25 octubre 2007

En el vagón azul...


Su verdadero nombre es “vagón de la dignidad”, pero prefiero llamarlo así por el color de sus asientos. Los vagones azules están ubicados en los extremos de los trenes y su finalidad es que personas de la tercera edad, discapacitados y embarazadas vayan cómodamente sentados durante su viaje en Metro. Pero no es fácil llegarle a un asiento azul.

Ayer, a eso de las 5:00 de la tarde, entré al vagón haciéndome paso entre la multitud que caracteriza la hora. Luego de la típica mirada de reconocimiento buscando algún sitio disponible, un señor con cara de amable me hace señas; a su lado había un asiento vacío. Ya casi me sentaba cuando surgió una mujer de entre la masa y, cual clavadista, se lanzó en el asiento, donde rápidamente quedó acomodadita. No importaba mi barriga -que ya está bastante voluminosa- ni el súper paquete de libros que llevaba en las manos; ella estaba cansada y punto.

El señor me miró y comenzó a hablar en voz alta: “Bueno, ya mi hija tiene 13 años y cuando mi esposa estaba embarazada nos pasaba lo mismo. Definitivamente el venezolano no es educado, ha perdido la caballerosidad. Es lamentable que se tenga que llegar a diferenciar estos asientos a ver si ceden el puesto, y ni siquiera con eso...”. Yo asentía mientras la señorita cansada seguía sentadita con la mirada esquiva.

Esta no es la primera vez -ni será la última- que me sucede algo así al viajar en Metro. Ya es usual encontrar los asientos azules ocupados por manganzones que ríen, conversan o se hacen los dormidos mientras uno va parado haciendo equilibrio entre el gentío. También he escuchado frases como “ay no manita, vamos a pararnos que después empiezan a sacarnos de aquí, qué fastidio” de una chica a otra o un “¡tú no te pares!” de un hombre a su esposa de unos 30 años, mientras iban de pie tres o cuatro señores mayores.

Pero también es justo mencionar que ha pasado que apenas entro alguien se para espontáneamente para darme su puesto con amabilidad, o se arma el alboroto de voces: “¡una embarazada, párate, dale ese puesto!”. Todavía quedan personas gentiles y a veces quien menos te imaginas te sorprende, como el dulce “siéntese señora” pronunciado por un desaliñado adolescente hip-hopero.



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Imagen: Train Blue, Sweet Pea Gallery de Nueva York.

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