19 noviembre 2007

Nostalgia


El fin de semana Katy, la gran tía-madrina, y yo nos dedicamos a visitar algunos sitios especializados en artículos para bebés y hacer las respectivas averiguaciones sobre listas para Baby Shower, pues pronto haremos el nuestro. Así que el domingo me levanté bien temprano, actualicé el inventario de cosas de Pablo -quien no ha nacido y ya tiene más ropa que yo- y, finalmente, hice su lista. Ahora sólo queda esperar el día de la reunión.

Aunque por un lado me siento feliz de haber salido de eso –ya tenía días dándole largas y confieso que estaba bastante perdida entre tantas cositas necesarias para el bebé- y porque todos andan súper pendientes del evento, por otro lado me siento medio nostálgica. El Baby Shower es la primera señal de que se acerca el fin del embarazo.

Sí, estoy loca por que nazca, por verlo, por tocarlo… pero también me da cierta tristeza pensar en que ya no estará en su barriga. Estos meses con Pablo viviendo y creciendo dentro de mí han sido de descubrimientos y emociones trascendentales. Es increíble cómo siendo un ser tan pequeñito y, a pesar de que no nos vemos ni hablamos directamente, aprendes a conocerlo y a comunicarte con él; no hay un día en que no lo acaricie o le hable, es mi compañerito inseparable.

Jose me dice que ahora va a ser mejor porque lo vamos a tener afuera con nosotros y que él seguirá estando conmigo todo el tiempo. Sé que es así, pero luego de tantos meses teniéndolo allí tan cerca, las 24 horas de cada día, es inevitable sentir nostalgia al pensar en que su “casita” quedará vacía. ¿Qué se le hace?
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Imagen: Motherhood de Justin Waterman

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