27 enero 2008

Sueños


Estoy plenamente convencida de que los sueños no son sólo simples situaciones fantásticas, absurdas, divertidas o locas, vividas con conocidos o extraños, que se proyectan en nuestro subconsciente mientras dormimos. No, a veces pueden ser reflejo de nuestros anhelos y miedos, o también una muestra de algo que vendrá. Sé que esto último puede sonar medio esotérico o ilógico, y no es que tenga un “Libro de los sueños” como guía de vida, pero he comprobado que a veces sí es así.

Supongo que toda embarazada sueña con su bebé y es normal, dada la ansiedad y temores que pueden surgir durante este período, o sencillamente por las ganas enormes de ver a la criatura. En todos estos meses he soñado con Pablo, pero llegó a convertirse en un tema recurrente, de hecho, sólo recuerdo que haya ocurrido cinco veces –imagino que otros se habrán quedado rezagados en mi mente-.

El primer sueño ocurrió recién comenzando el embarazo, cuando ni siquiera se notaba y mucho menos sabíamos qué sexo era. Fue algo breve: cargaba a un bebé muy lindo que me miraba sonreído con sus ojos oscuros y penetrantes; me gusta creer así es Pablo y que ese día nos conocimos. También tuve sueños “tipo normal”, que si nació pero estaba en su cuarto y José Juan y yo en el nuestro y lo escuchábamos con el monitor o, más recientemente, que lo teníamos en brazos y le buscábamos algún parecido con nuestros rostros.

Hace un mes tuve uno medio inquietante. Soñé que llegó “la hora” pero perdí el conocimiento y cuando desperté JJ me contaba que había estado en coma, que me hicieron una transfusión de sangre y que habían nacido cuatro bebés varones. Entonces me llevaba a conocerlos –eran como diminutos-, yo entraba en una especie de shock y los dos nos quedábamos pensando en lo difícil que iba a resultar nuestra nueva vida con cuatro hijos.

Cuando tenía cuatro o cinco meses ocurrió el más bizarro de todos. El bebé nació y no me caía bien, había algo en él que no me gustaba. Una vez en casa, fui a amamantarlo y, para mi sorpresa –y susto- tenía dientes. Casi lo arrojé, me quería morder. Para completar el cuadro de terror, comenzó a hablarme con voz de hombre, era como hubiese tenido a Bebé Herman. Entonces empezamos a averiguar y descubrimos que ése no era Pablo; nos lo habían cambiado en la clínica porque éramos parte de un experimento.


En pocos días conoceremos "el verdadero" rostro de Pablo. Sigo pensando que será el de aquel bebé de mi primer sueño.

No hay comentarios: