo fluye muy bien.

Cada una de sus intervenciones espontáneas vienen seguidas de un "por qué" mío. Así como la vida despierta su curiosidad, sus ideas e interpretaciones despiertan la mía y mis ganas de comprender más su pequeño cerebro. Cada vez que "declara" algo que traspasa la línea de la normalidad intento entender la razón, su razón, y eso ocurre a diario. 

En estos días estoy participando en una actividad llamada #30DíasDibujando. Es una idea de Psiquearte que consiste en dibujar el "reto" que plantean cada noche, durante un mes. No estoy segura de si es esa su finalidad, pero es muy divertido y relajante. 

El reto #4 fue dibujar Mis vacaciones en otro planeta, el dibujo de arriba. Lo terminé y fui a enseñárselo a JJ; Pablo estaba allí. "¿Estás en el espacio, mamá?". Sí. "¡Ese dibujo es feo!". Lo miré, nos miramos todos. ¿Por qué, Pablo? "¡Porque no estamos papá y yo!". Ah, pero si ese es solo un pedacito del planeta, más allá están ustedes. "Bueno, tienes que dibujarnos".

El día anterior pasó algo similar. El reto #3 era hacer "un dibujo que sana". ¿Qué mejor para mis heridas que el mismo Pablo? Llegó cuando lo estaba dibujando. "¿Y tú dónde estás? Te tienes que hacer". Le dije que lo estaba haciendo así porque era para una actividad y le prometí que luego me haría; se quedó tranquilo y quiso escribirle algo para ayudarme.

Estos son episodios sencillos en apariencia, pero  hablan mucho de sus sentimientos, intereses, necesidades y afectos. Aún no he hecho ninguno de los dibujos, pero de esta semana no pasa. Su memoria es infalible.

20 junio 2013

Elecciones

―Mamá, yo te elegí a ti.

―¿Me elegiste?

―Sí, yo te elegí a ti, mi mamá bonita. 

―¿Sí? ¿Qué bueno!

―¿Y tú me elegiste a mí?

―Claro, Pablo.

―¿Y le dijiste a la doctora y a todos que me iba a llamar Pablo cuando iba a nacer?

―Sí, yo le conté a todos que te llamarías Pablo.

―¡Cuéntame otra vez cómo fue cuando nací!

Y, una vez más, le conté cómo pasaron las cosas ese 1° de febrero.

La conversación empezó así, de la nada. Yo hablaba con JJ, él llegó, nos interrumpió y comenzó. Yo le creo. 


---

Blue Moon, la pintura de arriba, es del nigeriano Chidi Okoye, autor recurrente en este blog.

13 junio 2013

Darth Vader, un padre ejemplar


Debo comenzar diciendo que fue Pablo quien descubrió este libro. Fue durante las vacaciones pasadas, en una Urban Outfitters. Mientras JJ y yo husmeábamos entre los accesorios de diseño, él se dedicó a revisar minuciosamente la pequeña sección de libros. "¡Papá, mira lo que encontré!", gritó con una sonrisa más grande que él, corriendo hacia nosotros. Traía en sus manos Darth Vader and Son.

Resulta que Jeffrey Brown, el autor del libro, es fanático de Star Wars y papá de un varón -algo conocida la historia-. Además, es ilustrador y, a partir de su paternidad, se le ocurrió recrear la historia de Vader y Luke, específicamente, en la época cuando el hijo era pequeño y el hombre de negro era un padre novato que aún no sabía cómo lidiar con ciertas cosas.

El libro relata, y retrata, diferentes situaciones de la cotidianidad entre un padre y su hijo de 4 años -la edad que tenía el hijo de Brown cuando lo escribió y la edad de Pablo cuando lo descubrió-. Luke es un pequeño que se aburre del desayuno, que aguanta las ganas de hacer pipí, que no tiene ganas de apurarse para ir al colegio, que admira a Yoda -y Vader no se atreve a contradecirlo-, que quiere salir a jugar con Han Solo -así le digan que no-, que dice imprudencias delante de los adultos o que sufre cuando se le cae su helado y su papá lo consuela regalándole el suyo. En fin, como dirían en publicidad, es una serie de insights que llegan profundamente. 

