29 diciembre 2007

Parto/Cesárea



En estos días de descanso, frío y gripe, el pequeño Pablo continúa creciendo desmesuradamente; es inevitable mirar la barriga y suspirar, “pensar que pasarás por allí”. Sí, siempre tuve en mente tener a mi bebé –algún día- por parto normal, y una vez que aquel pensamiento se hizo realidad sostuve mi decisión; lo que no imaginaba era el efecto que genera en los demás manifestar que no deseas una cesárea.

Comentarios alegres y las palmaditas de apoyo en el hombro me han hecho sentir como una especie en extinción, como una suerte de heroína de no teme enfrentarse al terrible monstruo, es decir, al parto; desde amigos y allegados hasta descocidos con quienes cruzas alguna palabra de forma trivial. Luego, ojeando estadísticas y escuchando por aquí y por allá supe que realmente el índice de cesáreas en nuestro país es muy alto.

Hay quienes recurren a la cesárea por comodidad, estética o miedo y se niegan rotundamente al procedimiento natural; ni les pasa por la cabeza intentarlo o al final les pasa “algo” y no pueden parir. Pero también está el otro bando, el que defiende el parto normal a capa y espada y rechaza de plano la intervención quirúrgica y entonces se sienten frustradas si deben recurrir a ésta.

Particularmente, creo que aquí no aplican las polarizaciones. Aunque mi elección haya sido el parto normal, tengo claro que hay muchísimos casos que sí ameritan una cesárea y si, a última hora, entro en alguna de esas condiciones no dudaré en hacerme una, sin ningún complejo; finalmente lo más importante es que el nacimiento ocurra de la mejor manera.

Una de mis intenciones al abrir este blog, además de que sirva como una forma de mostrar a Pablo todo lo que ha significado para nosotros su existencia, es compartir –y desmitificar, si es necesario- las diferentes experiencias que se viven al tener un bebé. Por eso, más adelante retomaré este tema para hablar del verdadero desenlace.
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Imagen: Hold me, Chidi Okoye

25 diciembre 2007

Pancita navideña



Hace días decidí optar por el encierro casero, pero me vi obligada a interrumpirlo para atender los infaltables favores navideños, es decir, comprar los regalos que darán otros. Caminar con treinta y pico de semanas de embarazo es duro: el andar es lento, puedes perder el aliento en cuestión de dos cuadras o tener una “contraccioncita” en pleno trayecto sin tener a la vista una sola silla. A pesar de mis limitaciones, salí ilesa de la “aventura” y hasta aproveché para hacer compras para mí, algo raro ahora que todo es para Pablo.

Tras mi exitoso enfrentamiento a la agobiante Caracas navideña, regresé a mi encierro para dedicarme junto a JJ a los arreglos del hogar y continuar los preparativos para recibir a nuestro pequeño; es emocionante ver cómo su cuarto ya va tomando forma, aunque todavía faltan detalles. Después vino lo mejor: la primera navidad de Pablo porque, aunque todavía está en su “casita”, el crío fue el más regalado de toda la familia.

Desde principios de mes ha estado recibiendo presentes y el 23 llegó su abuelo Henry con una súper bolsa llena de cosas sólo para él. Por supuesto, el 24 siguió la racha de regalitos de manos de su abuela Antonieta y su tía Katy y aun faltan los que seguramente le enviarán los abuelos de Barinas y los tíos que no están ahora en el país. Si el fue tanto el furor y aun no ha nacido, ya José Juan y yo nos imaginamos cómo será la próxima navidad, cuando esté el pequeño en persona y dispuesto a destrozar papeles y envoltorios.



Imagen: Mamá frente al árbol vista desde el lente de papá.

17 diciembre 2007

Asuntos pendientes


Es larga, larguísima, la lista de cosas por hacer durante el embarazo y más allá, pues ésta no se limita a muebles, consultas prenatales, exámenes, ropita y accesorios, luego continúan pediatra, medicinas, más consultas, exámenes, ropita y accesorios. Pensándolo bien, la lista nunca termina; después vendrá el pre-escolar, la plastilina, el pinta dedos, el colegio, los cuadernos, los libros e incluso después del ítem “universidad” quedarán otros pendientes porque así son las mamás, siempre atentas a todo lo relacionado a la vida de sus criaturas.

Limitándome al pedazo de la lista que me ocupa actualmente -ése que va hasta “maletica para la clínica”- puedo decir que aunque he adelantado bastante, aún siento que faltan muchas cosas y que se va acercando el momento demasiado rápido. Tacho y tacho y siguen apareciendo puntos; a veces, en las noches, se me mete en la cabeza la idea de que dormir es una pérdida de tiempo y que esas horas podría aprovecharlas mejor –adelantando cosas de la lista, por supuesto-.

Por otro lado, me ha invadido un desinterés total por los asuntos laborales. No me interesa estar escribiendo entrevistas o sobre libros, discos y películas, ni la fecha de cierre de la edición, ni que faltan colaboradores por entregar o textos por editar. ¿A quién le importa todo eso si aun no he comprado las cintas decorativas de la pared del cuarto de Pablo y el carpintero que va a instalar su closet me embarcó hoy?

En estos meses jamás he dejado de hacer algo de trabajo –he llevado una vida totalmente normal sin achaques locos de embarazada- e incluso JJ me decía que tenía que ir aligerando la carga porque me mataba demasiado y necesitaba descanso; ahora es como si me pasaron un interruptor y, automáticamente, siento deseos de abandonar todo lo laboral y dedicarme 100% a la dulce espera. Menos mal que ya casi termino con todo eso y en cuestión de días podré dedicarme de lleno a mis nuevos intereses hasta nuevo aviso.
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Imagen: no sé su nombre ni el de su autor.

11 diciembre 2007

El Baby Shower


El sábado pasado hicimos el Baby Shower de Pablo. Siempre repito que soy totalmente nueva en el maravilloso y extraño mundo de bebés y mamás, lo cual me hace ser bastante ignorante cuando se trata de organizar este tipo de actividades; como era de esperarse, no sabía nada sobre la también llamada "fiesta de pañales". Menos mal que cuento con un "equipo asesor" encargado de enseñarme y darme detalles de todas esas cosas que desconozco, de manera que gracias a Katy, Adriana e Internet supe de qué trataba todo esto.

Poco a poco fuimos preparando todo: la lista de invitados, los juegos -y sus respectivos premios-, la lista de regalos, comida y bebida sabrosas... Debo decir que fue una experiencia algo agotadora -así haya sido algo sencillo- por el volumen de mi barriga y mis limitaciones de movimiento y energía, pero valió la pena.

Entre juegos y conversaciones sobre bebés, familia y amigos pasamos un rato diferente y divertido -explotando globos, dibujando, adivinando-. Lo más gratificante es saber que todos están pendientes de Pablito y, que de una u otra forma, manifestaron su cariño e interés por él -incluso aquellos que no pudieron ir-, y no sólo ese día sino desde que nos enteramos de su existencia. ¡Gracias a todos!

Ahora la próxima reunión será cuando lo vayan a conocer.
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Imagen: Las obras de arte elaboradas por Adriana, Andreina, abuela Ada, Charito, Massiel, Jucary, Karelys, Joanna, Lauren y Patricia durante "Bebé Miguel Ángel". Qué mejor recuerdo.

06 diciembre 2007

Curso prenatal



Al fin terminamos el curso. Duró un mes, lo tomamos en Embarazarte y debo decir que me resultó muy útil, a pesar de que no soy muy dada a ese tipo de actividades grupales (siempre me hacen sentir parte de un reality show). Creo que para alguien que no recuerda haber visto un bebé desnudo y tampoco recuerda haber cargado alguno era necesario tomar un taller como éste.

El curso consta de tres módulos: Embarazo, parto y cuidados del bebé. Inicialmente pensábamos hacer sólo el de parto –en plural porque lo tomamos ambos padres de la criatura-; al final hicimos los tres y fue mucho mejor así. En cada módulo te dan mucha información y datos útiles y necesarios para afrontar lo que viene con más seguridad.

La parte teórica es excelente, sumamente completa y las facilitadotas tienen dominio de los temas. La tendencia del centro es promover las bondades del parto a fin de rescatar esta práctica que cada vez se utiliza menos, sin embargo, también proporcionan información sobre la cesárea. También son bastante enfáticos en la importancia de la lactancia materna y todos sus beneficios.

Adicional a las clases teóricas, realizan actividades prácticas. Confieso que no todas me gustaron –nunca me he sentido cómoda haciendo visualizaciones ni ejercicios que impliquen cierto contacto físico con la gente-, pero las demás mamás como que sí se sintieron muy bien haciéndolas. Definitivamente, creo que es algo de personalidad.

Apartando lo de las actividades y mis dificultades para socializar, puedo decir, sinceramente, que vale la pena hacer el curso. Ahora ambos nos sentimos más seguros y tranquilos al pensar en lo que implicará vivir el nacimiento de Pablo, aunque estamos concientes de que en la práctica, por aquello de los nervios y las emociones, siempre habrá situaciones inesperadas y es probable que se nos olvide todo lo q
ue nos enseñaron.

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Imagen: Pareja esperando, Ginny Hogan

26 noviembre 2007

Papá y bebé



El lazo mamá – bebé y su importancia es algo muy conocido por todos. Sean padres o no, la mayoría de las personas tiene una idea bastante clara de la fortaleza del nexo entre madre e hijo y de que éste comienza a formarse cuando el pequeño aun está en la barriga. Luego, al mirarlo desde el punto de vista materno lo notas más aun porque se hace tangible, en pocas palabras, lo vives. Pero estos meses de espera también he aprendido que el complemento de ese lazo lo da un tercer elemento: papá.

La relación entre papá y bebé también existe desde el mismo embarazo; los movimientos alborotados de Pablo al escuchar la voz de su papá independientemente de la hora que sea y sentir cómo se acurruca cuando siente su mano me lo confirman una y otra vez. Entre ellos también existe un lazo y ya hasta me imagino cómo será la relación entre ambos cuando la cría esté fuera de la panza –tomando en cuenta el sentido del humor de JJ y que serán dos varones contra una hembra-.

También pasa que el hecho de que exista este trío es algo que no sólo hace sentir feliz y seguro a Pablo, que cuenta con todo el cariño y atención de sus padres, sino a mi misma. Nada como tener a mi lado a alguien que esté pendiente de nosotros todo el tiempo, que se preocupa hasta por elegir una película que no sea tan fuerte para que no nos asustemos –Pablito y yo-, que pregunta si me tomé las vitaminas de la mañana o me “regaña” si no desayuno completo y que no deje pasar un día sin hablar con la barriga y hacerle sus respectivos cariños. Nada como saber que “él” está allí y que los tres viviremos juntos "el gran momento".




La semana pasada papá trajo El Globo, una lámpara que escogió para el cuarto de su bebé. No puedo disimular mi emoción cada vez que la veo.

19 noviembre 2007

Nostalgia


El fin de semana Katy, la gran tía-madrina, y yo nos dedicamos a visitar algunos sitios especializados en artículos para bebés y hacer las respectivas averiguaciones sobre listas para Baby Shower, pues pronto haremos el nuestro. Así que el domingo me levanté bien temprano, actualicé el inventario de cosas de Pablo -quien no ha nacido y ya tiene más ropa que yo- y, finalmente, hice su lista. Ahora sólo queda esperar el día de la reunión.

Aunque por un lado me siento feliz de haber salido de eso –ya tenía días dándole largas y confieso que estaba bastante perdida entre tantas cositas necesarias para el bebé- y porque todos andan súper pendientes del evento, por otro lado me siento medio nostálgica. El Baby Shower es la primera señal de que se acerca el fin del embarazo.

Sí, estoy loca por que nazca, por verlo, por tocarlo… pero también me da cierta tristeza pensar en que ya no estará en su barriga. Estos meses con Pablo viviendo y creciendo dentro de mí han sido de descubrimientos y emociones trascendentales. Es increíble cómo siendo un ser tan pequeñito y, a pesar de que no nos vemos ni hablamos directamente, aprendes a conocerlo y a comunicarte con él; no hay un día en que no lo acaricie o le hable, es mi compañerito inseparable.

Jose me dice que ahora va a ser mejor porque lo vamos a tener afuera con nosotros y que él seguirá estando conmigo todo el tiempo. Sé que es así, pero luego de tantos meses teniéndolo allí tan cerca, las 24 horas de cada día, es inevitable sentir nostalgia al pensar en que su “casita” quedará vacía. ¿Qué se le hace?
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Imagen: Motherhood de Justin Waterman

13 noviembre 2007

¿Cómo será?


Ésa ha sido la gran pregunta recurrente en lo que va de embarazo y, seguramente, durante lo que queda. Es muy grande la intriga por ver su rostro, su piel, su cabello, sus manitos y pies, su cuerpito... Cualquier momento es bueno para formularnos la interrogante, en el desayuno, mientras vemos televisión, antes de dormir... ¿Cómo será?

