17 mayo 2013

Banda sonora de un cincoañero



Si te gusta la música es inevitable el encuentro entre ella y tus hijos, en mi caso, entre ella y Pablo. Ese primer contacto ocurrió cuando pasaba sus días, feliz, inmerso en el líquido amniótico y yo intentaba escuchar canciones alegres. Sí, en esos días noté mi predilección por la música, digamos, triste. Entonces, el soundtrack de Amélie y el hermoso In Rainbows de Radiohead, que para mí son la mar de la alegría, se convirtieron en la banda sonora oficial de mi embarazo.

Una vez en tierra firme, Pablo empezó a familiarizarse con los sonidos que escuchaba en casa y en el carro y a identificarlos con su entorno: Si oía los primeros acordes de algunas canciones de Pearl Jam, gritaba, “¡papá!” o, después de la ducha, pedía música de mamá para bailar, es decir, In Rainbows.  

Así, en estos cinco años, ha ido descubriendo más sonidos y definiendo sus favoritos, que no necesariamente son los mismos de nosotros. Los viajes por tierra son momentos perfectos para imponer sus gustos, así que hemos viajado de Caracas a Maracay escuchando La casa, de Caramelos de Cianuro, o a la Colonia Tovar con Te quiero, de Calamaro, o Tender, de Blur. Y, “¡otra vez, mamá!”.

A la hora de hacer la tarea le viene bien Mozart for Babies, mientras que Ratón y Vampiro, con las canciones de Los Hermanos Naturales, es ideal para cualquier momento del día. En YouTube encontró su canción para comprender de qué se trata el 14 de febrero: Seguir viviendo sin tu amor, pero la versión de Catupecu Machu. Para adornar el árbol de navidad le pareció idóneo Crímenes perfectos, versionado por Fito. Y los domingos en esta casa se debe escuchar el Vauxhall and I de Morrissey, especialmente, la 1 y la 2.

La música se ha hecho rutina en su vida. En los últimos días, cada vez que llega del colegio, dice que quiere escuchar música de grandes, y se va directo al aparato de sonido. Allí tiene un disco que llegó a casa por razones laborales y que el ama: Bipolar, de  Cuarteto de nos. Ahora es usual verlo acompañarse de su guitarra de juguete o de algún tambor de la batería de su papá para entonar, a viva voz, Miguel gritar o Bipolar y “ven a verme, mamá, tú eres la pública”.

“Sabes, Pablo, cuando naciste estaba de moda una canción de Cuarteto de nos. La ponían todas las tardes en el canal que yo miraba. ¿La quieres escuchar? Se llama Yendo a la casa de Damián”, le conté. Dijo que sí, puse el video en el teléfono, la escuchó en silencio y, al final, “¡pónmela otra vez, mamá!”.

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La imagen, es del tocayo Picasso: Guitarra y mandolina. La primera es el instrumento favorito de Pablo, la segunda, uno de los varios que tocaba mi abuelo.

3 comentarios:

Adriana Terán H. dijo...

Pablo! Me encanta Morrisey... Invitaré a Sebas a escucharlo.

Él coincide contigo en algunas cosas: Mozart para estudiar, aunque siempre termina "rockeando" con Beethoven y Hermanos Naturales para cualquier momento del día.

Abrazos.

Zule dijo...

De Pablo siempre me ha gustado todo.
Recuerdo esos ojazos con los que me veía cuando era chiquitico. En ellos se adivinaba que estaba ya formándose una opinión de lo que le rodeaba y que algo en ti lo había dejado pensado en otra cosa.
Él no es un niño común, no. Pablo es definitivamente un niño mágico.
Y ya que hablamos de música, entre él y yo, está Phil Collins. Siempre Phil Collins.
Pablo no lo sabe, pero siempre que lo pienso sonrío.

Anónimo dijo...

Hermoso texto. Tanto como su protagonista y quien lo escribió. Un beso gigante.

JJ