17 marzo 2008

La criatura

El 1 de febrero a las 5:30 de la tarde nació nuestro querido Pablo. Pesó 3,550 Kg. y midió 50 cm. Como dije anteriormente, aunque quería parto normal al final fue por cesárea, y puedo asegurar que, aunque no lo “viví”, la experiencia es igual de emocionante.

No podía ver nada ni mover las manos, pero cuando escuché a la doctora decir que “ya” estaba allí, seguido de un maullido suavecito, sentí algo indescriptible e inevitablemente las mejillas se me humedecieron. ¿Está bien? ¿Cómo es? Busqué a JJ con la mirada para preguntarle, pero, por supuesto, estaba allá adelante para no perderse ni un detalle (me asombró que no se impresionara, hasta grabó la operación).

El “gatito” dejó de maullar y comenzó a llorar. El feliz padre se acercó y me dijo que todo estaba bien y que se parecía a mí cuando era bebé. Al fin una enfermera lo trajo y acercó su carita a la mía. Recuerdo que era tibiecito y moradito; verlo después de tantos meses imaginándolo fue algo mágico.

El nacimiento de Pablo causó un revuelo total en ambas familias: mi papá y Katy parecían paparazzis en el retén, la bisabuela estaba más echona que nunca, los abuelos Sanguinetti vinieron corriendo desde Barinas, su primo Guillermo no dejaba de verlo todo emocionado… Además, amigos y amigas también se manifestaron en la clínica para conocer a la criatura.

Ya Pablo tiene un mes y medio. Estos días han sido súper agotadores, especialmente las primeras 4 semanas: trasnochos, cambiar no sé cuántos pañales al día, “embarrarme”, lavar y cambiar la ropita a cada rato y un largo etcétera. Sin embargo, al verlo tan lindo, sano, comiendo como un tigrito y cada vez más grande siento que todos esos “sacrificios” valen la pena.

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Imágenes: Pedacitos de los recuerditos de su nacimiento.

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