¿Tendrá tus ojos o los míos? ¿Tendrá pelos? Segurísimo, yo parecía un esquimal cuando nací. ¿Lo tendrá rizadito como el tuyo? ¿De qué color será? ¿Cómo tendrá la nariz? ¿Será antipático como yo? Ojalá sea cariñoso como tú. ¿A quién se parecerá? ¿Y si se parece a una de las abuelas? ¡No! Mejor a los abuelos. Si se parece a Henry va a ser un galán, y si es como tu papá se va a parecer un "mafiosito".

Así son las charlas usuales entre papá y mamá especulando sobre su bebé. Lo mejor es el día de la consulta mensual, cuando le hacen el súper-ultra definido eco, porque ahí sí que tenemos un acercamiento a la realidad (por mi me haría uno todas las semanas). Ayer tocaba la de noviembre y hasta madrugamos para ir a verlo en la pantallita mágica, todo un milagro tratándose de nosotros en una mañana lluviosa.

Cada vez que lo vemos, Pablo nos derrite más y más. Sus rasgos están muy bien definidos, tiene el perfil delicado y la típica "trompita" de bebé –el labio de arriba más gordito-, ¡y hasta abrió los ojos! Su cuerpo es perfecto, le encanta "enrollarse" -literalmente, se toca la cabeza con los pies- o estirarse y dejar sus “partes” en evidencia. Abre la boca, saca la lengua. Un muñequito de carne y hueso.

Su papá está convencido de que se parecerá a mí, asegura que tenemos la misma forma de la cara y el mismo perfil. Yo le veo la naricita como la de él y la carita redondeada, también de él. Quién sabe… Hasta ahora, lo único cierto es que es lo más hermoso que hemos hecho juntos.

03 noviembre 2007

Somnolencia


“El exceso de sueño dura todo el primer trimestre del embarazo”. Con esta frase me consolaba al principio, pues todos, todos coincidían, desde médico y libros hasta mamá, abuela y amigas. Sin embargo, como que todos se equivocaron porque el tiempo va pasando y mis ataques de sueño se mantienen como si estuviese en el primer mes.

Sí, hay días que son llevaderos y puedo manejarlo, pero hay otros en los que prácticamente quedo paralizada frente al monitor, incapaz de teclear, hacer una llamada o, peor aún, pensar. Lo único que pasa en esos momentos es la imagen de mi súper cama –que además es comodísima- y yo en ella soñando entre sábanas y almohadas. La hora fija para el “ataque” es la tardecita.

Una de las desventajas –aunque también es una ventaja- de trabajar en casa es que uno se vuelve sinvergüenza; no hay jefe ni compañeros de trabajo con los que te dé pena, y apenas llega la somnolencia puedes tomar la posición horizontal, sin remordimientos. En estos días de nubes y lluvias fuertes mi fuerza de voluntad terminó de desaparecer y si antes medio intentaba aguantar un poquito más despierta, ya no hay resistencia de mi parte.

Ciertamente esta situación es demasiado sabrosa, especialmente para alguien que disfruta tanto el dormir placenteramente, pero también tiene su lado medio malo. Si estoy en la calle y me llega “la hora” es duro aguantar, pero lo hago estoicamente, y si estoy en alguna reunión de trabajo, da un poco de vergüenza hablar con los demás en medio de bostezos.

Lo mejor de todo es que la somnolencia no limita mi sueño en las noches y ni los movimientos de Pablo en plena madrugada, ni los 800 despertadores de José Juan y su variedad de alarmas han podido con él. Bueno, sólo queda disfrutarlo mientras dure porque una vez que el pequeño esté entre nosotros la historia será otra.



Imagen: El sueño, Pablo Picasso.

30 octubre 2007

Sapito nocturno

Así tengas la panza gordita y tu cuerpo haya cambiado o una serie de súper ecos y videos en alta definición, nada te acerca más a la realidad que sentir los movimientos del bebé. Puedes tener todas las pruebas en la mano y seguir pensando que todo es de mentira y un día te vas a despertar de un sueño, pero cuando lo sientes... ¡ah! eso es otra cosa.

No tenía ni dos meses y ya me la pasaba analizando cualquier movimiento estomacal; medio sonaba algo y me ilusionaba pensando que podía ser él. Con el paso del tiempo llega un punto en el que te das cuenta de que hay una vibración pero no tienes hambre ni molestias en el colón o estómago, entonces sí, es él “nadando” como una suerte de pececito. Esto ocurre por el cuarto mes, de allí en adelante su presencia se hace más tangible.

