Pablo Principito, por eduardo Capuano |
Es un león feroz que huye despavorido ante la presencia del peine y cuando, al fin, desenredo su pelero, pregunta preocupado: “mami, ¿ya no soy un león?”. Claro que sí eres un león, “¿cómo Lom?”, sí, como Lom cuando se peinó; entonces sonríe, ruge y yo me “asusto”. “Mami, me quiero cortar el pelo”, ¿y eso?, “¡quiero ser un pinchudo como Lom!”. Y me deja con las palabras en la boca, y corre con sus cabellos mojados y a medio vestir, y me corrige cuando lo llamo para que vuelva a terminar de ponerse la ropa, “soy Tarzán, mamá”.
Pablo es un carro que rueda por cualquier terreno, como su amigo, McQueen; es un hombre araña que anda sobre sus patas por territorios ilimitados y un hombre del espacio de apellido Lightyear que vuela al infinito y más allá con la mano puño en alto. También es un astronauta que usa una máscara humeante llena de aguas mágicas que sirven como combustible para recorrer el espacio, perseguir marcianos en Saturno o Júpiter, esconderse de tras de las estrellas, probar un pedazo de queso de Luna y. luego, regresar al planeta azul, la Tierra.
Perros, gatos, flores, árboles, taxistas, vigilantes, panaderos, maestras, señoras, señores… a cada uno dice los buenos días, al llegar, o el hasta luego, cuando se va. “Seguro está en su casa con su papá y su mamá”, me dice cuando caminamos y no encuentra a alguno de los perros vecinos.
Pablo es amigo de su médico, “Doctor Hudson”, y de su enfermera. Siempre anima a los demás niños cuando van a consulta y hace reír a sus padres. “Es medicina”, les dice cuando lo ve con caras largas, “¿te ayudo?”, y los acompaña y juega con ellos. “Estoy ayudando”, responde cuando lo llamo para irnos.
“Yo vine del espacio, mami”, me dice una tarde al salir de la clínica. ¿Y cómo llegaste aquí?, “vine en un cohete”. Sí hijo, yo sé.