Tener un niño en casa
significa hacer gala de una paciencia infinita. No me quejo, Pablo es tranquilo, se porta bien y, si le explicas las cosas, las comprende perfectamente.
Pero un niño de 5 años es un niño de 5 años.
La hora del baño y la de
dormir son, realmente, la hora de las excusas. “Ya va mami que estoy haciendo
algo”, “Es que se me perdió un juguete”, “Necesito ir a la cocina a preguntarle
algo a papá”. En las noches, a las
excusas se suman carreritas, volteretas, saltos en el colchón y… ¡Pabloooo, ya es
tarde. Hora de dormiiir!
―Mamá, yo soy el Rey
niño de los que no gritan. Tranquilita, ¿sí? ―con voz muy suave.
―¿El Rey niño de los que
no gritan?
―Sí.
―¿Y cómo es eso? ¿Cómo es
el Reino de los que no gritan?
―En mi Reino todos
estamos tranquilitos, calladitos, hablamos bajito.
―Mmm…
―Mamá, si te vuelves a
poner regañona voy a ponerte calladita con mi varita, y así no gritas más.
―Está bien, Pablo. Ven,
vamos a dormir.
No soy una persona de
hablar ni reírse muy alto, de hecho, creo que no sé gritar; pero a veces,
cuando pierdo la paciencia, subo el tono. Sé que, en parte, lo hace para salirse con la suya, mas no puedo negar que, gracias al Rey
niño de los que no gritan, me he sentido así como una bruja chillona y he
estado revisándome y replanteándome ciertas conductas.
...
La ilustración se llama Le petit roi y es de un autor francés: Laurent Richard