A estas alturas onozco todos los vaivenes y horarios de Pablo, porque sí, aunque suene raro tiene horarios. De día está inmóvil y en la tardecita puede que se estire un poquito: su hora favorita es la noche. Basta con que tome la posición horizontal para que el sapito nocturno comience a saltar. También he notado que en los conciertos –nocturnos, por supuesto- se alborota: en el de Drexler saltó y saltó y en el de Zucchero estuvo activo; ya veremos qué le parece Soda.

Algunas noches le da por “clavarse” en la parte baja del vientre –creo que es su zona favorita-, otras, pareciera como si empujara hacia afuera o diera vueltas de canela –es cómico ver cómo se mueve la barriga-. También hemos aprendido a jugar con él -su papá le pasa la mano y él le responde- y que sus saltitos le sirven para manifestar lo que no le gusta –odia que me acueste muy de lado-.

Creo que los movimientos se han convertido en la primera forma de comunicación con Pablo. Ya sabemos que es nocturno como sus padres, que si algo le disgusta salta, que le gusta que lo acariciemos y que si sus shows son muy intensos –como el de anoche hasta la madrugada-, al día siguiente amanece “tímido” y no se siente hasta que avanza la tarde.

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Imagen: Ilustración de Patricia Metola

25 octubre 2007

En el vagón azul...


Su verdadero nombre es “vagón de la dignidad”, pero prefiero llamarlo así por el color de sus asientos. Los vagones azules están ubicados en los extremos de los trenes y su finalidad es que personas de la tercera edad, discapacitados y embarazadas vayan cómodamente sentados durante su viaje en Metro. Pero no es fácil llegarle a un asiento azul.

Ayer, a eso de las 5:00 de la tarde, entré al vagón haciéndome paso entre la multitud que caracteriza la hora. Luego de la típica mirada de reconocimiento buscando algún sitio disponible, un señor con cara de amable me hace señas; a su lado había un asiento vacío. Ya casi me sentaba cuando surgió una mujer de entre la masa y, cual clavadista, se lanzó en el asiento, donde rápidamente quedó acomodadita. No importaba mi barriga -que ya está bastante voluminosa- ni el súper paquete de libros que llevaba en las manos; ella estaba cansada y punto.

El señor me miró y comenzó a hablar en voz alta: “Bueno, ya mi hija tiene 13 años y cuando mi esposa estaba embarazada nos pasaba lo mismo. Definitivamente el venezolano no es educado, ha perdido la caballerosidad. Es lamentable que se tenga que llegar a diferenciar estos asientos a ver si ceden el puesto, y ni siquiera con eso...”. Yo asentía mientras la señorita cansada seguía sentadita con la mirada esquiva.

Esta no es la primera vez -ni será la última- que me sucede algo así al viajar en Metro. Ya es usual encontrar los asientos azules ocupados por manganzones que ríen, conversan o se hacen los dormidos mientras uno va parado haciendo equilibrio entre el gentío. También he escuchado frases como “ay no manita, vamos a pararnos que después empiezan a sacarnos de aquí, qué fastidio” de una chica a otra o un “¡tú no te pares!” de un hombre a su esposa de unos 30 años, mientras iban de pie tres o cuatro señores mayores.

Pero también es justo mencionar que ha pasado que apenas entro alguien se para espontáneamente para darme su puesto con amabilidad, o se arma el alboroto de voces: “¡una embarazada, párate, dale ese puesto!”. Todavía quedan personas gentiles y a veces quien menos te imaginas te sorprende, como el dulce “siéntese señora” pronunciado por un desaliñado adolescente hip-hopero.



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Imagen: Train Blue, Sweet Pea Gallery de Nueva York.

22 octubre 2007

¡¿Antojos?!


Desde que uno tiene uso de razón, la primera imagen que viene a la mente cuando se piensa en una mujer embarazada, además de la gran barriga, es la de los inesperados caprichos a la hora –y deshora- de comer. Y es que, junto a náuseas y mareos, los antojos son los síntomas más populares del estado de gravidez.

Abuelas, madres, amigas o conocidas siempre tienen “fresquito” algún recuerdo sobre esos alimentos que devoraron sin mesura durante sus respectivos embarazos; y no necesariamente son comidas, así como he sabido de una adicta a las mandarinas también conocí a una fanática del hielo. Tampoco el momento es una limitante, pueden ocurrir a cualquier hora del día y en cualquier mes del embarazo.

