25 diciembre 2007

Pancita navideña



Hace días decidí optar por el encierro casero, pero me vi obligada a interrumpirlo para atender los infaltables favores navideños, es decir, comprar los regalos que darán otros. Caminar con treinta y pico de semanas de embarazo es duro: el andar es lento, puedes perder el aliento en cuestión de dos cuadras o tener una “contraccioncita” en pleno trayecto sin tener a la vista una sola silla. A pesar de mis limitaciones, salí ilesa de la “aventura” y hasta aproveché para hacer compras para mí, algo raro ahora que todo es para Pablo.

Tras mi exitoso enfrentamiento a la agobiante Caracas navideña, regresé a mi encierro para dedicarme junto a JJ a los arreglos del hogar y continuar los preparativos para recibir a nuestro pequeño; es emocionante ver cómo su cuarto ya va tomando forma, aunque todavía faltan detalles. Después vino lo mejor: la primera navidad de Pablo porque, aunque todavía está en su “casita”, el crío fue el más regalado de toda la familia.

Desde principios de mes ha estado recibiendo presentes y el 23 llegó su abuelo Henry con una súper bolsa llena de cosas sólo para él. Por supuesto, el 24 siguió la racha de regalitos de manos de su abuela Antonieta y su tía Katy y aun faltan los que seguramente le enviarán los abuelos de Barinas y los tíos que no están ahora en el país. Si el fue tanto el furor y aun no ha nacido, ya José Juan y yo nos imaginamos cómo será la próxima navidad, cuando esté el pequeño en persona y dispuesto a destrozar papeles y envoltorios.



Imagen: Mamá frente al árbol vista desde el lente de papá.

No hay comentarios: