12 septiembre 2013

¿¿Vacaciones??

Los últimos dos meses han significado un reto, y grande. La razón es sencilla, obvia: Pablo está de vacaciones... pero yo no. Eso se traduce en hacer que el tiempo me alcance para trabajar, cuidarlo, entretenerlo y atender mi vida personal. Todo este asunto es como obrar un milagro, no exagero.

Si me han leído antes, sabrán que trabajo desde mi casa desde años antes de que Pablo naciera. Una vez con él en nuestras vidas, mi situación laboral ha sido una ventaja única, pues he podido cuidar de él todos estos años sin necesidad de recurrir a guarderías o al servicio de un extraño. Aún más importante es que he podido pasar muchísimo tiempo con él, tiempo que he aprovechado y disfrutado tanto como he podido y eso, en esta época, es un privilegio.

Pero mi día a día no es coser y cantar con mi hijo. Disciplina y orden son los amigos que me ayudan a cumplir con todo, responsablemente y sin tener que dedicar mis noches y fines de semana al trabajo. Con el tiempo he aprendido que noches y fines de semana son para hacer lo que uno desee, sea compartir con la familia o quedarme inmóvil en cama con el control remoto adherido a mi mano derecha.

Durante los meses de las vacaciones escolares ese equilibrio casi perfecto que he logrado se tambalea. ¿Cómo termino de escribir una nota si, en el camino, debo levantarme a hacer el desayuno, ayudar a servir una bebida, correr a ver algo buenísimo que hay en la tele, conversar, leer un cuento o ayudarlo a vestirse? ¿Cómo escribir con coherencia, si es imposible la concentración? Por esos días tampoco puedo aceptar hacer entrevistas o trabajos que impliquen ir a algún lugar adonde no pueda llevármelo.

Esos y otros son los dilemas que enfrento a diario. Tal vez todo sería más fácil si dejo a Pablo pasar las horas con un "atrapaniño", es decir, pegado al wii, al teléfono móvil o algún otro dispositivo, pero eso no encaja en mi concepción de crianza. Los atrapaniños están bien un rato o en ciertas circunstancias -como en salas de espera médicas o en un restaurante lleno de adultos-, mas no creo que deban ser parte esencial de sus vidas, al menos no a los cinco años, cuando queda tanto por descubrir en el mundo real. Por eso, cada año, hacemos una suerte de "Plan vacacional casero".

A Pablo la idea de los planes vacacionales no le llama la atención -accedió a participar en el del Banco del libro porque solo duraba una semana y era por medio tiempo-, entonces toca inventar actividades en casa. Así, hemos pintado, leído no sé cuántos cuentos, jugado con plastilina y visto películas. Hemos hecho paseos, armado rompecabezas y escuchado música. También inventé recetas llamativas para enseñarlo a comer vegetales, cosa que lo entusiasmó tanto que se involucró en la preparación y se comió con gusto todas nuestras creaciones -que es lo más importante-. Y esto es solo un resumen.

Al final del día, mi columna parece torcerse como un pretzel, los parpados me pesan y, de casualidad, alcanzo a ver alguna serie antes de quedarme dormida; de libros ni hablar, agarro alguno y comienzo a bostezar. En las noches, a veces, fantaseo con tener 24 horas a solas, hasta me conformaría con una mañana en cama haciendo nada.

El lunes empiezan las clases y también un respiro para mí. Imagino esa primera mañana disfrutando del silencio de mi casa y disponiendo de mi tiempo. Pero mientras se va acercando más la fecha, también me van creciendo la nostalgia y las ganas de seguir disfrutando de mi hijo todo el día todos los días. El tiempo anda muy de prisa.


...

Estoy segura de que cualquier madre que mire la imagen de arriba la entiende sin necesidad de mayor explicación. La ilustración se llama Pausa y es de una artista que recién descubro: Katie m. Berggren. Ella ha dedicado su obra a la maternidad y sus momentos.

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