08 enero 2008

Gripe, Alvin, playa…


Siguiendo las tradiciones de fin de año y continuando los preparativos para recibir a nuestro bebé, hicimos –y seguimos haciendo- algunos arreglos en casa; lamentablemente, gracias a la pintura de las puertas, agarré una gripe terrible con una tos peor aún y pasé unos cuantos días en cama. Confieso que estaba bastante preocupada, Pablo estaba muy inquieto por los ataques de tos y pensaba que el tomar medicinas podía afectar su crecimiento; la buena noticia fue que al ir a la consulta reglamentaria nos dijeron que está muy bien y tiene el peso justo para su edad –¡ya son más de 2 kilos y medios!-.

Ya recuperándome de mis males, pude salir con Katy luego de 10 días de encierro. Es tradición que mi hermana y yo vayamos al cine cada primero de enero, y este año no fue la excepción; lo extraño fue la película que elegimos: Alvin y las ardillas. Sí, había otras opciones mucho más atractivas; pienso que nos dejamos llevar por este acercamiento al mundo infantil que estamos viviendo. Una vez sentada en la sala, al darme cuenta que más de la mitad de los asistentes me llegaban a la cintura, me dio como miedo, “¿y para qué estoy sometiéndome a esta tortura antes de tiempo?”. Sin embargo, la película no estuvo mal –es para niñitos pero no como para salir corriendo- y “el público” se comportó muy bien, a pesar de que en todo momento manifestaron sus emociones con risas y comentarios insólitos –“¡yo soy Alvin!”-. Buen ensayo para lo que me viene.

Para terminar de sacarme el monstruo de la gripe, decidimos irnos al apartamento de la playa unos días. Al principio no estábamos muy seguros por lo avanzado del embarazo, pero preguntamos al médico y nos dijo que no había problema, sólo había que tener cuidado en la vía y no correr mucho –nada del otro mundo para el precavido JJ-. Así pasé varias tardes leyendo y dormitando a la orilla del mar –siempre en la sombra para evitar manchas en la piel- y contándole a Pablo que ése era el sonido de un montón de agua que pronto conocerá.

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Imagen: Pablo en las manos de su mamá visto desde la óptica de su padre.

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