En casa es lectura recurrente y obligada. También es un momento de complicidad entre padre e hijo que disfrutan muchísimo, supongo, porque ambos se ven reflejados en cada página y en cada pasaje. Y como está escrito en inglés, es un buen ejercicio para practicar el idioma con el pequeño. 

Sólo hay un problema en toda esta historia: Ahora Pablo tiene la certeza de que Darth Vader es bueno y un gran padre. ¿Quién se atreve a decirle que lo contrario?


07 junio 2013

Un niño que lee

Ayer, 6 de junio de 2013, ocurrió un acontecimiento digno de mención y registro escrito: Pablo leyó su primer libro, él solo, sin ayuda, de la primera a la última página. Lo leyó despacio, con cuidado, voz suavecita y mucha emoción. ¡Eso me ha hecho tan feliz!

El afortunado fue Pocoyó y la oruga Valentina, un libro muy sencillo, de poco texto, ideal para esta etapa de lectura incipiente -a veces me provoca hacer un homenaje a Pocoyó, le debemos tanto-. Para variar, fue en la sala de espera de una consultorio médico, visita que, por cierto, resultó en muy buenas noticias sobre su salud.

Esa vocecita que repasa sílabas poco a poco, sin prisa, se ha transformado en la música de fondo de mis tardes y noches desde hace varias semanas. Es uno de los sonidos más hermosos que haya escuchado.  

05 junio 2013

Gustos literarios

Pablo comenzó a leer a través de mis ojos. Supongo que cuando nació y vio de qué se trataba el asunto de las palabras y las historias, le gustó, porque desde muy pequeñito ha disfrutado la pequeña biblioteca que le tenía preparada para cuando llegara. Siempre digo, sin disimular la satisfacción, que jamás ha maltratado un libro o una revista, ni siquiera en sus primeros meses.

Aquella pequeña biblioteca ha crecido considerablemente. Primero era yo quien le traía novedades y, poco tiempo después, él mismo se hizo cargo de la selección. No exagero cuando digo que prefiere visitar una librería a una juguetería, le emociona más, y no porque no le gusten los juguetes, sino porque los libros lo enloquecen.

El pequeño experto no sólo tiene ya sus espacios de lectura preferidos -Kalathos, Sopa de letras, Crea y comparte, la Ludoteca de Los Palos Grandes y hasta la Biblioteca Paul Harris-, también tiene autores favoritos, y eso se me hace muy curioso. Pablo, antes de decidirse por un título, revisa las historias, los dibujos, me hace leerle varios, varias veces y, al fin, elige el que quiere llevar. Quién lo escribió o lo dibujo para él es lo de menos, sin embargo, he descubierto que hay dos nombres que se han hecho recurrentes: Tony Ross y Oliver Jeffers.

A Ross (1938) lo conoció por Princesita, primero como serie de televisión, luego en papel; de alguna manera, No quiero ir al hospital y Lávate las manos (ambos de Ediciones SM) le sirvieron para entretenerse y aprender. Después vinieron Juan y el lobo (Océano Travesía), Gorilón (con textos de Jeanne Willis, editado por Ekaré) y una maravilla llamada El trapito feliz (FCE).

De Jeffers le encanta toda la serie editada por FCE protagonizada por el "niño", grande y empastada -le ofrecimos el estuche que trae varios títulos en pequeño formato y se ofendió-. Acá tenemos Perdido y encontrado y Cómo atrapar una estrella, este último fue uno de los regalos que pidió en navidad.

Los primeros día de mayo fuimos un par de veces a la Fería de Altamira, uno de los eventos que él más espera cada año; empezó a visitarlo siendo muy pequeño y hoy es costumbre. Como siempre, revisó cada stand donde había títulos infantiles, me hizo leer entre la gente que iba y venía todos los libros que le parecieron interesantes -y que fueron muchos-. Dio otra vuelta, volvió a revisar, volví a leer.

