23 septiembre 2009

Primer día


¡Y no lloramos!

El niño acuario

<<Poseerá una gran inteligencia que le permitirá aprender con rapidez cómo funciona todo a su alrededor. Su curiosidad será enorme y su sociabilidad también. Se sentirá atraído por lo extraño, por lo distinto y por lo que tenga color y vida. Por lo tanto, no se le deberá perder de vista cuando comience a caminar. ¡Le atraerán los equipos electrónicos, televisores, radios, teléfonos, computadoras, todo! llegará a meter sus deditos en todos los controles produciendo ataques de nervios a los adultos de su alrededor. Es preferible enseñarle el uso correcto de los equipos, antes que prohibirle tocarlos. Este niño puede llegar a ser prodigio, su capacidad de aprendizaje es única.

Tiende a aburrirse fácilmente y por eso siempre estará a la búsqueda de cosas nuevas. Su humor será muy variable y puede pasar de un extremo a otro en un mismo día. Es totalmente impredecible, pero encantador y divertido. En su personalidad se combina un sentido práctico y una percepción increíble con una lógica aguda y penetrante. Sus respuestas serán claras y precisas aunque frente a una orden o sugerencia su respuesta será “no”. No soporta que lo manden aunque después obedezca, pero siempre habrá una reacción de rebeldía>>.

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Soy de lo más incrédula y nada consecuente con el tema astrológico, aunque, confieso, conozco las característivcas que definen a un Cáncer, un Leo o un Aries, por ejemplo. Durante un "pajareo" virtual me encontré con este texto y, sinceramente, quedé sorprendida: es una fiel descripción de Pablito. Y no lo digo sólo yo, sino su papá, abuela, tía, bisabuela, Etc.

¿Será que ésta es la explicación a todas sus excentricidades y locuras?

¡Tengo un niño acuario!

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Nota: el texto aparece en varios sitios web, no sé quién es el autor.
Imagen: Pablito baterista.

Agenda vacacional

Tratamos de aprovechar el tiempo al máximo en estas últimas semanas llevando a Pablo a sus lugares favoritos y presentándole otros que pensamos le gustarían. Una vez más, comprobamos que el sueño imprevisto puede echar por tierra la mejor de las planificaciones, como sucedió cuando visitamos el Baby Zoo y, aunque parecía despierto, casi no se dio cuenta de que estaba rodeado de animalitos de esos que disfruta perseguir. Pero los sueños inesperados también tienen su lado bueno y hemos aprendido a aprovecharlo, de manera que gracias a una siesta atravesada pudimos disfrutar muy tranquilamente de vino y fondue en el Ávila muy románticamente y sin tener que alternar los bocados con las carreras persiguiendo al pequeño.

Notamos que lo que nos parece poco agradable puede ser todo lo contrario para los chicos, como los "animales-moto" de Paseo El Hatillo; para mí fue, literalmente, encaramarme en un peluche gigante a regañadientes –y eso que busqué el más decentito- y él hasta pidió una segunda vuelta. Y aprendimos que en horarios adecuados, los centros comerciales pueden funcionar: las rampas del Boleita Center y las fuentes del CCCT enloquecen a Pablo.

Otro aprendizaje que nos ha quedado de estas vacaciones es que los padres somos capaces de hacer cualquier cosa –así sea cansona o fastidiosa- si sabemos que eso traerá consigo la respectiva resplandeciente sonrisa. Así, varios días cargamos piscina inflable, tobito, repelente, bloqueador, pañales para nadar, flotador y un perolero innumerable bajo el sol para que a Pablito no le faltara nada en la playa. Ah, también madrugamos y nos fuimos a hacer una fila bastante larga para retirar las entradas a un evento de Discovery Kids que era sumamente importante para él: estarían Doki, Mundi y Backyardigans.

Ayer cerramos las vacaciones corriendo por todo el Centro de Arte La Estancia, muy buena opción cuando se tiene a un explorador incansable, amante de la grama, hojas secas y flores: En días de semana no hay mucha gente y puedes dejarlo de su cuenta sin peligro de que se escape.

Tras un asueto de más de año y medio, mañana -mejor dicho, más tarde- empezamos una nueva etapa que, estoy segura, será tan interesante, enriquecedora y bonita como la que está por finalizar.
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Imagen: siesta a la orilla del mar, tomada por su padre

13 septiembre 2009

"Papitis"

Siempre he sido yo la perseguida sin tregua pero, no sabemos por qué extraña razón, Pablo dedicó este fin de semana a “acosar” a su papá olvidandose de mí milagrosamente. El pequeño decidía cuándo verían televisión, la hora de salir a pasear, de jugar, de comer, de echarse... Como dueño absoluto, no le permitía ninguna actividad que no implicase su presencia y participación. Es como si intuyera que pronto terminan las vacaciones de papi.



Imagen: este es un pic de un video que les hice. Aunque nunca hemos tratado de direccionar los gustos de Pablo según los nuestros, este fin de semana nos sorprendió usando las baquetas y encendiendo el metrónomo.

Anotaciones sueltas

Cuando abrí este espacio, más que una forma de documentar mi maternidad, lo hice pensando en que sería un regalo único para ese bebé que venía en camino. Sigo con la misma idea, aunque es poco lo que he compartido por acá últimamente. Creo que le debo unas líneas al agasajado sobre qué ha sido de nuestras vidas.

Siempre repito que no es nada fácil lo de trabajar en casa mientras te ocupas de un pequeño terremoto, especialmente si éste se ha propuesto como única misión impedirlo. Sí, el objetivo diario de Pablo es evitar que permanezca más de 5 minutos en mi silla de trabajo y se vale de tretas ruines para conseguirlo, como fingir que le pasa algo o desenchufar mi computadora. Y en eso pasamos el día: yo intentando escribir, él tratando de que me vaya con él.

Es mi compañero de andanzas, y eso se extiende a lo laboral. Así como empezó a frecuentar salas de redacción de revistas y agencias de publicidad desde que tenía pocos meses de vida; ahora me acompaña a reuniones de trabajo y a hacer entrevistas, y su vocecita suele ser música de fondo en esas conversaciones que luego transcribo desde el grabador. Gracias a sus encantos, en todas partes en bien recibido y siempre le ofrecen “instrumentos” para jugar y entretenerse mientras mami está ocupada –hojas, marcadores, lápices, computadoras-.

De Pablito puedo decir que es grande y fuerte, la mayoría de las personas le calculan más edad y sólo es un bebecito de poco más de año y medio. Tiene una sonrisa que cautiva, mira con picardía cuando le conviene y las niñitas se vuelven locas por él –también las no tan chicas-. Su estilista soy yo, y no sólo me encargo de encontrarle ropita que no sea la típica del carrito horrible de varoncito, también doy forma a su frondosa y suave cabellera… ¡y cada vez me queda mejor!

Llegó a los 18 meses sólo con 4 dientes y de un día para otro le salieron 4 más y 2 muelas; ahora luce una diminuta dentadura. Es fanático acérrimo de Backyardigans, le encantan los enrolladitos de pechuga de pavo y queso, salir a caminar, perseguir perros, los carros, sus Crocs rojos de Cars, pasar largos ratos en su bañera y darnos comidita imaginaria. Siente fascinación por teléfonos, teclados, iPods y cualquier otra cosa que tenga teclas.

Pablo es un niño muy cariñoso, pero también tiene mucho ímpetu y si se le mete algo en la cabeza, no descansa hasta lograrlo; así ha aprendido a abrir puertas, llegar solo al lavamanos, controlar televisores y DVD’s y poner sus películas cuando se le antoja. Sí, es muy independiente y no le teme a nada. A veces también es algo malcriado y hasta ha hecho sus nada gratos berrinches, consecuencia directa de ser tan consentido por todos. Tiene una capacidad de inventiva ilimitada y constante, cosa que, por momentos, me vuelve loca.

Todavía, cuando lo miro dormir, me embarga una sensación de irrealidad.

