Me imaginaba el disfraz de Pablo curioso, peculiar, fuera de lo común, que no fuese de los de siempre, esos que, seguramente, él mismo nos va a pedir dentro de unos pocos años (como Batman, Superman, Spiderman). Una vez más, de las ideas a los hechos hubo grandes diferencias.
El traje que nos encantó era de murciélago, pero nos pareció muy grande y no lo llevamos. Al día siguiente, el sábado, fuimos a un lugar donde había muchísimos disfraces para bebés y le compramos uno de diablito que también nos gustaba mucho. Ya en casa, cuando intentamos ponérselo, nos llevamos la sorpresa: no le entraba. Volvimos a la tienda y entonces nos dimos cuenta de la dura realidad: a Pablo no le queda ningún disfraz de bebé, ni siquiera los que son para 18 meses.
Revisamos el catálogo de arriba a abajo buscando algo de niño en talla pequeña, pero no tanto. Tenía que ser talla 2. La vendedora nos sugirió que le probáramos los disfraces allí mismo y la rechazamos inmediatamente; la inocente mujer no sabe el esfuerzo titánico que puede significar el tratar de desvestir y vestir a Pablo “rapidito” (una verdadera lucha cuerpo a cuerpo).
Entre las pocas opciones que teníamos, terminamos llevando el de Hombre Araña -era ése, Superman o Power Ranger- y pensando en que le quedaría algo ancho y que tendríamos que tomarle ruedo. Nueva sorpresa: le quedó a la medida. Recordé al de murciélago que tanto nos había gustado, era talla 2. Es evidente, no tenemos una visualización clara de sus dimensiones.
El traje que nos encantó era de murciélago, pero nos pareció muy grande y no lo llevamos. Al día siguiente, el sábado, fuimos a un lugar donde había muchísimos disfraces para bebés y le compramos uno de diablito que también nos gustaba mucho. Ya en casa, cuando intentamos ponérselo, nos llevamos la sorpresa: no le entraba. Volvimos a la tienda y entonces nos dimos cuenta de la dura realidad: a Pablo no le queda ningún disfraz de bebé, ni siquiera los que son para 18 meses.
Revisamos el catálogo de arriba a abajo buscando algo de niño en talla pequeña, pero no tanto. Tenía que ser talla 2. La vendedora nos sugirió que le probáramos los disfraces allí mismo y la rechazamos inmediatamente; la inocente mujer no sabe el esfuerzo titánico que puede significar el tratar de desvestir y vestir a Pablo “rapidito” (una verdadera lucha cuerpo a cuerpo).
Entre las pocas opciones que teníamos, terminamos llevando el de Hombre Araña -era ése, Superman o Power Ranger- y pensando en que le quedaría algo ancho y que tendríamos que tomarle ruedo. Nueva sorpresa: le quedó a la medida. Recordé al de murciélago que tanto nos había gustado, era talla 2. Es evidente, no tenemos una visualización clara de sus dimensiones.
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Imagen: Almuerzo familiar, lunes de carnaval