Una de las grandes características de mi embarazo ha sido la ausencia de síntomas; así como no tuve náuseas ni mareos, tampoco he tenido algún antojo “mortal”. Eso sí, las comidas que me gustan me provocan siempre, especialmente la japonesa, mi favorita. También me pasa con mi vasito de leche antes de dormir, costumbre que tengo desde pequeña y, muy a mi pesar, no he podido continuarla gracias a la escasez actual de la rica bebida.

Tal vez algo parecido a los antojos han sido unas extrañas ganas de dulce que me atacan últimamente, y digo extrañas porque nunca he sentido debilidad por dulces ni chucherías -creo que jamás he comprado un chocolate-. Ahora cualquier cosa medio dulcita me provoca, especialmente cheesecake con fresa o arequipe, la terrina de chocolate y titiaro de Mokambo, galletitas de manzana y mucho té Lipton.

Hace unas noches sentí fuertes deseos de fresas con crema; tenía las fresas, pero sin crema no era lo mismo. Afortunadamente, mi adorable y consentidor esposo fue incapaz de dejarme con ese sufrimiento y rápidamente trajo el botín de la panadería. Problema resuelto.


Menos mal que no han sido muchos ni desesperantes los caprichos -sobre todo porque el aumento de peso pega en la columna y en las rodillas-, y hasta ahora las ganas de endulzarme han sido controlables.

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Imagen: Disques (1913), Robert Delaunay. Los provocativos rolls de Delaunay siempre me abren el apetito.

18 octubre 2007

Cuentos de barriga

Una de las curiosidades que ocurren durante el embarazo que más me ha llamado la atención ha sido los comentarios de la gente. Simpáticos, jocosos, insólitos... dicen cada cosa que a veces me cuesta seguirles la corriente y no reírme. Hasta ahora han sido muchos y supongo que aún faltan; éstos son sólo algunos de los que se me han grabado, unas veces porque los repiten con frecuencia, otras, por su peculiaridad.

Barriga redonda, barriga puyuda. Clásico de todos los tiempos. Creo que desde el primer mes, cuando aún eres plana, ya la gente anda viendo si la tienes redonda o puyuda y, por consiguiente, si es hembra o varón. Lo mejor es que a veces se contradicen e invierten el significado de las formas. Antes tenía la barriga puyuda y ahora se está redondeando; quizás me dicen que está cambiando de sexo.

Pelos y acidez. Supongo que Pablo aún debe ser calvito porque no he tenido ninguna molestia estomacal. ¿Será que los pelitos irritan el estómago? ¿Y cómo harán los pelitos si están allá abajo en su bolsita y el estómago está arriba? ¿Será que sueltan alguna partícula irritante que se extiende por todo el organismo?

Los varones jalan más calcio. Ésta es una de mis favoritas. Antes de saber que mi bebé era varón ya me habían hecho la advertencia y al dar la noticia sobre su sexo, prácticamente me sentenciaron: “Ya vas a ver, te van a salir unas caries...”. Hasta ahora no me han salido; sigo cepillándome con esmero mientras espero el inminente dolor de muelas.

Te está abriendo. Con sólo decir que tenía cierta molestia al final de la espalda saltó esta frase. Es cierto que mientras el bebé va creciendo los huesos de las caderas se van como ensanchando pero de ahí a que el cuerpo se abra... Bueno, espero no levantarme alguna mañana con las piernas más separadas de lo normal.

No lo veas mucho, uno no sabe. Me la dijeron un día que conversábamos sobre alguien que me daba asco por su olor y dientes en mal estado, digamos. Hace poco, haciendo fila para pagar en una tienda, tenía delante de mí a un hombre con la cabeza rara, le salía algo extraño de la oreja hacia la nuca; me sorprendí volteando la mirada, uno no sabe...

13 octubre 2007

Pequeña biblioteca


Hace unos meses hicimos una edición especial sobre libros infantiles en la revista y me enviaron una serie de títulos bien diversos, protagonizados por personajes encantadores y todos presentados de forma bella e impecable. Mi intención era regalarlos a personas que le dieran mejor uso –es decir, que tuvieran niños- una vez terminado el trabajo y, quizás, quedarme con alguno para mi biblioteca siempre en construcción. Al final como que me tembló el pulso y los guardé todos, en fin, algún día tendría el mío aunque no había definido cuándo.