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Imágenes: In The Hands of Love y Affection, dibujos de Chidi Okoye, artista nigeriano residenciado en Canadá

27 julio 2009

Crece

Hace unos días he cambiado el nombre al blog nuevamente. Lo esperamos ilusionados, llegó muy puntual y lo acompañamos en sus primeros pasos. Ahora corre, cae y se levanta; ríe, grita, saluda, parlotea y "conversa"; canta y baila; finge, actúa, regaña, voltea los ojos, se pone bravo; pinta, mira a los pájaros, inquiere a los perros, pisa hojas secas, recoge semillas, tiene zapatos favoritos, canal favorito, programas favoritos, y, para nostalgia de su mami, su cuerpo se va alargadando rápidamente y sus formas se van estilizando… Pablito crece.

17 junio 2009

Idilio


El momento más feliz de mi vida comenzó cuando naciste. Aún no ha terminado.


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Imagen: Mother and Child, Ting Shao Kuang

02 junio 2009

Obra maestra



Autor: Pablo Sanguinetti Zúpan
Asistente: la tía Katy
Técnica: marcador rojo sobre cuaderno (ambos de su mamá)
020609

Primeras líneas (retro)


Autor: Pablo Sanguinetti Zúpan
Escrito (a máquina y en papel bond) una tarde en la oficina de su abuela hace un par de semanas

07 abril 2009

Objetos lúdicos













No sé en qué momento se nos llenó la casa de juguetes. Aun recuerdo cuando estábamos apenas por la sexta semana de gestación y, además de la felicidad, emoción y ansiedad que sentíamos, nos preocupaba pensar en todo lo que nos faltaba organizar y comprar para recibir a Pablo en un espacio óptimo. Poco a poco llegaron la ropita, los accesorios y todos los utensilios necesarios, preparamos el cuarto con todas sus comodidades y también llegó el juguetero.

Ciertamente creo que Pablo tiene demasiados juguetes, pero, ¿cómo evitarlo? Es imposible que el miembro más chiquito de ambas familias reciba tantos regalitos y detallitos. Y a eso hay que sumarle los regalitos y detallitos que le han dado con tanto cariño nuestros amigos más cercanos. Hay varios que ni siquiera he sacado de sus cajas guardándolos para más adelante, pero lo mejor es que él juega con todos los que están en uso, sin excepción. Sin embargo, también están "los otros”, esos que no fueron creados con fines lúdicos y lo emocionan tanto o más que los juguetes convencionales.

Para empezar, tenemos l
a papelera de los pañales –que no se caracteriza precisamente por su buen olor-. Prácticamente está oculta porque si la encuentra, se convierte el su tambor favorito, en el mejor de los casos. En el peor, es un divertidísimo juguete ideal para empujar hasta voltearlo en el suelo.

Las sillas son para él como carritos para empujar: las lleva a toda velocidad por toda la casa dejando su marca en el pobre granito. Hay espacios públicos sumamente "peligrosos", como ferias y restaurantes. En ellos, fácilmente puede perder el control: se pone frenético.

Un pasillo donde tenemos algunas cajas llenas de trastos viejos se ha vuelto su rincón "chill out". Allí se echa felizmente boca abajo durante largos ratos a contemplarlas y sobarlas, mientras murmura cosas en idioma bebé.

También está la almohadita robada, esa misma que usaba yo desde hace tiempo para dormir y que él tomó para sí antes de cumplir los 6 meses. Su contextura tan suave y blandita lo enloquece, literalmente. La abraza, la muerde, se revuelca con ella y es imprescindible a la hora de dormir.

Por último están los desagües. Al pequeño le brillan los ojitos cuando ve una de estas rejillas, creo que para él son como un milagro hecho por el hombre. Al primer descuido se escapa a la cocina, baños o cualquier otro lugar de la casa donde haya uno; este fenómeno también ocurre en lugares públicos como centros comerciales y Farmatodos. Lo peor es que algunos modelos no vienen con tornillos y más de una vez me ha llegado con una de las tapitas mugrosas como regalo -suele colocarlas en mis piernas-, y ¿cómo no me río en ese momento?

Sé que éste es apenas el comienzo de una lista de "juguetes prohibidos" que irá creciendo a medida que él continúe explorando y descubriendo, incluso, algunos de ellos ya se vislumbran (gavetas, gabinetes, nevera, cuñas...). Así que me tocará seguir desempeñando mi papel de “madre con carácter” que lo regaña cuando juega con cosas sucias -e insólitas- o si toma algo que no es suyo, mientras sigo apretando los labios para no dejar escapar la sonrisa.

Las imágenes, evidentemente, corresponden a Pablo en acción. Todas fueron tomadas por su papi.

27 marzo 2009

La ciudad en coche

No tengo carro, nunca he tenido ni me ha interesado tener. Siempre me había resultado cómodo moverme a pie, en Metro o en taxi evitando las horas fuertes, o ser copiloto de mi esposo, hermana, padres y amigas. Ésta es otra de mis realidades que cambiaron con el nacimiento de Pablo.

Por muchas razones, andar a con un coche en Caracas no es fácil. Para empezar, ninguna zona está “humanizada”, es decir, no hay rampas para subir y bajar aceras ni para entrar a edificios (ni siquiera Chacao o Altamira, que son dos de los sitios más “acomodaditos”, están totalmente acondicionados). Sumado a eso está el pésimo estado de calles, aceras y afines que te hace sentir como si vas atravesando terreno virgen en un rústico, el ruido aturdidor que reina en las avenidas principales, la basura, la inseguridad, la gente fastidiosa y maleducada… En fin, creo que mi salida de ayer sintetiza muy bien todo este preámbulo.

Nunca había chocado yendo en un taxi, y fue eso justamente lo que sucedió en plena autopista como a las 2:00 de la tarde. Además de la incomodidad, la cola, el ruido y el calor, mi taxista estaba medio tostado y le ofrecía al agraviado 30 bolívares por el daño. El otro, asombrado, le decía que ése no era el costo. Mi taxista insistía con 40 bolívares, el otro le decía que no, y así estuvieron hasta que llegaron a un acuerdo. Arrancamos.

El taxi nos dejó en la callecita donde está la entrada de peatones del CCCT que, por cierto, no tiene rampa. Empecé a caminar con mi Bam-Bam de 11 kilos dormido en un brazo, el coche plegado en el otro y el maletín con el perolero al hombro. Había hombres, muchos, de todos los tamaños, colores y estilos, pero fue cuando casi llegaba a la escalera que ocurrió el "milagro": una frágil mujer se ofreció gentilmente a cargarme el coche.

Ya en el centro comercial supe que había perdido el viaje: el celular que fui a comprar, por el que había estado esperando cerca de un mes (al mío se le dañó pantalla, es como un CANTV digital) y que me dijeron que allí estaba, no estaba. Ahogué mis penas en sushi, compré algunas cosas y di un buen paseo con Pabli ¡caminando!

Iba a tomar un taxi de la línea del centro comercial para volver. Andaba a paso normal, como va alguien que lleva un coche con un bebé y bolsas, me faltaba como un metro y medio para llegar al taxi cuando me sobresaltaron unos pasos apresuradísimos: una gorda y un gordito (su hijo) me pasaron rapidito y se encaramaron en el taxi casi sin aliento, en pocas palabras, se me colearon vulgarmente.

Me reproché no haber dicho nada a la pareja en cuestión, pero quedé sin habla: mi cerebro estaba pasmado tratando de asimilar el que exista este tipo de gente. A modo de consolación, el coordinador de la línea me dijo que le cobraron 10 fuertes de más por su “buena educación”. Quince minutos después llegó otro carro y nos fuimos a casa. Eran alrededor de las 5:00 de la tarde, hora pico, cola otra vez.

16 marzo 2009

Primeros pasos


Tal como reza el título de este blog, el sábado Pablito dio sus primeros pasos sin ayuda de nada ni nadie, y confieso que fue bastante emocionante. Hasta ahora el “nene” no se había esforzado mucho con la caminata: como es el rey del gateo puede ir y venir a su antojo, y a toda velocidad, cuando quiera; lo de los pasos no era prioridad. Poco a poco fue descubriendo que estar de pie también es muy divertido, y así empezó a moverse agarrado de la mano o empujando una silla, su mesita de juegos o un carrito especial para la ocasión –cero andaderas, a estas alturas nadie las recomienda-.

En fin, Pablo cada vez nos exigía más que lo acompañáramos a dar su paseo agarrado y sin soltarse jamás. La noche del sábado, luego de andar de arriba abajo el Farmatodo continuó el ejercicio en casa y, aprovechando su entusiasmo, me paré frente a él y lo invité a continuar solo. Fueron unos pasitos de lo más tímidos que nos emocionaron a los tres, especialmente a los sonreídos y orgullos padres. En estos dos no se ha atrevido a continuar la caminata en solitario, pero ya he mentalizado para cuando la retome: todo el mundo se ha dado la tarea de repetir hasta el cansancio que, “ahora es que viene lo bueno”.
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Imagen: zapatos de Pablo después de la acción.

26 febrero 2009

Bebé araña

Me imaginaba el disfraz de Pablo curioso, peculiar, fuera de lo común, que no fuese de los de siempre, esos que, seguramente, él mismo nos va a pedir dentro de unos pocos años (como Batman, Superman, Spiderman). Una vez más, de las ideas a los hechos hubo grandes diferencias.

El traje que nos encantó era de murciélago, pero nos pareció muy grande y no lo llevamos. Al día siguiente, el sábado, fuimos a un lugar donde había muchísimos disfraces para bebés y le compramos uno de diablito que también nos gustaba mucho. Ya en casa, cuando intentamos ponérselo, nos llevamos la sorpresa: no le entraba. Volvimos a la tienda y entonces nos dimos cuenta de la dura realidad: a Pablo no le queda ningún disfraz de bebé, ni siquiera los que son para 18 meses.

Revisamos el catálogo de arriba a abajo buscando algo de niño en talla pequeña, pero no tanto. Tenía que ser talla 2. La vendedora nos sugirió que le probáramos los disfraces allí mismo y la rechazamos inmediatamente; la inocente mujer no sabe el esfuerzo titánico que puede significar el tratar de desvestir y vestir a Pablo “rapidito” (una verdadera lucha cuerpo a cuerpo).

Entre las pocas opciones que teníamos, terminamos llevando el de Hombre Araña -era ése, Superman o Power Ranger- y pensando en que le quedaría algo ancho y que tendríamos que tomarle ruedo. Nueva sorpresa: le quedó a la medida. Recordé al de murciélago que tanto nos había gustado, era talla 2. Es evidente, no tenemos una visualización clara de sus dimensiones.
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Imagen: Almuerzo familiar, lunes de carnaval

18 febrero 2009

Primer año

Y le celebramos el cumpleaños a Pablo, aunque esa no era nuestra idea inicial. Pensábamos hacer una meriendita, sin invitados, “porque a esa edad no están concientes de que la celebración es con ellos”. Además, el plan era ir luego al concierto de Aesrosmith sinvergüenzamente, pero... dada la suspensión, nos animamos a hacer algo más, sin que llegara a ser un fiestón.

Si había un personaje que se merecía ser el motivo del cumpleaños de Pablito, ese era Doki, el perrito "host" de Discovery Kids que lo tiene encantado desde que tenía muy pocos meses. Torta, chupetero, vasos, platicos y hasta bolsitas de recuerdo tenían la imagen del perrito.

Vinieron unos cuantos amiguitos y pasamos una tarde de locura infantil –corren, saltan, gritan, revolotean… ya me estoy mentalizando para cuando me toque perseguir al mío-. Todos la pasamos bien, pero ahora estoy segura de que a Pablo le habría gustado más pasar la tarde sólo con sus padres jugando: definitivamente no le gusta estar rodeado de mucha gente. Cosas que uno aprende.
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Imagen: 1 de febrero de 2009, Mili y Pablo.

08 febrero 2009

Corte de pelo

Por allí he leído que cuando se tiene un hijo es inevitable despertar un montón de recuerdos de infancia que habían estado dormidos –casi desaparecidos- durante mucho tiempo, que de alguna forma añoramos esa etapa y que terminamos entendiendo tantas cosas antes no comprendíamos sobre nuestros padres y hasta nos acercamos más a ellos. Todo muy cierto, y día a día lo sigo comprobando.

Hace una semana decidimos dar un paso que habíamos estado postergando tácitamente: llevar a Pablo a la peluquería. Antes de continuar, debo decir que el pelero de Pablito es uno de sus rasgos característicos desde que nació; abundante, suave, brillante... con el tiempo creció tanto que cada mañana al despertar su "look" asemeja al de Christopher Walken. En fin, al día siguiente era su cumpleaños, así que, ¿qué mejor momento para hacerlo?

Confieso que tenía cierto temor, eso de imaginar unas tijeras tan cerca de Pablo y en manos de un extraño no me gustaba mucho. Sabía de una peluquería infantil llamada Peloquito y había visto que muchos padres que gustan de “raspar el coco” a sus bebés los llevaban allí. Entonces, si atendían a niños tan pequeños, el corte de Pablo no debía ser tan difícil. Allí lo llevamos.

Mi otro temor era un posible "show". Digamos que él es algo arisco y cuando no quiere que lo toquen puede ser muy irritable –especialmente si no conoce a la persona-. Me lo imaginaba saliendo con un lado de la cabeza con cabello corto y los rizos largos colgando del otro. Pero ese temor se disipó pronto: la chica que nos atendió fue muy amable, lo sentó en una silla y le trajo un juguete que lo distrajo. El corte fue súper rápido y lo hizo tal y como se lo pedimos: solo cortar la pollina (para que no se le meta en los ojos) y emparejarle los rizos de la parte de atrás (que eran larguísimos). Pablito se portó muy bien, quedó perfecto y hasta le dieron un certificado con un mechoncto y todo.

La noche siguiente, cuando nos quedamos solos después de la celebración del cumpleaños, me provocó ojear mi álbum de cuando era bebé. Entre los típicos “tiene mi boca” o “en ésta sale igualito a mí”, llegué a las fotos de mi primer cumpleaños. Allí salía yo, muy arregladita y sentadita al lado de mi torta. Y era evidente que un poco antes había dado un paseo por la peluquería.

30 enero 2009

Dulces sueños

Luego de un día de múltiples actividades, nada como cuando llega el momento de tomar la posición horizontal y dejar que la columna adopte la forma del colchón: terminamos de ver CSI, habitación oscura, frío nocturno, cobija calientita y… ¡llanto de Pablo!

No quiere dormir solo, ¡y mucho menos en su cuna! Primero el pequeño decidió hacer una especie de prueba diaria de aguante en la que hasta las siestas estaban prohibidas. Lloraba, sollozaba, se mecía… cualquier cosa era válida para evitar quedarse dormido. La “situación” comenzó con la llamada “ansiedad del octavo mes” y, poco a poco, se fue incrementado. Así, amanecíamos más trasnochados que cuando estaba recién nacido. La lucha contra el sueño terminó, pero siguió la renuencia a dormir en su cuarto.

Y después vino el remate: las vacaciones, dos semanas en las que todas las noches Pablito durmió con nosotros -no había otro lugar- y anduvimos juntos todo el día todos los días paseando, en la playa, en la piscina y, especialmente, en el Sambil Margarita y Sigo, sus dos lugares favoritos de la isla.

Como era de esperarse, el regreso fue duro. Los dos primeros días ni siquiera soportaba separarse de mí más de un metro: me alejaba un poco y se guindaba, literalmente, de mi pierna a llorar. ¿Dormir solo? Ni hablar. Al fin se adaptó a estar en casa nuevamente pero, digamos que mientras estuvo así, a sus padres les dio “cosa” llevarlo a su cuna y prefirieron dejarlo dormir con ellos.