Al final de estos paseos siempre le digo que elija el libro que más le gustó, sólo uno. El primer día eligió a Lucas (Océano Travesía), la historia de un niño diferente, que hace cosas diferentes, pese a lo que piensen los demás; fue escrito por Tony Bradman con ilustraciones de Tony Ross. El segundo día, luego de hacerme leer unos quince libros en el stand de FCE, se decidió por Atrapados, una historia disparatada de Oliver Jeffers.

Ambos autores son diferentes entre sí, en el estilo de ilustrar y en las maneras de contar -hasta son de épocas distintas: Ross es del 38 y Jeffers del 77-. Lo cierto es que sus trazos y ocurrencias para mi hijo son lo máximo.

31 mayo 2013

El Rey niño de los que no gritan


Tener un niño en casa significa hacer gala de una paciencia infinita. No me quejo, Pablo es tranquilo, se porta bien y, si le explicas las cosas, las comprende perfectamente. Pero un niño de 5 años es un niño de 5 años.

La hora del baño y la de dormir son, realmente, la hora de las excusas. “Ya va mami que estoy haciendo algo”, “Es que se me perdió un juguete”, “Necesito ir a la cocina a preguntarle algo a papá”.  En las noches, a las excusas se suman carreritas, volteretas, saltos en el colchón y… ¡Pabloooo, ya es tarde. Hora de dormiiir!

―Mamá, yo soy el Rey niño de los que no gritan. Tranquilita, ¿sí? ―con voz muy suave.

―¿El Rey niño de los que no gritan?

―Sí.

―¿Y cómo es eso? ¿Cómo es el Reino de los que no gritan?

―En mi Reino todos estamos tranquilitos, calladitos, hablamos bajito.

―Mmm…

―Mamá, si te vuelves a poner regañona voy a ponerte calladita con mi varita, y así no gritas más.

―Está bien, Pablo. Ven, vamos a dormir.

No soy una persona de hablar ni reírse muy alto, de hecho, creo que no sé gritar; pero a veces, cuando pierdo la paciencia, subo el tono. Sé que, en parte, lo hace para salirse con la suya, mas no puedo negar que, gracias al Rey niño de los que no gritan, me he sentido así como una bruja chillona y he estado revisándome y replanteándome ciertas conductas.

Sigo intentando que se vaya a la cama temprano, él sigue buscando excusas y cuando se me escapa un ¡Pabloooo!, en seguida me interrumpe: “Mamá, recuerda que soy el Rey niño de los que no gritan, no puedes comportarte así en mi reino”.  


...


La ilustración se llama Le petit roi y es de un autor francés: Laurent Richard

30 mayo 2013

Valiente

Hay padres que ven la televisión como el enemigo a vencer, otros, extrañamente, creen que ese rectángulo luminoso es capaz de educar a sus hijos. Para mí, la educación de los niños comienza en casa y, en algunos casos, la pantallita puede ser muy útil. Nada ni nadie es absolutamente malo o bueno.

La rutina médica es parte de nuestras vidas, desde hace mucho tiempo, y hacerle frente es un proceso en el que coinciden paciencia, aprendizaje y, sobre todo, comunicación. Estoy convencida de que conversar y explicar a Pablo cada paso que daremos ha sido clave en su salud, física y mental. A veces, en esa tarea de explicar de forma sencilla qué vamos a hacer y por qué, he tenido que valerme de la ayuda de algunos “amigos”. 

Hace unas semanas nos tocó uno de esos exámenes que me encantaría evitar, pero son necesarios. Días antes comenzó la preparación para comprender el ayuno de 14 horas, pinchazo para tomar la vía, más horas en una camilla y “eso es solo para saber si estás creciendo bien o si necesitas tomar algunas vitaminas”.

Mi hijo es un admirador del Hombre Araña. Sabe los diálogos de memoria de todas las películas, actúa las escenas, cree que cuando crezca podrá pegarse a las paredes y techos, quiere una novia como Mary Jane o Gwen y siempre me recuerda que nada me va a pasar porque él siempre estará allí para salvarme de los malos.

