07 agosto 2013

A su aire


En estos 5 años -mi tiempo como mamá- he aprendido muchas cosas sencillas, insospechadas y hasta obvias; comprender el verdadero sentido de la palabra individuo y de lo individual, es una de ellas. Sí, hay etapas que deben ir ocurriendo de acuerdo a tiempos establecidos que nos indican si el niño se está desarrollando bien, pero dentro de esos mismo tiempos también hay flexibilidad: No debemos desesperarnos si no han ocurrido justo en el momento esperado.

En el mundo de padres e hijos siempre habrá otro a quien le haya ido "mejor" que a uno, como la mujer que no sintió molestia alguna durante el parto, la que quedó esbeltísima al mes de haber nacido su bebé, la que amantó día y noche con total soltura y mil casos más por el estilo. Ante estas rarezas siempre me decía mí misma: yo soy yo. 

Las peculiaridades también ocurren con los pequeños. Hace un tiempo conocí a una bebé que, según su madre, caminó a los nueve meses porque sabía que a ella le dolía la espalda y no la podía cargar. También sé de niños que leen perfectamente a los cuatro años, que manejaron la bicicleta sin rueditas antes que nadie, que son "súper pilas", que revientan las piñatas porque son muy fuertes o que los adelantaron a primer grado sin tener la edad adecuada -y también sé de padres que luchan por esa promoción antes de tiempo-. Y bueno, bien por ellos, pero creo que estos casos no deben ser punto de comparación: Pablo es Pablo (así como Sapo).

A Pablo lo hemos dejado a su aire, desde siempre. Hay cosas que hace rápido, otras, luego, y algunas, nunca -sí, claro, siempre estoy atenta a cualquier síntoma o señal que indique que algo no va bien-. Presionarlos para que logren eso que todavía no ocurre o insistirles para que se interesen por algo que, en teoría, les gusta a todos los niños de su edad puede ser un gran error que traerá ansiedad y frustraciones, de lado y lado.

A veces le pregunto a Pablo sobre cosas que, a mi parecer, deberían gustarle por ser niño y no siempre le interesan o le interesan cuando él quiere, como jugar con plastilina en casa. Cuando le preguntaba si quería que le compráramos algunas de las que traen moldecitos para crear figuras, como las Play-Doh, simplemente decía "no", y yo no insistía. Un día llegó entusiasmadísimo hablando de la plastilina y de las cosas que quería hacer con ella, entonces, le compramos un juego y le encantó.

Así pasa con otras cosas, de mayor o menor importancia, o con actividades que aún no domina: Lo ayudamos si es necesario y respetamos sus momentos. Al fin y al cabo, es un individuo.

...

Imagen: Los muñequitos de plastilina los hice yo a petición suya. Según él, son Gru y Lucy, es decir, él y yo.

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