Han pasado unos cuantos días, y ha llegado la hora de poner fin a la sinvergüenzura –de los tres-. Este fin de semana seguiremos los consejos del pediatra y comenzaremos el arduo proceso de acostumbrar a Pablo a su cuna, otra vez. Nuestras armas: perseverancia y paciencia; las de él: llanto conmovedor, ser irresistible -piel suavecita que insita a las caricias, aroma dulce, mirada seductora, risa mañanera resplandeciente- y que el domingo es su cumpleaños. La pelea será dura.

Hace un par de días me encontré con uno de esos comerciales “Hoy aprendimos que” de Huggies que transmite Discovery Kids en los que dan consejos a los nuevos padres. La situación trataba de una pareja que lleva a su bebé a dormir solo en la cuna y como éste llora, la madre decide sacarlo y llevarlo con ellos porque desea aprovechar más el tiempo juntos. Ahora nos queda la duda, tal vez y no estamos tan mal…

22 enero 2009

Adaptación

Pablo pronto cumple un año. Qué rápido... Qué año...

Miro atrás y realmente no sé cómo he hecho para atender al bebé cada día y trabajar al mismo tiempo. Me resulta toda una proeza escribir, coordinar tantas cosas y cumplir con las fechas de entrega sin dejar de hacer jugos, prepararle la bañerita, darle sopitas, compotas y galletas, desenmarañarle la cabellera, “encremarlo” después del baño, llevarlo al pediatra y jugar, jugar y jugar. El agotamiento es enorme y la idea de un “sabático” suena sencillamente tentadora.

No está fácil. He leído algunos artículos sobre madres que trabajan en casa y siempre se asume que hay alguien allí que las ayuda… y no es ese mi caso. Pablo “el nene” –como él mismo se hace llamar- es muy activo, siempre está inventando nuevos juegos, recorre los espacios a toda velocidad y en un solo descuido es capaz de esconderse en el último rincón de la casa para jugar con algo prohibido; mientras, su mami intenta concentrarse frente al teclado e interrumpe sus labores una y otra vez para chequear en qué anda, y todo esto sin dejar de lado el cuidado de la casa. Soy algo así como una súper heroína doméstica.

Y es que mis días son una locura en la que pocas veces como caliente y me ducho tan rápido que parece que alguien me pisara los talones. Quisiera dedicar mi escaso tiempo libre a la posición horizontal para descansar, leer o ver un poco de TV, pero esto solo ocurre si Pablo duerme. También es en esos breves momentos libres cuando como como una fugitiva o aprovecho para arreglarme y así evitar que mi esposo se encuentre con un esperpento al llegar a casa –ahora soy asidua a tiendas como Women’secret o Fru Fru, todo sea por mejorar mi look “bella en pijama”-.

Ir al cine, pintarme las uñas, ver una película completa por televisión o todo aquello relacionado al pajareo son misiones que ameritan esfuerzos titánicos; por supuesto, escribir en los blogs implica lo mismo-. Sin embargo, poco a poco le vas agarrando el ritmo y te acostumbras, no solo a vivir a toda velocidad, también a escuchar –y hasta tararear- las canciones de juguetes que suenan todo el día todos los días, a llevar siempre la ropa manchada de cualquier pegostito, a ver películas solo en DVD y a otro montón de cosas que trae consigo la maternidad.

01 enero 2009

El mejor de los regalos

Navidades en casa de la abuela. Pablo aguantó el sueño toda la noche, pero bastó la aparición de los regalos para que recuperara fuerzas. Un carrito -cortesía del Niño Jesús-, una mesita de juegos, un teléfono loco y su pequeño tocayo de Backyardigans lo emocionaron y acapararon su atención hasta pasada la medianoche. Él mismo se encargó de quitarles el envoltorio, mientras que para mamá y papá, él fue el mejor presente. He aquí una pequeña muestra.