―Pablo, eso va a ser un pinchazo como cuando la araña mordió a Peter. Al principio se sintió un poco mal, pero luego se recuperó y se hizo fuerte y pudo ayudar a los demás  ―le dije.

―Sí, mami. Yo siempre soy valiente.

Llegó el momento del examen. Como siempre, quiso mirar cómo le toman la vía y le sacan la sangre, nada de “mira para otro lado mientras”. Todo iba bien hasta que llegó una inyección inesperada, muy dolorosa, y no aguantó las lágrimas. Al final, cuando recogían los equipos, preguntó: “¿Doctora, con tus agujas curas a los niños?”. Ella asintió con una sonrisa.

De regreso, me dijo con cierta angustia,

―Mami, lloré, ya no soy valiente.

―¡Pues claro que eres valiente! Así llores, sigues siéndolo. No es malo llorar si te sientes mal o triste. Peter se sintió mal y se desmayó una vez, y sigue siendo un héroe.

―Sí, mami. Yo sigo siendo valiente –dijo aliviado y feliz.

Después de todo esto me pregunto, ¿no es Spider-Man un superhéroe de verdad-verdad? Para mí, sí que lo es.


17 mayo 2013

Banda sonora de un cincoañero



Si te gusta la música es inevitable el encuentro entre ella y tus hijos, en mi caso, entre ella y Pablo. Ese primer contacto ocurrió cuando pasaba sus días, feliz, inmerso en el líquido amniótico y yo intentaba escuchar canciones alegres. Sí, en esos días noté mi predilección por la música, digamos, triste. Entonces, el soundtrack de Amélie y el hermoso In Rainbows de Radiohead, que para mí son la mar de la alegría, se convirtieron en la banda sonora oficial de mi embarazo.

Una vez en tierra firme, Pablo empezó a familiarizarse con los sonidos que escuchaba en casa y en el carro y a identificarlos con su entorno: Si oía los primeros acordes de algunas canciones de Pearl Jam, gritaba, “¡papá!” o, después de la ducha, pedía música de mamá para bailar, es decir, In Rainbows.  

Así, en estos cinco años, ha ido descubriendo más sonidos y definiendo sus favoritos, que no necesariamente son los mismos de nosotros. Los viajes por tierra son momentos perfectos para imponer sus gustos, así que hemos viajado de Caracas a Maracay escuchando La casa, de Caramelos de Cianuro, o a la Colonia Tovar con Te quiero, de Calamaro, o Tender, de Blur. Y, “¡otra vez, mamá!”.

A la hora de hacer la tarea le viene bien Mozart for Babies, mientras que Ratón y Vampiro, con las canciones de Los Hermanos Naturales, es ideal para cualquier momento del día. En YouTube encontró su canción para comprender de qué se trata el 14 de febrero: Seguir viviendo sin tu amor, pero la versión de Catupecu Machu. Para adornar el árbol de navidad le pareció idóneo Crímenes perfectos, versionado por Fito. Y los domingos en esta casa se debe escuchar el Vauxhall and I de Morrissey, especialmente, la 1 y la 2.

La música se ha hecho rutina en su vida. En los últimos días, cada vez que llega del colegio, dice que quiere escuchar música de grandes, y se va directo al aparato de sonido. Allí tiene un disco que llegó a casa por razones laborales y que el ama: Bipolar, de  Cuarteto de nos. Ahora es usual verlo acompañarse de su guitarra de juguete o de algún tambor de la batería de su papá para entonar, a viva voz, Miguel gritar o Bipolar y “ven a verme, mamá, tú eres la pública”.

“Sabes, Pablo, cuando naciste estaba de moda una canción de Cuarteto de nos. La ponían todas las tardes en el canal que yo miraba. ¿La quieres escuchar? Se llama Yendo a la casa de Damián”, le conté. Dijo que sí, puse el video en el teléfono, la escuchó en silencio y, al final, “¡pónmela otra vez, mamá!”.

... 

La imagen, es del tocayo Picasso: Guitarra y mandolina. La primera es el instrumento favorito de Pablo, la segunda, uno de los varios que tocaba mi abuelo.