No pasó mucho tiempo para que el Pablo hiciera su gran aparición y ahora, además de organizar su ropita, juguetitos y accesorios para su cuarto, he seguido haciendo su pequeña biblioteca. A aquella primera selección historias y personajes –El Zorrícano, La Cucaracha o Doña Piñones-, he ido agregando otros como Gallo gali galo de Ediciones Camelia y, más recientemente, los animalitos de la serie Pikinini de ediciones Ekaré –esta última es especial para ese primer contacto del bebé con los libros-.

Evidentemente, me emociona hacer esta pequeña biblioteca; tengo la fuerte convicción de que la lectura es algo tan poderoso que beneficia a cualquiera que la practique con regularidad, independientemente de su profesión o edad. Además, venir de una familia en la que el factor común entre sus miembros es el gusto por la literatura y que desde muy, muy pequeña me sintiera fascinada por cuentos, libros y suplementos también son razones para querer que mi bebé también se deje atrapar por la literatura.

Tal vez cuando Pablo crezca no sienta interés alguno en estos pequeños libros ni por nada que se le parezca –aunque sigo apostando a que sí-. Tal vez termine pidiéndome un videojuego o que le ponga un reguetón. Pero bueno, se hace el intento, ¿no?
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Imagen: ¿Dónde estoy?, ediciones Ekaré. Como dato curioso, compré este libro apenas salió a la venta, casualmente, al día siguiente las chicas de OD me lo dieron como regalo y dos días luego me lo enviaron de la editorial; ahora tengo tres ejemplares.

02 octubre 2007

Música y estimulación


¿Qué tanto se debe estimular al bebé durante su estadía en el útero? Esa es una pregunta que me ha venido a la cabeza más de una vez desde que supe que Pablo venía en camino y al final, he terminado sacando mis propias conclusiones. Si bien es cierto que es importante regalarle sonidos y sensaciones, también creo que no es bueno excederse.

Gracias a la cantidad de recursos con los que contamos en estos tiempos, son muchas las madres que se arman con un arsenal de herramientas para estimular a sus bebés durante la gestación. Lamparitas, linternas, cornetitas y los infaltables discos “For Babies” son algunos de los tantos instrumentos con los que se pretende despertar y estimular los sentidos del pequeño.

El problema viene cuando se les va la mano y pasan día y noche jugando con el pobre crío y ya de niño termina siendo demasiado alborotado o hiperactivo, incluso, incontrolable; algunos también asocian el déficit de atención al exceso de excitación en el útero. Esto tampoco quiere decir que cada bebé estimulado en el vientre por su madre se convertirá en un pequeño monstruo, son casos extremos.

Quizás la forma de estimular al bebé tiene que ver con la personalidad de los padres. En nuestro caso no le faltan caricias, conversaciones y besos de su papá –especialmente al levantarse y antes de dormir-. También, tomando en cuenta los gustos de papá y mamá, algo que siempre lo acompaña es la música, pues es un sonido habitual en nuestra casa.

Nuestro soundtrack particular
No hemos comprado ningún disco especial para bebés y creo que no lo haremos –nada de Mozart, Pink Floyd o The Beatles for Babies-; tampoco es que le ponemos rock’n roll a todo volumen –aunque Led Zeppelin o The Rolling Stones no le caen mal de vez en cuando-. En fin, no tenemos una selección musical especial para el momento, pero sí hay canciones o artistas que hemos escuchado mucho, sea por casualidad o porque es lo que nos provoca en esta etapa.

Definitivamente los 12 segundos de oscuridad de Jorge Drexler ha sido la melodía que ha caracterizado estos días –ya se lo debe saber de memoria-, ya que ambos padres estamos “pegados” con el disco. Si Jose está en casa, Pablo seguro escuchará algo de Air, Moon Safari, Depeche Mode o Fito, y si estoy solo yo, le toca Bebé, Radiohead –aunque no sea lo más esperanzador-, Gypsy Groove o Bunbury; a Calamaro y Cerati los escucha esté quien esté. Éstos sólo por mencionar algunos.

Más que el género que le pongamos a escuchar o la cantidad de veces que le hablemos al día, lo más importante es que cuente con un ambiente tranquilo y que sienta todo el amor y protección de sus padres. Creo que esa es la mejor estimulación, y Pablito la tiene.
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Imágenes: The Little Radiant Baby de Keith Haring.

27 septiembre 2007

Esperando a Pablito

Hoy decidí cambiar el nombre del blog. Creo que mientras esté en la "dulce espera" lo llamaré así, Esperando a Pablito, en alusión a esta etapa. Lo más probable es que una vez que él nazca lo cambie nuevamente y, quizas, mucho más adelante sea el mismo Pablo quien decida cómo llamar su blog.


Ya veremos...

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Imagen: Baby Blue, pintura de Esther Fuldauer.

El poder de la lactancia

Uno de los temas recurrentes durante el embarazo es la lactancia y todas sus bondades. En los meses que llevo en "estado de gravidez” he notado que es mucho el hincapié que, a través de libros, revistas o charlas, se hace en la importancia de amamantar para ambas partes, pues no sólo el recién nacido recibe beneficios, la recién estrenada mamá también.

Y es cierto, son demasiados los aportes de la leche materna desde proporcionarle defensas al pequeño hasta brindarle todos los nutrientes que necesita –y que ningún otro alimento puede darle-, además de fortalecer el vínculo madre-hijo de forma sensorial –contacto visual, táctil, olfativo-. Por otro lado, al amamantar el útero se contrae, hecho que ayuda a la recuperación post-parto y también contribute con la pérdida de los kilitos de más.

Es evidente lo vital que resulta la lactancia materna y por eso cada madre, con dedicación y esmero, debería alimentar de esta forma a su pequeño durante los primeros seis meses de vida, mínimo –aunque los más radicales dicen que debe ser hasta los dos años-, porque “toda mujer puede hacerlo”. He ahí el punto álgido.

En teoría todas las mujeres podemos alimentar a nuestros bebés, pero ocurre que en la práctica no siempre es así. Si bien en algunos casos es porque a las mamás les da miedo o prefieren evitarlo por aquello de mantener los senos en su sitio, hay otras situaciones en las que ellas tienen todas las ganas del mundo y no pueden hacerlo por algún problema físico.

Luego del bombardeo de información y del millón de veces que les repitieron “tienes que amamantar a tu hijo” es normal que estas mujeres lloren de la impotencia, experimenten sentimientos de culpa y terminen frustradas. Sí, sí es importante la lactancia materna pero si por alguna razón inesperada no puedes hacerlo, no quiere decir que estés descuidando al bebé ni que tu relación con él será diferente ni que crecerá enfermo o desnutrido.

Conozco varios casos cercanos de mujeres que no pudieron amantar -y que se morían de ganas de hacerlo- cuyos hijos han crecido totalmente sanos y tienen una excelente relación con ellas y viceversa. Hay quienes amantan y creen que con esto es suficiente, bien sea por ignoracia, flojera o descuido, y sus hijos están por debajo de la talla y peso promedio.
Creo que no se puede ser extremista en un caso tan delicado como este. Nada como la leche materna pero si no se puede, hay soluciones.
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Imagen: Mother and Child de Max Mannix

25 septiembre 2007

Tener un bebé

Puedo decir con seguridad que esta es la noticia más extraña y emocionante que he recibido en mi vida; así veas la "marquita" en el test, el "positivo" en el examen o la "pequeña caraotica" del primer eco como que no terminas de creerlo. Lo que sí digieres rápidamente es que ahora todo es diferente, sientes que el mundo cambia de un momento para otro y el pequeño se mete en tus pensamientos de forma automática.

Prácticamente no he tenido síntomas, salvo un mareo y una “indigestión” cuando ni sospechábamos que él venía en camino; “seguro fue el ajo porro o el atún”, decíamos José Juan y yo inocentemente. Al no sentir grandes malestares, resultaba más extraño todavía el pensar “tengo un bebé adentro”, pero luego empieza a crecer, se mueve y aquel "granito" del primer mes toma forma y se hace tangible.

También puedo decir que el primer video de Pablo es la imagen más hermosa que he visto en mi vida; es increíble ver cómo algo tan pequeñito se mueve, da vueltas, se rasca la oreja y soba la pancita. Es algo mágico saber que nuestros sentimientos se materializaron en ese ser tan chiquitito. Es imposible dejar de sonreír al verlo y, a la vez, pensar en un millón de cosas, como que si será tranquilo como nosotros y si también le gustará la lectura y la música o que tenemos que ir organizando el baby shower y el bautizo e ir tramitando la inscripción en el Francia.

Creo que es natural que cada vez tenga más inquietudes relacionadas a Pablito y todo lo que él significa para nosotros, por eso decidí abrir este blog, para escribir sobre las tantas y diferentes cosas que vienen a mi mente que tienen que ver con el ser madre y tener y cuidar un bebé.
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Imagen: Hope de Gustav Klimt